Lo normal es pensar que una culturista -o chica Bikini Fitness- tiene que estar mazada –o que es un tío–. Y lo normal, también, es creer que esa persona se dopa. Y que carece de conversación. Y que cultiva músculos obviando su cerebro. Y, en definitiva –y dicho llanamente–, que está mal de la cabeza. Ocurre, sin embargo, que lo normal no tiene necesariamente que ser cierto. A veces los clichés y los prejuicios están para acabar con ellos. O, al menos, para maquillarlos. No es fácil, pero en ocasiones sucede. ¿No lo creen? Pues pregunten a Silvia Martínez Rodrigo (Madrid, 1995), a la que el gimnasio rescató de la anorexia y la bulimia. Y, de paso, estandarizó con respecto a las chicas de su edad: estudia veterinaria, da clases de rítmica y cotiza al alza en el mundo del Bikini Fitness (disciplina del culturismo), donde se presenta a la preselección para el campeonato de Europa este domingo.
Silvia, pese a lo que se pueda pensar, siempre fue una chica normal. Empezó haciendo natación de pequeña y –pese a la oposición de su madre– se apuntó a rítmica. Y, casi sin querer, se complicó la vida. “Yo creo que el problema de la anorexia lo tenía antes, pero el club de gimnasia al que me apunté (y al que no quiero nombrar) lo empeoró mucho. No era sano, la profesora estaba muy mal y todavía hoy me siguen llegando historias de chicas que siguen llegando allí y salen destrozadas”, responde en conversación con EL ESPAÑOL en el gimnasio Star Fitness.
Sus problemas comenzaron cuando tenía nueve años. Entonces, inconscientemente, la anorexia y la bulimia ya estaban rondando por su cabeza. Pero el detonante, pese a que pueda parecer contradictorio, fue el deporte. “La gimnasia rítmica lo agudizó todo. Tenía que escuchar cosas como: 'Ese salto no te sale porque te pesa el culo o tienes las piernas demasiado gordas’. Se buscaba un cuerpo surrealista, era horrible”. Pero, por suerte, abandonó su hobby y encontró el camino pese a las dificultades.
Silvia estuvo un año parada, sin hacer deporte. Pero volvió, no sin problemas, al gimnasio. Y lo hizo fruto de su enfermedad, para perder peso, obsesionada con estar más delgada. Pero, por casualidad, se chocó con una solución a todos sus problemas. Tras hincharse a hidratos, inflarse como una pelota y encadenar largas jornadas de agujetas y fiebres, Mario Páez, su entrenador, acudió a su rescate. “Yo le dije: ‘Se acabó lo de comer dos veces al día; tienes que hacerlo mínimo cinco”. Y, poco a poco, entró en razón para convertirse en lo que es hoy, una chica Bikini Fitness, campeona de España Júnior 2015 y subcampeona en el absoluto de Madrid, y tercera en el Arnold Classic Júnior entre algunos otros galardones.
Mario la rescató de la anorexia, la introdujo en el mundo del culturismo y la obligó a dejar los vicios. “Yo hasta entonces era una chica normal que salía los fines de semana, bebía alcohol, comía mal y desfasaba… Y eso con él se acabó hace tres años. Cuando empecé con el entrenamiento, evidentemente, me enfadé más de una vez, pero a la larga me siento mejor físicamente y de salud que antes”, puntualiza Silvia.
Su vida ha dado un vuelco desde entonces. Silvia ha cambiado el ron con Coca-Cola de los fines de semana por proteínas y suplementos alimenticios que la ayudan a estar perfecta. Un estilo de vida no del todo comprensible a los ojos de una sociedad prejuiciosa con el mundo del culturismo. “Es difícil de explicar que tú te dedicas a esto porque te gusta. Lo primero, porque no se lo creen. Al final, yo soy una chica normal, que no tiene demasiada masa muscular y no parece un tío. Y, por otro lado, por los comentarios que tienes que soportar: ‘Que si estás enferma, que si te vas a poner como un hombre, que si te estás drogando…”.
Sin embargo, su vida –dejando a un lado su pasión por el culturismo– no dista demasiado de la de cualquier otra chica de su edad. Silvia no ha dejado los estudios ni lo piensa a hacer. Sacó nota para cursar veterinaria en la universidad y no ha abandonado. Va a clase, entrena y es profesora de gimnasia rítmica, su otra pasión –frustrada por su mala experiencia– y la que le permite financiar su hobby como chica Bikini Fitness. “Aquí o eres futbolista o nada”, bromea. Y lleva razón, tiene tres patrocinadores, pero aun así, el bikini para participar le cuesta 600 euros, los tacones 80, el tinte 40, y suma y sigue. ¿Y qué ganas si te proclamas campeona? “Absolutamente nada. En el campeonato de Europa te pagan la estancia, eso sí”, resume.
Sin pensar en todo lo anterior, este domingo afrontará la preselección para el campeonato de Europa, pero no sin esfuerzo. “He llorado, pero ha merecido la pena”. Y, sobre todo, lo ha pasado mal los cuatro días previos a su concurso, cuando tiene que “secar” –tal y como lo llaman en el mundillo–. Es decir, bajar hidratos, tomar más proteínas y el día previo rebajar la cantidad de agua en el cuerpo –bebe tan solo 750 mililitros–. “Se te queda la garganta que parece que tienes agujas”. El objetivo: que la piel sea más fina y se marquen más los músculos sobre el escenario, aunque en su categoría no se juzgue la cantidad de masa, sino la calidad. ¿Y eso es sano? “Peor es salir los fines de semana y ponerse hasta el culo. Son sólo cuatro días (risas)”.
Aun así, Silvia no espera que la comprendan. Es consciente del rechazo que hay hacia su deporte. El ejemplo lo tiene en su casa, donde no quieren que siga haciéndolo. “Piensan que es una aberración. ¡Por Dios, una chica con abdominales! De hecho, he dejado de ser Silvia y ahora soy Silvio. Y sí, tengo más músculos que mi hermano”, bromea. Sin entender, pero consciente de lo difícil que es seducir a quien no quiere comprender el juego. O, simplemente, la vida y los comportamientos de otra persona. En su caso, de una chica Bikini Fitness. En definitiva, de una futura veterinaria. "Es lo único que quiero ser, el resto es un hobby".
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