Su nombre, artzikirol, suena raro fuera del País Vasco, donde hace ocho años dio sus primeros pasos (en Álava). Se trata de un juego con balón pensado para equipos mixtos, una mezcla entre fútbol sala, balonmano y rugby que fomenta entre niños y jóvenes tanto la práctica deportiva como la igualdad entre los sexos. Desconocido por el gran público, poco a poco se extiende y traspasa fronteras geográficas, aunque necesita de nuevos propagadores para adquirir una mayor dimensión y abandonar el terreno de lo minoritario.
Impulsado por profesores de educación física y monitores deportivos, el artzikirol empieza a ser introducido entre escolares y clubes juveniles en otras comunidades autónomas españolas aparte del País Vasco (Galicia, Murcia, Navarra, Cantabria, Madrid o Asturias).
Su difusión a través de internet y redes sociales ha hecho que incluso se interesen por él al otro lado del Atlántico y que su creador haya sido invitado a participar este año en dos congresos de deportes alternativos organizados en Latinoamérica: uno de proyección nacional en Argentina, ahora en mayo, y otro de carácter internacional en México, en octubre. También desde Honduras, Chile, Perú y Brasil llegan noticias de las expectativas generadas en centros de formación de profesores de Educación Física.
El artzikirol fue ideado en 2007 por el polifacético José Ramón Rey, un gallego de nacimiento de 53 años criado en la pequeña localidad alavesa de Artziniega, de menos de 2.000 habitantes, donde reside desde su primera infancia y ha desarrollado toda una vida vinculada a la práctica y enseñanza deportivas.
Al prefijo 'artzi', en honor al pueblo donde lo puso en marcha, le añadió la palabra 'kirol', que significa deporte en euskera. El juego adquirió en 2012 el reconocimiento de la Diputación Foral de Álava, que publicó y distribuyó un reglamento oficial y más tarde introdujo su práctica en los programas de deporte extraescolar que subvenciona cada año en los distintos municipios de la provincia.
Las claves del juego
El artzikirol se juega en canchas reglamentarias de fútbol sala o balonmano, en partidos de cuatro tiempos de 15 minutos cada uno. Compiten dos equipos de seis jugadores, que pueden ser mixtos o formados únicamente por chicos y chicas, y el objetivo es sumar puntos a través de los goles marcados en la portería del contrario.
El balón, blando de espuma o de voleibol de categoría infantil, se puede mover o lanzar tanto con la mano como con el pie, pero no se puede botar teniéndolo controlado.
Cuando se maneja con el pie, el juego se inspira en el fútbol sala, aunque los saques y el papel del portero (que puede recorrer el campo y marcar) difieren. Cuando se maneja con la mano, prima la semejanza con el balonmano en la búsqueda del gol y con el rugby al avanzar huyendo de los perseguidores. En esa carrera se produce la mayor de las particularidades del artzikirol: si el jugador es alcanzado (para lo que basta un leve toque), pierde la posesión del balón y éste pasa al equipo contrario. Para tratar de evitarlo, antes de ser tocado está obligado a tirar la pelota al suelo, seguir con el pie o pasar a un compañero.
Rehúye el choque y la fuerza
“Es más completo que el fútbol, en el que sólo usas las piernas, y fomenta la igualdad al primar la velocidad, la coordinación y la estrategia en detrimento del choque, del impacto”, subraya José Ramón Rey, que incide en esta última ventaja. “Es un juego muy limpio, puedes correr lo que quieras pero no utilizar la fuerza”, destaca.
Su singularidad hace que el equipo no se resienta o desequilibre por la participación de chicos y chicas y su igualitario formato fomenta la inclusión del artzikirol en los programas de integración de los ayuntamientos como los desarrollados por el Consistorio de Vitoria.
No es la única clave que destaca Rey. “El juego está hecho para que disfruten niños y mayores. Sus reglas son muy sencillas, cualquier chaval de cinco años las entiende, y el juego está basado en la colaboración, funciona entre todos. Aquí saca la falta a quien le hacen la falta, no el bueno del equipo, todos los jugadores participan, lo que les motiva extraordinariamente”, añade el impulsor del artzikirol, siempre preocupado por fomentar el deporte entre los escolares sin que la competitividad anule otros valores.
El reto de la federación
José Ramón Rey empezó practicando artes marciales, pero también ha probado el parapente y el submarinismo y es experto en fútbol sala, atletismo y frontenis. Regentó durante 25 años un gimnasio, del que salió más de un campeón en kárate y full-contact, y fue profesor de Educación Física durante cinco años en la ikastola de su pueblo. Ahora combina su profesión de carnicero, con la que mantiene a su familia, con su afición a la poesía y su labor de coordinador de multideporte en la localidad alavesa.
Su entrega al artzikirol le ha llevado a formar a más de una veintena de monitores para extender su práctica, algunos de ellos en Navarra (en un programa organizado por el Gobierno foral), y a organizar pequeños campeonatos en el valle alavés de Ayala, donde se ubica Artziniega y él entrena a varios equipos. También mantiene contacto con quienes, como un profesor de Málaga que impulsa el baloncodo, pelean por alternativas diferentes como la suya y con quienes y acuden a él en busca de mayor información que la que proporcionan el vídeo que circula por Youtube, la web de la Diputación de Álava y la entrada de la Wikipedia.
Rey reivindica un sitio para la modalidad deportiva ideada para integrar en equipos mixtos a chicos y chicas de distintas edades. “Buscaba algo intermedio para todos los chavales del pueblo y fui probando, mezclando e introduciendo novedades, hasta conseguir crear este juego, para el que hay que estar muy en forma y realizar una actividad física muy completa e intensa. Además es formativo, porque sienta las bases para practicar otras disciplinas”, analiza.
Necesidad de competiciones
Su gran reto en la actualidad es conseguir su catalogación como un deporte más, que adquiera esa naturaleza de forma oficial. Para ello necesita que se generen competiciones, una liga, y conformar una Federación que regule su práctica. El objetivo es muy ambicioso. “Pero, ¿por qué no?” se pregunta. “El artizkirol gusta allí donde se ve, yo calculo que ya lo conocen el 40% de los centros escolares del País Vasco, está implantado fundamentalmente en Álava y Vizcaya y sólo en mi pueblo hay 80 personas jugando”, explica, sin que pueda ofrecer más cifras sobre su actual divulgación.
“Es imposible saber cuántos profesores o monitores lo han introducido en sus clases o clubs, aunque me llaman o escriben de numerosos sitios y a menudo veo blogs especializados en los que se refieren a él. Si hubiera una Federación sabríamos las licencias que se expiden y valoraríamos su impacto. Creo que funcionaría, porque es un buen producto”, concluye, ansiando el espaldarazo institucional que lo propague y lo aúpe a la categoría necesaria para promover su conocimiento y su práctica. El sueño, compartido por los que le siguen, es que el artzikirol llegue a la calle y se ponga de moda.