La calificación oficial que tuvieron en 1974 los vinos de Rioja fue de buena; la misma que un año antes pero sin llegar a ser "muy buena" como ocurrió en 1975. De aquella añada surgió en el rugby español una selección que un cuarto de siglo después obtuvo como principal logro acudir por primera vez en su historia a disputar la Copa del Mundo.
La hazaña, por desgracia, no se ha vuelto a repetir. En el horizonte de todos los aficionados está grabado a fuego el año 2023, la próxima cita mundialista. De aquella gesta todavía queda o, mejor dicho, quedaba un jugador en activo: Oskar Astarloa, que aún predica los valores de "trabajo", "humildad" y "compañerismo" propios del rugby.
"Los mismísimos All Blacks, con todo lo que representan, son capaces de dejarte limpio el vestuario en señal de respeto", enfatiza. El próximo 6 de septiembre cumplirá 46 años, una edad a la que muchos exjugadores de rugby se dedican a medida que pasa el tiempo a contar batallitas de forma cada vez más exagerada o a convertir en michelines lo que su día fueron músculos.
Concluida la temporada de forma abrupta por el Covid-19, Astarloa ha decidido por fin cortarse la coleta. O no, como diría el expresidente del Gobierno Mariano Rajoy. "Es que el modo en que acabó todo…", lamenta. Se refiere a la decisión federativa de descender al Hernani, su hasta ahora último club.
Es cierto que a nivel deportivo las posibilidades de salvarse para el equipo guipuzcoano eran escasísimas. Solo habían ganado un partido en toda la temporada. El caso se asemeja a lo ocurrido en la máxima categoría del fútbol femenino pero con resultado diferente.
El Espanyol, con su casillero de victorias en blanco, ha conseguido la permanencia. Como amante del rugby acata la decisión sin rechistar. Eso sí, reconoce que "no me gustaría terminar así, pero para volver a jugar en División de Honor tendría que sonar mucho la flauta".
Un momento para la historia
Al mirar por el retrovisor la nostalgia fluye cuando recuerda sus vivencias de aquel 10 de octubre de 1999 en Edimburgo. El relato no es ninguna leyenda. Es la historia viva del rugby español y el espejo donde los más jóvenes se tienen que mirar.
Astarloa salió al campo con el número 5. Frente a ellos los Springboks de Sudáfrica, una selección que cuatro años antes había sido campeona del mundo y cuyo triunfo provocó que un país dividido durante muchos años por sus luchas raciales se uniera en torno a la figura de su líder Nelson Mandela.
Los españoles aguantaron con su marcador a cero durante más de 20 minutos. Perdieron 47-3 y una semana más tarde cayeron contra Escocia, en el mítico campo de Murrayfield 48-0. A partir de ahora, en su condición de seleccionador sub18, su meta es formar a los jugadores jóvenes para transmitirles su experiencia y tratar de convencerles de que llegará el día en que podrán plantar cara o incluso a ganar a algún equipo galáctico.
Astarloa recuerda ese partido a su manera. "Llevaba mucho tiempo sin verlo y el otro día cuando lo dieron por televisión se me pusieron los pelos de punta". Y claro, le invadió la nostalgia. "Es que llegaba a todos los sitios y estaba en todas las salsas". Su relato comienza con la salida de hotel al campo de rugby.
"Íbamos en un autobús escoltados por la policía y había gente en la calle aplaudiéndonos. Parecíamos unos héroes. Una pasada". Ya en el campo no se olvida del número 5 de Sudáfrica. "Era un animal de 120 kilos. Tengo su camiseta que me puede servir como falda y su pantalón donde en el hueco de la pierna derecha caben las dos mías".
Tampoco de haberse visto las caras con el que algunos consideran el mejor pilier springbok de la historia: Os Du Randt, "que corría, placaba y pasaba muy bien". Fue un partido entre profesionales "contra una banda en la que cada uno tenía su propio trabajo al margen del rugby".
Ni fútbol ni ciclismo, rugby
Elorrio, el pueblo donde creció, es poco conocido fuera del País Vasco y eso que fue cuna personajes con pedigrí como el misionero Balendin Berriotxoa (el segundo patrón de Vizcaya), el exlehendakari José Antonio Ardanza o la televisiva Anne Igartiburu.
Tras una intentona muy poco exitosa en el fútbol y probar en el ciclismo, en 1989 comenzó a dar sus primeros pasos en el rugby en el Elorrio Rugby Taldea. Eran los tiempos donde a la ausencia de técnica se unía la inexistencia de táctica alguna. "Tu coge el balón, tira para adelante y no la pases", le decían a un chaval de 1,90 de altura y de más de 90 kilos de pesos. Debió seguir a rajatabla las instrucciones porque el Getxo le llamó para jugar en División de Honor con tan solo 19 años.
Con el poderío físico de los privilegiados su nombre empezó a sonar a nivel nacional sin traspasar la muga (frontera). Y es que la posibilidad de jugar en alguno de los equipos de campanillas vascos del norte (iparralde) como el Aviron de Bayona o el Biarritz Olympique era por aquel entonces un sueño casi inalcanzable para los jugadores del sur (egoalde).
Hubo un momento en que la suerte o el destino se cruzaron en su vida. Fue a raíz quiso de una llamada para jugar con los Euskarians, una especie de selección no oficial de jugadores de rugby de ambos lados del río Bidasoa.
El partido se disputó en Anoeta frente un combinado de Irlanda del Norte. Como es lógico la alineación de los Euskarians estuvo repleta de jugadores de iparralde procedentes de San Juan de Luz, Hendaya, Bayona, Biarritz o Mauleon ya bregados en mil batallas.
Astarloa salió en la segunda parte y logró un ensayo. Su fortaleza no pasó desapercibida para los ojeadores que se habían desplazado hasta San Sebastián. Peio Dospital, presidente por aquel entonces del Aviron, le invitó a entrenarse unos días con su equipo que militaba por aquel entonces en la segunda categoría del rugby galo.
No fue un cualquiera el que se fijó en el elorriotarra. Se trataba de un pilier que llegó a disputar 27 partidos con Francia y que en 1981 ganó el mítico torneo del V Naciones.
Aventura francesa
Poco después Astarloa hizo otra prueba con el Olympique para acabar finalmente con les bleus et blancs de l'Aviron Bayonnais, tal y como les define el himno que canta la Peña Bayona. Estuvo tres años en el equipo de Dospital.
Llegó incluso a disputar sin éxito los playoffs de ascenso para recalar después en el San Juan de Luz que, por buscarle una similitud con el fútbol, se podría decir que estaba en la Segunda B del rugby francés, una categoría que pese a todo estaba a un nivel competitivo superior al de los equipos españoles de División de Honor.
Su meta era jugar en la élite francesa y hacerlo con el Aviron solo suponía recorrer de nuevo otros 20 kilómetros más en coche. Así que regresó a Bayona donde otro compañero de selección y con récord de caps (93), el guipuzcoano Fran Puertas, había dejado años atrás un gran sabor de boca.
Consiguió jugar en el TOP 16 (máxima categoría del rugby galo) más de seis partidos dejando atrás su estatus de amateur para ser un profesional más de plantilla. De aquel chaval de Elorrio que jugaba a rugby por amor al arte pasó a convertirse en un trabajador asalariado obligado a entrenarse casi a diario mañana y tarde.
En Bayona aprendió a cocinar "porque tenía tiempo" y tuvo su primera nómina. "Me dejaron una casa y llegué a cobrar unos 3.000 euros al mes". No era el mejor pagado. "Había pilieres o gente con puestos tan específicos como el de apertura que podían llegar a cobrar hasta 8.000 euros", afirma.
El primer año las cosas rodaron bien. "Tengo ganado un partido contra el Toulouse", evoca refiriéndose al equipo que había sido campeón de Europa el año anterior y que en aquella época contaba con varios internacionales galos como Fabien Pelous, Frédéric Michalack, Vincent Clerc o el actual entrenador del Aviron Yannick Bru.
Su gesta no tuvo mucho eco mediático en España. De hecho muy pocos saben que ese fin de semana Astarloa fue elegido dentro del mejor XV de aquella jornada de la Liga Francesa luciendo el número 8 a la espalda.
Pese a su éxito personal y a conseguir la permanencia el primer año en una competición tan dura e igualada ahora denominada Top 14 el club cambió de entrenador y todas sus expectativas se difuminaron. De la noche a la mañana pasó al más completo ostracismo.
Lo intentó al año siguiente. Llamó a las puertas de la Section Paloise de Pau y nadie se las abrió. Optó por cruzar de nuevo la frontera para enrolarse en el Ordizia, una localidad situada a media hora en coche de su pueblo y cuyo equipo acababa de ascender a División de Honor. El confort es un seña de identidad en la carrera de Astarloa porque apostó siempre por jugar cerca de casa.
Lo demuestra el hecho de que sus siguientes equipos fueron el Bera Bera de San Sebastián y el Gernika, un club en el que hizo historia al formar parte del grupo que consiguió derrotar por primera vez en dos ocasiones consecutivas al Rovigo italiano en la Challenge Cup.
"Formamos un grupo de gente fabuloso. A nivel deportivo íbamos lanzados. Sólo habíamos perdido un partido en la Liga pero el dinero se acabó y, claro, la gente se desperdigó", admite con resignación.
Una última aventura
Como jugador de seven (rugby a siete) Astarloa formó parte del equipo que en 2001 acudió al mundial de Mar de Plata en Argentina. Llegó hasta semifinales de la Copa de Plata. Los rusos frenaron en seco sus aspiraciones. Al cumplir los 41 años parecía que sus días de gloria como jugador de élite había quedado atrás.
Tal vez por matar un poco el gusanillo del rugby optó por enrolarse en un equipo de División de Honor B como el Durango, también a pocos kilómetros de Elorrio. Otros tres años haciendo lo que más le gustaba no fue tiempo suficiente como para ir madurando la idea de la retirada. Al contrario. Fue un acicate para volver a la máxima categoría del rugby. El Hernani le tendió la mano y no lo dudó.
Casado y con dos hijos, Astarloa trabaja para la empresa forestal que tiene desde hace años en Elorrio. Mata el tiempo en el monte cortando árboles con hacha o motosierra mientras mira de reojo su móvil por si le llega una oferta. "Si me llaman el contrato se lo paso a la mujer y si me dice que no, pues lo dejo".
Su pasión por enseñar todo lo que ha aprendido en el mundo del rugby le ha llevado a entrenar desde hace dos años a los delanteros de la selección española sub18. El año pasado llegaron hasta semifinales del Campeonato de Europa pero este año el Covid-19 ha impedido repetir o incluso superar la hazaña. Seguro que Astarloa lo volverá a intentar.
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