Pocas veces una muerte ha supuesto un acontecimiento más significativo para el mundo del atletismo. Lamine Diack falleció dejando tras de sí una cierta confusión sobre lo que va a suceder alrededor de la figura de una persona que fue durante 16 años presidente de la Federación Internacional de Atletismo, la antes conocida como IAAF y que ahora se denomina World Athletics.
Sin embargo, el problema con la muerte de Diack, más allá de la pérdida de una vida, está con todas las polémicas que había alrededor de su cargo y que podrían ahora sufrir algunas variaciones. De hecho, muchos se preguntan cómo se afrontarán ahora las investigaciones si uno de los principales protagonistas ya no puede rendir cuentas ni dar información sobre ellas.
El nombre de Lamine, además de estar relacionado con cargos como la presidencia de al IAAF, está profundamente ligado a los casos de dopajes vividos en Rusia en la última década, algo por lo que fue investigado y juzgado en el año 2020. Sin embargo, a Lamine ya no hay condena que le importe después de haber encontrado el fin de sus días a los 88 años, algo que ha lamentado profundamente su familia desde Senegal, la tierra natal de este amante del atletismo que se perdió entre el camino del dinero y del poder.
El error de Diack
Diack, fallecido en Dakar esta semana, fue presidente de la IAAF desde 1999 hasta 2015, por lo que bajo su mandato han tenido lugar los casos más graves de dopaje en el atletismo ruso y otros procesos como las concesiones de los Juegos Olímpicos de Pekín 2008, de Londres 2012, de Río de Janeiro 2016 y de Tokio 2020. Nació en 1933 y fue un amante de deportes como baloncesto, fútbol, tenis o voleibol, aunque sus pasos fueron encaminados hacia el salto de longitud.
Ahora, su familia, que quiere olvidar lo sucedido alrededor de la figura de Lamine y que se le recuerde solo por su amor al atletismo, ha anunciado con un profundo pesar su pérdida: "Sí, mi padre acaba de ser llamado con Dios, nos hubiera gustado que siguiera acompañándonos, pero se ha marchado". Así hablaba su hijo Papa Massata, quien también ha estado involucrado en algunas tramas lideradas por Lamine.
La historia de Diack saltó a los medios de comunicación de manera imparable el pasado año, cuando fue condenado a cuatro años de prisión por algunos de los escándalos con los que se le había relacionado durante años y que le llevaron a embolsarse varios millones de euros derivados de tramas de dopaje y tráfico de influencias. La justicia francesa fue la encargada de hacerle rendir cuentas por algunos de sus desvíos.
El escándalo más señalado y que le hizo ponerse delante de un tribunal fue favorecer a atletas rusos para iniciar tramas de dopaje relacionadas con los casos que Rusia impulsó a nivel nacional. En el atletismo, la forma de entrar era teniendo contento a Diack, cuya cuenta corriente no paró de crecer desde el año 2010. Este dinero necesitaba una salida y ahí es donde entraba Massata, con quien montó un completo entramado empresarial para desviar fondos hacia paraísos fiscales y quedarse con ganancias que debían haber ido a parar a la IAAF. Una vez empezaron a meter la mano en la caja, ya no pudieron parar.
Una carrera entre sombras
El gusto de Lamine por los altos cargos empezó desde muy pronto, ya que la presidencia de la IAAF solo ha sido la punta del iceberg. En 1973, fue elegido como el primer presidente de la Confederación Africana de Atletismo, ocupando así su primer cargo de importancia, el cual aprovechó para hacer sus primeros contactos en la élite. El siguiente paso fue su llegada al COS, el Comité Olímpico de Senegal, del que fue presidente desde 1985 hasta 2002. Este cargo lo compartió con su presidencia de la IAAF durante algunos años, pero no fue el único.
En su carrera por las élites políticas, Lamine siempre presumió de haber sido ministro de Juventud y Deportes del país, alcalde de Dakar y diputado de la Asamblea Nacional senegalesa. Pero todo se vino abajo en 2015, cuando empezaron a tirar de los hilos de una manta que había tapado sus escándalos año tras año. Fue ese año cuando sufrió su primera detención en París junto a su mano derecha, su abogado Habib Cissé, quien también fue condenado.
Las investigaciones se habían iniciado alrededor del año 2012 cuando los escándalos de dopaje rusos empezaron a salir a la luz tras la queja de varios atletas del país contra un sistema que estaba podrido. Rusia fue excluida de las competiciones internacionales y grandes jefes del deporte como Lamine Diack empezaron a caer con todo el equipo.
Y en el año 2020 se consumó su desdicha cuando fue declarado culpable de corrupción activa y pasiva y de abuso de confianza. Fue condenado a cuatro años de prisión, dos de los cuales estuvieron exentos de cumplimiento, y pagar una multa de 500.000 euros. Esa no fue su única mala noticia ya que entre los acusados en el juicio Papa Massata Diack, quién está en Senegal y sobre el que pesa una orden de arresto internacional. Él recibió la mayor condena: cinco años de prisión y una multa de un millón de euros.
Los últimos escándalos
El caso del dopaje ruso que se llevó por delante su carrera, la de su hijo y de todos los pertenecientes a la trama no se ha visto afectado por su muerte salvo por el no cumplimiento de esa condena de cuatro años. Sin embargo, otros casos que rodean su figura sí. Concretamente, aquellos que están investigando las concesiones realizadas a las sedes de los últimos Juegos Olímpicos, realizadas durante su presidencia en la IAAF.
Lamine Diack ha tenido abiertas otras causas en Francia por supuestas irregularidades con los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016 y de Tokio 2020. Sin embargo, es muy probable que eso ahora nunca se llegue a resolver, al menos en cuanto a lo que la figura de Diack atañe. Lo cierto es que hay sospechas muy fundadas que apuntan a procesos de corrupción para la atribución de estas sedes, pero también hacia otros eventos.
Dentro de esa gran lista destacan Mundiales de Atletismo de 2013 (Moscú) y 2021 (Eugene, EEUU) entre otros importantes eventos. Hasta su muerte, Lamine ha permanecido al igual que su hijo en Senegal, de donde no podía salir. Regresó allí en mayor después de estar en Francia, donde se le había retenido su pasaporte por todas esas investigaciones. Sin embargo, en un último chanchullo, esa prohibición fuera anulada y el Jaraaf, un club de fútbol senegalés que él mismo había presidido, pagó su fianza para su regreso.
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