"Grandes noticia hoy. Vuelvo a Londres. Realmente echo de menos estar en casa". Así de simple y sencillo: morriña. No hay más razón para el anuncio que Mo Farah, el cuádruple campeón olímpico, ha tomado de abandonar al que ha sido su técnico durante toda su vida profesional. Al menos oficialmente, porque toda la rumorología del mundo del atletismo enmarca la decisión en la idea del británico de origen somalí de huir de la investigación que la USADA tiene en marcha contra Alberto Salazar y el exitoso Proyecto Oregón desarrollado conjuntamente con la marca deportiva Nike.
Alberto Salazar es una leyenda del atletismo. No sólo por liderar ese Proyecto Oregón, sino de forma especial por los dos grandes atletas que de él han salido. Uno de ellos es Mo Farah y el otro el estadounidense Galen Rupp. Precisamente, las sospechas de dopaje, desarrollada a partir de una investigación de la BBC, se centran en este último y en su récord nacional estadounidense de 2002. De Mo Farah no hay indicios, pero la investigación puesta en marcha por la USADA (agencia estadounidense contra el dopaje por sus siglas en inglés) ha hecho a atar cabos a muchos sin una base de sospechas contrastadas.
Para el recuerdo quedará la rueda de prensa de Farah tras su decepción en el Mundial de Londres de este mismo mes de agosto, donde no consiguió el doblete que sí le encumbró en los Juegos Olímpicos sobre el mismo tartán cinco años antes y terminó en un enfrentamiento con los periodistas a cuenta de las sospechas y de la persecución a la que él entiende que esté sometido para "destruir su reputación".
A partir de ahora, Farah se entrenará con Gary Lough, que previamente ya trabajó con él y que es de sobra conocido a ráiz de su trabajo y de su matirmonio con la recordwoman mundial de maratón Paula Radcliffe. Sin embargo, Salazar se habría ofrecido para trabajar como asesor de somalí nacionalizado. Ambos, que desde que comenzaran a trabajar en común en 2011 han logrado dos dobletes olímpicos -5.000 y 10.000 metros- y seis títulos mundiales, han negado todas las acusaciones que se han vertido sobre ellos.
"Soy un firme creyente del deporte limpio y creo que cualquiera que rompa las reglas debe ser castigado", afirmó Farah en una entrevista con el Sun. "Esta situación", prosigue refiriéndose a las sospechas de dopaje en torno a él y al técnico cubano, "han estado repitiéndose durante más de dos años. Si me marchase por eso lo habría hecho antes. Si Alberto (Salazar) hubiera cruzado la línea, yo estaría fuera (del Proyecto Oregón), pero la USADA no le ha acusado de nada. Si alguna vez hubiera tenido una razón para dudar de Alberto no habría estado a su lado todo este tiempo".
"Me voy simplemente porque mi familia y yo nos estamos mudando de regreso a Londres. A todos nos encantó pasar el verano aquí (durante el Mundial) y Tania (su mujer) y yo nos dimos cuenta de lo mucho que nos perdimos al no pasar tanto tiempo con nuestra familia y amigos. Además, los niños están muy felices aquí. Queremos que los niños crezcan en Reino Unido", insistió. Además, tampoco hay que olvidar que Farah fue uno de los primeros damnificados por la regulación de fronteras de Donald Trump contra determinados países entre los que se incluía Somalia y a punto estuvo de que no le volvieran a permitir ingresar en el país a su vuelta de una competición.