Dubai

La solicitud llegó acompañada de un sensación de incertidumbre. Antes de vencer a Mischa Zverev en la primera ronda del torneo de Acapulco (6-4 y 6-3), Rafael Nadal pidió que le vendasen la rodilla derecha a la altura del tendón rotuliano. Tras el calentamiento, y justo antes de empezar el encuentro, el mallorquín se protegió la articulación con una cinta blanca, algo que no hacía desde Basilea 2015. Como entonces, el vendaje pasó totalmente desapercibido.

En su primer cruce desde la final del Abierto de Australia, que perdió con Roger Federer, el mallorquín inclinó a Zverev en duelo competido con aplomo y buenas maneras tras un mes parado para citarse con el italiano Lorenzi (4-6, 6-3 y 6-4 a Yen-Hsun Lu) por una plaza en cuartos de final.

“En la rodilla no tiene nada”, aseguró a este periódico Francis Roig, uno de los entrenadores que acompaña al español en Acapulco. “Estamos contentos con el partido que ha hecho después de tanto tiempo sin competir”, continuó el técnico catalán, que por primera vez se sentó en la grada junto a Carlos Moyà, la última incorporación de Nadal a su equipo de trabajo. “Ha tenido algunas derechas muy buenas y agresivas, y no es fácil porque Zverev tapa muy bien la red. En general, ha sido una buena victoria”, celebró Roig.

"He sentido algo [en la rodilla], espero que no sea nada. Ha sido por seguridad", le siguió el número seis del mundo tras el triunfo sobre ese vendaje. "Me siento bien. Después de Australia estaba un poco desgastado físicamente, pero he entrenado bien en este tiempo, ha sido un mes de tranquilidad en general", prosiguió el mallorquín, que tenía previsto volver a jugar en Rotterdam y finalmente renunció a hacerlo, aconsejado por sus médicos para tener un descanso más prolongando. "Estoy feliz. La realidad es que hoy he jugado muy bien contra un rival muy bueno".

Zverev, derrotado contundemente por el español hace algo más de un mes en el torneo de Brisbane (1-6 y 1-6), no cambió ni una sola coma de su idea de juego. Tan malo no sería el plan, debió pensar el alemán, si así consiguió vencer a Andy Murray en los octavos de final del Abierto de Australia, llegar a cuartos (perdió con Roger Federer) y salir de Melbourne con su mejor ranking hasta ese momento (35 mundial). Así, y pese a tener bien reciente la paliza que se llevó ante el campeón de 14 grandes, Zverev insistió en irse a la red para fiarlo todo a su instinto allí delante.

Al principio, el alemán sostuvo sus ataques en la cima cubriendo la pista con voleas brillantísimas, reduciendo mucho los espacios. Lejos de ver un coladero, Nadal se encontró con una pared de cemento que fue derribando con unas derechas bien afiladas.

En Brisbane, el mallorquín desmontó el tenis de su oponente conectando golpes pasantes desde el primer juego del encuentro, pero en Acapulco le costó un poco más encontrar huecos para agujerear al número 30 del mundo, que estuvo dispuesto a ir con su propuesta hasta el final, cuando ya tenía la derrota irremediablemente encima.

Durante la noche, el vendaje de la rodilla no le impidió a Nadal moverse con soltura, incluso por la zona del revés, que es donde debería haber tenido más problemas al realizar el apoyo con la pierna derecha.

Aunque el partido se discutió en intercambios rápidos, bajo la ley de Zverev, la velocidad del español le ayudó a golpear la pelota en las posiciones necesarias para que su rival sangrase en la media pista con bolas a los pies o para que no pudiese cazar los latigazos del balear, que le superaron en la red.

El partido se jugó casi sin ritmo, pero a Nadal no le faltó consistencia en sus tiros para diluir la talentosa apuesta de Zverev, tan vistosa como irregular. El mallorquín acabó el encuentro a lo grande, jugando un último juego con un par de puntos larguísimos, y su regreso a la competición despejó la principal duda de todas: a falta de una prueba mayor, que encontrará si sigue avanzando en el torneo, el número seis tiene la continuidad y el nivel que le llevaron a pelear por el título del primer grande de la temporada hace un mes en Australia. En consecuencia, Nadal ha vuelto sin óxido

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