Con 28 años, Martí Riera acudió a la celebración de la Flower Power, dispuesto, como todos sus asistentes, a pasárselo bien. Quizá un baile, quizá dos. Era un caluroso agosto de 2007 y la fortaleza de La Mola de Mahón, en Menorca, acogía una fiesta que se antojaba inolvidable. Sin embargo, lo que iba a ser diversión se tornó en tragedia y el lema del espectáculo, ‘Haz el amor y no la guerra’, se difuminó entre los gritos de aquella noche.
De las casi 3.000 personas que se congregaron en ese rincón a orillas del Mediterráneo, Riera y su amiga Clara Simó fueron los grandes damnificados. Los jóvenes cayeron en un foso de unos 10 metros de profundidad que no estaba señalizado. Simó sufrió múltiples fracturas y se dañó uno de sus riñones. En el caso del muchacho, el resultado fue fatídico: perdió la movilidad de sus piernas. “Me desperté en el hospital”, se lamentó. A pesar de las vicisitudes, Riera no se rindió y, en su recuperación, encontró una nueva esperanza: el agua.
10 años después del accidente, el balear se ha convertido en el primer hombre parapléjico que ha cruzado a nado los 37 kilómetros que separan las islas de Mallorca y Menorca. Lo ha logrado en un tiempo récord: 10 horas y 13 minutos, que han establecido la segunda mejor marca de los 12 que, como él, lo habían materializado según las normas de Menorca Channel Swimming Association. Pero ninguno de ellos padecía alguna discapacidad.
Y ninguno de ellos se esforzó tanto. Tampoco ayudó el clima. Debido a las previsiones meteorológicas, Riera adelantó el reto un día y modificó el punto de origen y el de llegada. El comienzo de la travesía no fue fácil. Cuando el menorquín se arrojó al agua a las 5:28h de la madrugada desde el Cabo de Artrutx, en Menorca, lo aprisionó un mar agitado bajo la penumbra nocturna.
Ante estas dificultades, su equipo llegó a albergar algunas dudas en cuanto a la consecución del desafío, pero Riera supo reponerse a medida que se sucedían las horas y las olas; quería tocar la línea del horizonte. En cuanto mejoraron las condiciones marítimas, el menorquín alcanzó su quinta marcha: un kilómetro a una media de 15 minutos.
Durante el trayecto, este campeón de fuerza desmesurada no estuvo solo. Varios nadadores de apoyo que realizaban periodos a nado de 30 y 60 minutos le acompañaron, lo que aumentó la intensidad de cada una de sus brazadas. Pasada la hora de comer, el nadador cruzó su particular línea de meta, el Cabo del Freu, en Mallorca, a las 15:41h. No lo esperaban una corona de laurel ni una copa de oro; con la satisfacción personal bastaba.
No obstante, el recorrido, en realidad, comenzó hace tiempo. Desde octubre de 2016, Riera ha obedecido el programa específico que diseñó a su medida el preparador Toni Huget, que compaginaba entrenamientos en mar abierto con otros en piscina para desarrollar la aclimatación y perfeccionar la técnica. En los últimos meses fue aumentando la intensidad de trabajo, hasta que llegó a nadar 45 y 50 kilómetros semanales justo 30 días antes del reto. En total, son más de 1.300 kilómetros los que carga a sus espaldas. Su preparación, además, compondrá una parte importante de su próximo documental, 'La gran travesía'.
A través de este proyecto, que fue planteado hace más de un año, se proponía sensibilizar sobre la discapacidad y fomentar la superación individual, con el objetivo de promocionar la plena integración y normalización de la diversidad funcional en la vida cotidiana, como hicieron Teresa Perales o Trischa Zorn. Para ello, ha contado con la colaboración de una beca especial de Fundación Grupo SIFU, que tiene la finalidad de medrar el bienestar de las personas con discapacidad por medio de proyectos de sensibilización y de fomento del ocio y el deporte.
El camino ha sido largo, pero ha merecido la pena. "No tengo suficientes palabras para agradecer tantas felicitaciones", declaró, agradecido, tras superar sus objetivos; un delfín por las aguas del Mediterráneo que surca cada ola con la misma predeterminación con la que se enfrenta a la vida.