Sobrevivir al triángulo de las Bermudas, cruzar el desierto de Atacama, nadar entre tiburones ballena, remar cinco días seguidos en el Amazonas, ir al Aconcagua en bicicleta, ascender tres veces el Kilimanjaro en cinco días... Estos son algunos de los retos imposibles que aparecen en el currículum de Rubén López.
En un mes, a partir del 25 de octubre, realizará por primera vez el Camino de Santiago. Lo hará, como no, a su modo: recorriendo 790 kilómetros en cinco días, a una media de 135 km diarios. Es un capítulo más de su proyecto 8XWORLD, ocho retos deportivos jamás realizados con el fin de recaudar más de 100 toneladas de alimentos para los más necesitados en todo el mundo.
Su próximo reto es solo la 'excusa' para hablar distendidamente con un hombre capaz de darte una lección de vida (o varias) solo con una charla. El periodista que escribe, tras casi una hora al teléfono con Rubén, no se quita desde entonces una frase de la cabeza: "La gente va muy rápido. No mira al cielo, no se mira a sí mismo en un espejo, no se pregunta si donde está es donde quiere estar".
Porque "la vida es un viaje solidario", como bien dice este aventurero que a su vez es CEO de Fundación Invencible. Desde los 14 años hace deporte, por entonces a otra escala, claro está, y en 2016, tras colaborar con grandes fundaciones y sin poder ver en primera persona lo que se hacía en ellas, decidió montar la suya propia para ayudar a otras ONGs que no tenían recursos ni visibilidad. Y, ¿cómo entendió que generaría más visibilidad? Haciendo "algo muy loco".
El frío, su primer reto
Empezó enfrentándose a su mayor enemigo: "Yo soy una persona muy friolera y me dije 'vamos a ver, si quieres hacer estas cosas y si quieres ayudar a la gente haciendo cosas extremas, lo que peor llevas es el frío, tío. ¿Serás capaz de estar a -30 grados?'. Y entonces me fui al Polo Norte", cuenta a EL ESPAÑOL. Así pasó seis días en modo supervivencia en un trineo y haciendo rutas de 30, 40 y 50 km todos los días: "Siempre entendí el deporte como una línea para desafiarte a ti mismo", recalca.
Como parte de 8XWORLD, ha estado en los últimos meses en Honduras y en Puerto Rico. Allí hizo retos como estar tres días seguidos en una bicicleta fija en un rodillo superando la barrera de los 2.000 km o realizar la travesía de los tres volcanes en 20 horas (cuando estaba programado hacerlo en 35). Recaudó 23 toneladas de comida: "Los problemas más esenciales no se solucionan porque la gente no se pone pilas. Si yo puedo recaudar tantas toneladas, imagínate lo que se podría llegar a conseguir...", reflexiona.
Los retos tienen su aquel. Por ejemplo, Rubén nunca se prepara en el lugar en el que luego va a realizar el desafío: "Si estás preparando un reto de estas características en el sitio donde luego vas a tener que ir a hacerlo, mentalmente estás quemado y fundido. No tienes la ilusión. Siempre es mejor llegar 'virgen' de esas emociones para que eso luego te dé el empujón cuando lo estás pasando mal".
- ¿Y siempre haces los retos sin compañía?
- "Cuando uno hace estas cosas es mejor depender de uno mismo. No puedes escalar la cumbre del Everest preocupado de si el de atrás va bien o va mal. Sino pierdes tu foco y entonces es cuando la cosa se puede complicar".
La soledad en lo extremo
En esa soledad también pasan muchas cosas por la cabeza: "Tienes que tener muy claro que la única persona que está allí eres tú y que la única persona que te va a sacar de allí eres tú". El sueño, el hambre, el frío o la humedad son factores para los que se prepara mentalmente y así cuando llegan se dice a sí mismo: "¿Te acuerdas que dijimos que no te ibas a preocupar?". Solo así se puede batallar en sitios como el Amazonas o el Polo Norte.
"Es cierto que ese silencio te lleva muchas veces a la lágrima, a la emoción de ver amanecer en el Amazonas, con los delfines rosados saltando delante de tí, con el cielo que se mezcla con el agua... Son sensaciones, obviamente, que te vas a quedar para ti solo. Muchas veces te gustaría darle un codazo al de tu lado y decir 'mira, mira' y no tienes a nadie, pero es difícil poder compartir eso físicamente con alguien", explica.
Cuando se alcanza lo extremo ya multiplicado se llega a un estado de nirvana
Es curioso también saber cómo se enfrenta a estos retos imposibles: "Es importante que la gente entienda que el éxito o el fracaso, ya no solo en el deporte, sino en todo en la vida, consiste en no perder el foco, mantenerte en equilibrio, no perder la perspectiva y no abandonar". Aunque a veces todo eso venga acompañado de sufrimiento como el de muchos de sus retos. Él disfruta: "Se llega a un estado de nirvana cuando se alcanza lo extremo multiplicado. Dices 'Wow, qué bien. Te estaba esperando. Ahora vamos a por lo 'bueno''".
El triángulo de las Bermudas
Después de que a uno le cite tantas aventuras tan impresionantes, la pregunta se hace sola: "¿Cuál ha sido el reto que más te ha llevado al límite?". Y le añado una segunda cuestión: "¿Y la que más te haya emocionado?". Antes de darme una respuesta me hace un inciso: "Parece que pueden ser dos preguntas muy diferentes y antagónicas, pero muchas veces, cuando lo pasas muy muy mal y llegas a tu límite, cuando luego lo consigues, eso se transforma en una alegría, una pasión y una emoción desmedidas".
Ahora sí, su experiencia más extrema: "Lo pasé muy mal en el triángulo de las Bermudas. Fueron 20 km, pero con un mar horrible. Venía tres días antes de estar en el desierto de Atacama, corriendo 280 km y me lancé al agua y dije 'aquí lo vamos a pasar muy mal'. Demasiado 'rock and roll' allí, mucho aire... Y fue muy duro. Miraba el barco de producción y me decían que quedaban alrededor de 10-11 km y después de hora y media nadando, levantaba la cabeza y me enseñaban el mismo cartel. Ponía 10 km. No me había movido y yo llevaba nadando ahí otra hora. Lo pasé francamente mal. Ni tan siquiera te podías parar porque si lo hacías la corriente te llevaba muy hacia atrás".
La conversación fluye y a uno le crecen las ganas indagar cada vez más en este estilo de vida: "La mayor droga para el ser humano es viajar [...] Es un gran aprendizaje y te das cuenta de que uno necesita lo que cabe en una mochila, no necesita nada más. Y te lo digo por la experiencia de que cuando estás en una barca seis días, no echas de menos nada".
- ¿Qué te dicen tus amigos y tu familia?
- "La familia, los amigos... Hay gente en algún punto que siente cierta envidia y dice 'me encantaría ver lo que ve Rubén, pero no quiero hacer todo lo que hace Rubén para verlo. Quiero eso, pero pónmelo de otra manera'".
Esta es la vida que ha elegido Rubén, de una punta del mundo a la otra haciendo retos inéditos, imposibles: "En la vida te da tiempo a hacer tantas cosas como quieras hacer. Hay que ser conscientes de que la vida es un viaje solo de ida. No hay otra oportunidad. Cuando es 'game over', es 'game over'. No hay más 'coins' para meter".
Lo del viaje "solo de ida" es algo que aprendió de bien pequeño, cuando la idea de morirse algún día le atormentaba. Desde entonces, Rubén, que se define como alguien "muy autómata", lo tiene claro: "De la vida no te vas a llevar los coches, no te vas a llevar las casas, no te vas a llevar nada... Viniste sin nada, viniste desnudo y desnudo te iras".
Y añade: "Tú miras en casa todas las cosas que tienes, que te han costado un dinero, y te ha costado un tiempo para conseguir ese dinero para comprar esas cosas que luego dices 'esto no lo necesito' o 'esto no me lo pongo'. Y si vas sumando y sumando es mucho tiempo transformado en dinero transformado en cosas innecesarias".
Un "viaje solidario"
Volviendo al "viaje solidario" que es la vida para Rubén, reivindica que para verla así "no tienes que irte a África. Empieza con tu vecino con decirle buenos días en el ascensor". Y por eso hay un aspecto que saca en positivo de la pandemia del coronavirus, "que ha sido una pandemia global". "Si esto llega a ser solo en África, no hubiera habiado vacuna. Y esto es una realidad. Pero como nos ha tocado a todos pues hay ocho vacunas diferentes que han sacado en siete meses, cuando eso nunca en la historia de la humanidad había sucedido. La pandemia ha sido global y nos ha tocado a todos, a los que tienen, a los que no tienen, a los ricos, a los pobres, a los millonarios, a los no tan millonarios y todos se han tenido que poner la misma vacuna".
Porque Rubén es de los que aplauden al tipo que está en 4º de enfermería y lo deja todo y se va a cumplir su sueño: "Aquí se viene a cumplir nuestros propios sueños, no los sueños de los demás. Hemos venido aquí a vivir nuestra única vida". "Que a lo mejor luego hay otra", se cuestiona sobre la vida, pero como no se acuerda de haberla vivido antes, vive la suya y al límite.
Hay gente que acaba el día y no ha mirado al cielo
La conversación ya se ha vuelto en una sobre cuestiones existenciales: "La gente no es consciente de que nos vamos a morir. A veces lo pienso. Yo veo la gente y digo, 'pero ¿este piensa alguna vez, algún segundo, que algún día se va a morir?'". Entonces deja una frase, que ya cité al comienzo de este reportaje, que da para pensar: "Hay gente que acaba el día y no ha mirado al cielo". O esta otra: "La gente no hace el ejercicio de ponerse delante del espejo, mirarse y decirse: 'A ver, tío, ¿cómo estás?' No hacen el ejercicio de hablarse a uno mismo". Porque, como dice Rubén, al final del día, cuando te das la vuelta en la cama, aunque al lado tengas a tu pareja, estás solo con tu cabeza: "Y si no te llevas bien contigo, si no te entiendes, al final haces de tu única vida un desastre".
Rubén, que siempre se ha resistido a descargarse WhatsApp, sueña con un mundo que no sea ese "universo de queja constante" en el que estamos. Porque él ha vivido la realidad de países como Uganda, donde el único fin de su gente es tener comida para mañana "y a ver si mi madre no se muere". "Y me voy a quejar yo de qué", sentencia. Él seguirá haciendo retos extremos y con ellos un mundo mejor a su alrededor. Su próxima parada será el Camino de Santiago y la siguiente, que ya tiene preparada, México. Pero esa será ya otra historia.