Queda muy, muy poco tiempo para que dé comienzo de forma oficial la temporada de escalada e intentos de ascensión a la cima del mundo, el Everest, que se eleva a unos 8.848 metros sobre el nivel del mar teniendo en cuenta las últimas mediciones realizadas entre los años 2019 y 2020 y que concluyeron con este nuevo registro oficial a finales del año pasado.
El punto más alto del planeta se eleva imponente sobre el resto rozando los 8.850 metros y lo hace después de uno de los años más extraños de su historia. Desde la primera ascensión documentada que data del año 1953, el Monte Everest ha estado sin recibir apenas gente debido a la llegada de la pandemia. Sin embargo, los efectos de la Covid-19 no se han terminado para el coloso del planeta.
Ahora que quedan ya solo unas semanas para que entre de lleno la temporada de ascensiones, ya que mayo es el mes idóneo por las condiciones climatológicas para hacer cima, el virus le muestra todo su poder devastador a la montaña más alta del mundo y es que la Covid-19 también ha conseguido conquistar el Everest.
El Everest da positivo
Hace unos días saltaron las alarmas en la montaña más alta de planeta. No fue evidentemente a lo alto de sus 8.848 metros, sino que fue en el campo base donde se ha registrado un positivo por coronavirus, lo que ha puesto en jaque a todos los allí presentes y lo que ha creado un enorme revuelo cuando queda ya muy poco para dé comienzo la temporada de ascensiones, situada siempre en torno a la segunda semana de mayo aunque dependiente del tiempo.
Hasta ahora se había tenido la esperanza de que la Covid-19 no llegará hasta una zona tan delicada y se habían puesto muchas medidas para ello, pero no ha sido suficiente. Todo ocurrió cuando una persona presente en una expedición fue trasladada al hospital de Katmandú aquejado de lo que parecía ser un edema pulmonar de gran altitud. Sin embargo, el paciente, que había sido evacuado en helicóptero, dio positivo en la prueba del coronavirus a su llegada al centro médico, por lo que todos sus compañeros de expedición se vieron obligados a ponerse en cuarentena, también cercanos a la gran cima del mundo.
Tal y como reconocen fuentes pertenecientes a los equipos que trabajan día y noche en el Himalaya y en el Monte del Everest, la preocupación en estos momentos en la zona es real, ya que se han tenido que suspender muchos movimientos por dicha cuarentena, lo que podría provocar colapsos y atascos en las áreas de ruta y también en el campo base, que podría quedar ocupado y sin plazas si las personas llegan hasta allí y dan positivo. Lo que realmente temen en estos momentos es que el campo base se convierta en una zona de aislamiento masiva y que las expediciones regueros de contagios que hagan del Everest una trampa casi mortal para ellos.
Temor en el Everest
A los riesgos lógicos de toda ascensión de estas características y a todos los peligros que se pueden encontrar en zonas de tanta altitud y de condiciones tan extremas, la Covid-19 ha generado un estado de alarma tal que ha provocado que la preocupación sea mayúscula. Desde la Asociación de Rescate del Himalaya aseguran que el estado de nervios y de tensión ante esta situación es máxima ya que comparan cada positivo que se registre en el campo base con un terremoto, especialmente cuando el Everest se convierta en un ir y venir de cientos de personas.
El mayor temor en estos momentos, además de los propios positivos, es la dificultad que se tiene en estas situaciones de poder detectarse, ya que se han dado cuenta que los síntomas propios de la Covid-19 son muy similares a los que provoca el mal de altura, algo muy común en zonas que se encuentran tan elevadas. Ya ocurrió con el primer caso registrado en el campo base.
En ambos casos, los primeros indicios están relacionados con la tos, la pérdida de apetito y las dificultades respiratorias. Todos estos fenómenos, muy comunes entre los alpinistas y escaladores que se enfrentan ante retos como llegar hasta la cima del Everest, pueden estar siendo provocados por la Covid-19 y no por la altitud, lo que provoca que podrían estar enmascarándose sin intención y lo que se traduciría en un importante foco de contagios.
Además, existe otro riesgo muy importante en caso de contagios por coronavirus y es que está demostrado que el virus ataca principalmente a los pulmones, órganos que sobreviven, en el mejor de los casos, en condiciones extremas y con grandes padecimientos en este tipo de rutas. Para unos pulmones dañados por el frío, la mala alimentación, la falta de descanso y el cansancio, lo menos deseable es que se tengan que enfrentar al coronavirus ya que el daño podría ser irreversible e incluso podría acercarse hasta la muerte, sobre todo si la actuación no es rápida y entran en juego las dudas con otro tipo de enfermedades que se intentan 'dejar pasar'.
El temor aumenta aún más si se tiene en cuenta la dificultad que existe en los posibles traslados de enfermos hasta los hospitales más cercanos o las consecuencias que podrían pagar incluso personas que ya han padecido la enfermedad, pero que padecen secuelas como el cansancio crónico severo o riesgos de trombos.
Nepal busca soluciones
Para intentar que la situación se convierta en una verdadera catástrofe, Nepal, país encargado de controlar la mayoría de los accesos, ascensiones y de formalizar los permisos de ascensión, ha intentado elaborar una lista con una serie de medidas que persiguen que la temporada de escaladas y expediciones no se convierta en una auténtica masacre por culpa de la Covid-19.
Los riesgos son muy altos ya que procederán personas desde todos los rincones del mundo con índice de contagios y de vacunación totalmente diferentes, lo que puede suponer también un problema para controlar los niveles reales de seguridad sanitaria que se tengan una vez hayan comenzado las rutas.
Los esfuerzos de las autoridades nepalíes se centrarán en que el Everest no se convierta en una gran aglomeración de escaladores en una temporada en la que se espera superar, una vez más, el récord de licencias expedidas y de escaladores presentes por las laderas de la cima del mundo.
Las autoridades tienen la intención de escalonar las expediciones en varios grupos dependiendo de las ventanas meteorológicas que se puedan crear para hacer cima. De esta forma, saldrá un primer grupo después de que la zona haya sido perfectamente asegurada y de que las cuerdas y escaleras estén fijadas a la cima. Una vez concluida la primera ventana saldrá un segundo grupo cuando se haya fijado la segunda ventana y así se producirán los ascensos sucesivamente hasta que el tiempo deje de ser favorable. Este ritmo deberá ser controlado por los diferentes equipos de expedición situados en la montaña y nunca se podrán exceder las 170 personas por día.
Las previsiones que se han realizado para este año es que haya un total de 400 escaladores con licencias expedidas por parte de Nepal, lo que superaría el récord establecido ya en 2019 con 381. El hecho de que el pasado año no se pudiera acceder por la pandemia ha provocado que las ganas por afrontar este reto aumenten. En estos momentos ya se han expedido casi 380 permisos.
Todos esperan que el tiempo acompañe para que el control exhaustivo pueda llevarse a cabo con mayor eficacia y para que se eviten las aglomeraciones y los atascos, algo que se puede comprobar año tras año. Los elevados costes de los viajes, hacer cima en el Everest puede costar entre 40.000 y 90.000 dólares, y el hecho de que el dinero no sea reembolsable, provoca que los ánimos y la tensión se apoderen de la situación con bastante frecuencia. Nadie quiere abandonar ni quiere perder su oportunidad de escalar y de llegar lo más lejos que pueda. Sin embargo, este año están en juego en el Everest algo más que el dinero y los peligros habituales porque la Covid-19 también quiere coronar el techo del planeta.
[Más información: Kilian Jornet y sus retos más extremos: 'vida o muerte' en el Everest y 24 horas sin parar de correr]