Mike Tyson ha superado suficientes problemas en su vida como para ceder ante el coronavirus. Tenía en la mente volver a un cuadrilátero. La pandemia, que sigue castigando a gran parte del planeta, no va a cambiar lo más mínimo sus planes. Como mucho modificará todo lo que respecta al público, pero la idea del del Brooklyn sigue intacta.
El mito del boxeo volverá a ser el de antes. No en personalidad ni en el físico, pero sí en los golpes. Se subirá al ring en septiembre y por una buena causa. Un plan que venía trazando desde hace meses y que finalmente se ha decidido a organizar para el día 12. La noticia ha sido bien recibida y confirma lo que el propio deportista había demostrado en redes sociales: que está preparado para lucir su mejor versión.
Tyson no ha pasado años nada fáciles. Pero, curiosamente, puede que desde que dejara el boxeo y se retirara de la profesión haya vivido los momentos más felices de su vida. Centrado en sus negocios, con su familia, siguiendo una rutina de vida saludable y manteniendo hábitos culturales que ya comenzó a fomentar con su paso por la cárcel.
Kid Dynamite, en resumen, es una persona difícil de 'pillar'. Repleto de incógnitas, rompe prejuicios y es sorprende a cada instante. Un boxeador que pasó por la cárcel, le mordió la oreja a un contrincante y que tocó fondo por sus adicciones, difícilmente podría remodelarse hasta el punto de querer ser actor, empresario y una persona culta capaz de debatir sobre política sin clichés. Hasta realiza monólogos.
Así es Mike Tyson. Un tipo de barrio humilde que encontró en el boxeo la mejor salida y que, a base de errores y más errores, ha alcanzado el punto de calma absoluta. Alguien que se tatúa al 'Che' Guevara o a Mao y que, sin embargo, es amigo de Trump y adorador de Obama. Este último no por ideología, pero sí por referente en la historia moderna.
Un evento por todo lo alto
12 de septiembre de 2020. Es la fecha marcada por Mike Tyson y la organizadora Legends Only League -que pertenece al boxeador- para su regreso a los cuadriláteros. No será una pelea oficial, ni mucho menos, pero nadie duda de que tendrá una gran carga emocional similar a las que le permitían proclamarse campeón mundial.
Su rival, más joven, será Roy Jones Jr. 51 años y una larga trayectoria a sus espaldas, también con grandes números cosechados a base de golpes. Su último combate fue en 2018, por lo que llega algo más rodado que Tyson -se retiró en 2005-. En principio no se espera que tengan que utilizar casco, pero sí guantes y, además, más grandes que los habituales. Pasarán pruebas médicas y también test del Covid-19.
Jones Jr., que a nivel mediático es menos conocido, hizo historia en el mundo del boxeo. Es el único capaz de convertirse en campeón de los pesos pesados habiendo comenzado su carrera como peso superwélter. Toda una evolución que le situó entre los mejores luchadores del planeta.
Los 29 años en el mundo del boxeo profesional le avalan. Logró 66 victorias en toda su carrera y solo nueve derrotas. Grandes números reforzados por los 47 K.O que consiguió en los combates. Para ponerlo en situación: Tyson sumó 50 triunfos en 56 combates y 44 de ellos por K.O.
Ambos se citarán en el Dignity Health Sports Arena. El aforo del pabellón está entre los 25.000 y los 27.000. La duda es si podrá completarse, pues la expansión del coronavirus no cesa y Estados Unidos sigue como uno de los países más afectados por la pandemia. Esto supondría un ligero golpe a los ingresos, pero conociendo a Tyson buscará cualquier solución al tema económico.
La pelea se retransmitirá por televisión de pago. Pero no solo será un cara a cara de boxeo a ocho asaltos, sino un espectáculo al que acudirán cantantes de reconocido prestigio para amenizar el día. Snoop Dog, Lil Wayne, Future, The Weeknd o Pitbull, entre los nombres adelantados, estarán presentes durante la jornada.
Todos los ingresos serán destinados a fines benéficos como el apoyo a asociaciones que trabajan con jóvenes con adicciones.
Tyson 'el empresario'
Confiar en el éxito empresarial de alguien capaz de gastarse 300 millones de dólares, en su mayoría en drogas, es complicado. Con Tyson eso no pasa y los datos así lo reflejan. Él, después de superar sus adicciones, ha defendido el uso terapéutico del cannabis. Una medida aplicada en varios Estados del país y en otros lugares del planeta.
Más allá de los beneficios para la salud que pueda tener su aplicación, es un hecho que tiene un potencial beneficio económico. Por 2016 fundó el Tyson Ranch, todo un parque de atracciones de la marihuana. Aproximadamente 16 hectáreas para cultivar, estudiar y venderla. Cerca del 50% del terreno se destina al uso medicinal. El tamaño del terreno no está claro, pero es lo suficientemente grande como para soñar con mejorar el proyecto.
Los ingresos que está logrando generar son importantes. Algunas cifras apuntan al medio millón mensual. Tal ha sido su crecimiento que uno de los socios de Tyson quiso ponerse el nombre de la empresa al Camp Nou. Por el momento, ya están preparando una especie de resort en el Tyson Ranch para captar un target de clase alta y la idea de crear una universidad que investigue este mundo va ganando enteros.
"La consistencia y la calidad están en el centro de nuestra empresa con la misión de hacer que el cannabis se entienda universalmente". Todo un lema.
El regreso del mito
El Mike Tyson que peleará en 2020 poco tiene que ver con el que 1985 o, peor aún, con el de finales de los 90. Además de lucir 54 primaveras bien curtidas a la espalda, su personalidad y mentalidad es otra diferente. Sus experiencias vitales, al fin y al cabo, son las culpables de este desarrollo.
Su primera suerte fue encontrarse con Cus D'Amato, el entrenador que le encarriló en el mundo del boxeo y que le dio todo tipo de lecciones de vida. Entre otras, la de la igualdad racial en pleno apartheid. Con poco más de 20 años hacía historia: campeón del mundo más joven de los pesos pesados en 1986.
Con la llegada de los 90 empezaron los problemas. La mala vida. El inicio de la decadencia. En 1992 entraba a prisión por una violación que él siempre ha negado. De diez años de condena solo vivió tres por buena conducta. Entre rejas, sin embargo, recapacitó, leyó Hemingway o Tolstói. Y tuvo sexo, mucho sexo.
Seis años después del primer varapalo, en 1996, volvió a tocar la gloria. Tyson se reencontraba con la victoria mundial. Había esperanzas. Pero nada, era solo un espejismo y se avecinaba lo peor. En 1997 se produjo su famoso mordisco en la oreja de Holyfield, ahora amigos, donde acabó descalificado. En 2002 perdió ante Lennox Lewis. En 2005 dijo adiós. Y en 2020, 15 años después, el mito vuelve reformado por completo.