Carlos Coello se proclamó campeón del mundo de Muay Thai WKN tras derrotar a José Gonçalvez (57 kilos) en Ponferrada (León). Arrodillado sobre el ring y llorando, cumplió la promesa que le había hecho a su madre antes de que falleciese: dedicarle el título mundial. El luchador español, después de muchos entrenamientos, ha cumplido su sueño. Con 18 años, viajó por primera vez a Tailandia para luchar e instruirse en esta disciplina de artes marciales. Desde entonces, ha vivido a caballo entre su Cádiz natal y Rayong (donde se estableció hace algo más de tres años). Ha acumulado combates y experiencias, y ha culminado este 2017 coronándose como el mejor en su disciplina.
El sábado, Carlos siguió con su rutina. Escuchó un audio de su madre –el que se pone antes de cada pelea–, se concentró y peleó contra José Gonçalvez. Ganó y, de repente, poco importaron todas las horas de preparación que ha dedicado en los últimos años al Muay Thai. “Cuando llegué a Tailandia yo estaba acostumbrado a entrenar una o dos horas al día; allí, he estado dedicándole siete horas diarias”, reconocía en conversación con EL ESPAÑOL.
Llegó a Tailandia con 18 años y, tras prepararse para pelear en un bar –el lugar donde se inician los inexpertos–, lo sacaron a una habitación, le hicieron fotos y le dijeron que iba a luchar en un estadio. Ganó y, desde entonces, todo le ha ido bien. Los primeros años los pasó a caballo entre Cádiz y Tailandia, pero luego decidió quedarse. En el gimnasio de Roberto Gallo, vive y entrena diariamente junto con otros peleadores. Se levanta a las 5:30 de la mañana, corre de 6 a 7, desayuna, va al gimnasio, come y vuelve a entrenar por la tarde. Cena a las 19:00 horas y se va a la cama a las 10 de la noche. Así un día y otro, sin ceder ni poner pegas.
Carlos, en sus años en Tailandia se ha convertido en un luchador espartano y ha peleado en el mejor escenario posible: el Lumpenee Stadium (el Bernabéu del Muay Thai). Allí, ha ido progresando hasta aparecer en el ránking mundial como el tercero del mundo después de ofrecerle una pelea al que fuera Príncipe del país (hoy en día Rey). Y allí, también, ha acumulado combates y experiencias. Muchas de ellas agradables, y otras no tanto.
A él, como a cualquiera que llegue a un país como Tailandia de nuevas, le costó adaptarse. “A ver cómo pedía yo arroz con pollo al principio”, bromeaba, en conversación con este periódico. Sus comienzos no fueron fáciles. Tuvo que aprender el idioma y, aunque ya lo entiende y lo habla perfectamente, todavía estudia la parte escrita. Carlos se ha convertido en un verdadero tailandés. Pelea como ellos, entrena como ellos y gana como ellos. Eso sí, con acento de Cádiz. Eso no hay quien se lo quite al hoy por hoy campeón del mundo de Muay Thai WKN.
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