Hace algo menos de un año, el judoca español Niko Shera le confesaba a EL ESPAÑOL cuáles eran sus planes de futuro. Su mirada estaba puesta en el oro olímpico de Tokio 2020, un objetivo que parecía casi una obligación después de la brillantez con la que había competido el georgiano nacionalizado español.
Niko se había proclamado dos veces de manera consecutiva campeón del mundo de su categoría, la de -90 kilos, algo que no había conseguido nadie en la historia. Por eso era el principal favorito a años luz del segundo para esa medalla. Sin embargo, su participación no fue en línea con lo esperado. Las sensaciones fueron malas desde el principio y los nervios, la tensión y la presión terminaron pasando factura a una de las mayores esperanzas de medalla de la delegación española.
Niko se marchó destrozado de Tokio sabiendo que había rendido muy por debajo de su nivel y recociendo que había perdido una oportunidad única, algo que todavía no ha conseguido superar del todo. Sin embargo, en aquella charla con este medio, Niko también contaba cuáles eran sus planes de futuro a largo plazo, esos que ahora le han ayudado a superar el mal trago de la presea perdida en Japón. Estos pasaban por subir de categoría, a la de -100 kilos, una que se iba a adaptar todavía mucho mejor a sus características y a sus capacidades físicas.
Debido a su tamaño y su potencia, Niko sufría para dar el peso y estar por debajo de los 90 kilos. Afirmaba que había etapas en las que incluso se moría de hambre, ya que el entrenamiento al que se sometía era extremo. Por eso decidió que tras los Juegos Olímpicos era el momento de dar el salto y subir un peldaño más. Y ahora, después de muchos meses de adaptación y esfuerzo, ya ha conseguido su primer gran éxito al colgarse su primera medalla continental en una prueba de su nuevo peso. El mejor Niko Shera está de vuelta.
Niko, de nuevo entre los grandes
Tras pasar unos meses complicados con ese cambio de categoría, Niko vuelve a sonreír. El judoca español se está encontrando con muchos problemas en esta nueva vida ya que la competitividad que tiene ahora es mucho mayor. Pero eso lo sabía antes de afrontar el gran reto de su carrera. Aún así, su escalada en el ránking se está produciendo de manera fulgurante y ya se ha convertido en uno de los mejores del nuevo peso, pasando del puesto 120 del ránking a meterse en los puestos de privilegio éxito tras éxito.
De la decepción sufrida en el Nippon Budokan de Tokio a la alegría vivida en este Europeo de judo celebrada en Sofía, Bulgaria. Niko Shera se alzó con el bronce, su primera gran medalla en su nuevo peso en una competición de esta importancia. Quizás no será la que más brille en su palmarés, pero sí será una de las que más ilusión le haga al judoca nacido en Tiflis.
Se trata de la confirmación de que su salto de categoría ha merecido la pena y de que todo el esfuerzo que lleva a sus espaldas ha sido por un buen fin. Y todo en menos de un año en el que Niko ha pasado por una auténtica montaña rusa de emociones y sentimientos. Ya tenía decidido cambiar de categoría antes de los Juegos Olímpicos de Tokio. Sin embargo, la pandemia terminó retrasando su decisión y ahora que se ha hecho realidad, está empezando a recoger los primeros frutos.
El judoca nacional comenzó su andadura en el europeo venciendo al rumano Asley Gonzalez. Después, en segunda ronda, se deshizo del búlgaro Boris Georgiev en una de sus mejores actuaciones. Solo 27 segundos de desgaste para cerrar la contienda por ippon. Ya en cuartos vinieron los momentos serios y el judoca afincado en Brunete no pudo con el polaco Piotr Kuzcera, que venía de ganar al líder mundial, el portugués Jorge Fonseca. Esta pelea le llevó a la repesca, donde volvió a ganar a su paisano Varlam Liparteliani.
Ahí se ganó su oportunidad para luchar por uno de los bronces que se ponía en juego. Niko no hizo su combate más brillante, pero sí el más inteligente. Shera fue capaz de medir todos y cada uno de los segundos que estaba durando la lucha para atacar en los momentos que era necesario y para no dejarse llevar ni por los nervios ni por la presión, como ya le sucedió en Tokio. Finalmente consiguió vencer al neerlandés Simeon Catharina para terminar logrando así su primer gran éxito en la categoría de -100 kilos. Es el primer momento deportivo que le vuelve a producir a Niko una felicidad plena y la confirmación de estar en el buen camino después de todo lo sufrido tras Tokio.
Un calvario con final
Aquellas derrotas sufridas en el Nippon Budokan donde tuvieron lugar las pruebas de los Juegos Olímpicos supusieron para Niko uno de los peores momentos de su vida deportiva. Terminó destrozado y roto por la rabia y los nervios. Tanto es así que necesitó apartarse del judo y de la competición durante unos meses para volver a limpiar su mente de malas vibraciones y ahuyentar así todos los fantasmas que surgieron a su alrededor. En aquel momento, solo tenía una cosa clara en la cabeza. Cuando volviera, tenía que ser para dar el salto a la siguiente categoría.
Para ello se preparó durante todo el final del año 2021 y el principio del 2022, donde ya inició sus primeras competiciones en su nuevo peso. Adaptar la alimentación, los ejercicios, las cargas y medirse con rivales que podían ser hasta 10 kilos más pesados ha sido un reto enorme al que todavía está adaptándose. Pero lo cierto es que las sensaciones en solo cuatro meses han sido muy positivas. La mejor prueba, esa medalla en el Europeo que le confirma ya como uno de los mejores.
Niko tuvo sus primeras competiciones de adaptación a principios de año y las sensaciones no fueron del todo positivas. El cambio le iba a costar e incluso tenía que acostumbrarse a algo que no había frecuentado en los últimos años: perder. Las dos primeras contiendas las perdió con claridad a las primeras de cambio. Pero fue en su tercer torneo cuando realmente volvió a brillar con luz propia.
En enero cedió en primera ronda ante el mongol Khangai Obbaatar en el Grand Prix de Portugal. Un mes más tarde cayó en segunda ronda ante el uzbeko Muzaffarbek Turoboyev en el Grand Slam de París. Pero el pupilo de Quino Ruiz estaba en el buen camino. Tenía que aclimatarse a su nuevo entorno y eso le iba a llevar un tiempo. Aunque menos del que esperaban.
En el Grand Prix de Antalya, en Turquía, Niko dejó su primera exhibición para demostrarle a todos que había llegado para poner el reinado de los -100 kilos en juego. Se estrenó con victoria ante el griego Panagiotis Papanikolaou. Después llegaron las victorias ante Simeon Catharina, su rival por el bronce en el Europeo, y ante el francés Cedric Olivar. Las sensaciones fueron óptimas en esas primeras contiendas y el equipo de Niko lo sabía. Sin embargo, la batalla clave que le hizo dar su primer gran salto en su nuevo mundo llegó en los cuartos de final.
Ahí venció a todo un clásico de la categoría, el azerí Elmar Gasimov. Seguramente esa haya sido una de sus victorias más brillantes de los últimos meses junto con la conseguida en semifinales contra el subcampeón del mundo, el serbio Aleksandar Kukolj. Cierto es que en la final no tuvo oportunidad ante el rey absoluto, Jorge Fonseca, quien es a la categoría de -100 kilos lo que Niko era a la de -90. Pero tiempo al tiempo, porque Niko progresa adecuadamente después de haber pasado por momentos muy malos y de un cambio que ha supuesto un antes y un después en su vida.
Aquella medalla de plata en Antalya y este bronce conseguido en Sofía han sido los primeros reconocimientos que ha obtenido Niko en su nueva etapa. Sin embargo, el objetivo está fijado a largo plazo. Quiere volver a ser campeón del mundo y, sobre todo, llegar a los Juegos Olímpicos de París 2024 para conseguir ese oro que se le escapó en Tokio cuando llevaba su nombre. A sus 26 años, Niko tiene por delante un futuro espléndido para seguir dominando en lo más alto.
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