Con 60 títulos por banda, revés cruzado a toda vela, no cortan el aire sino que lo fulminan por completo los raquetazos de un tenista serbio. Número uno del mundo al que deberían llamar, por su bravura, El Temido, en toda pista conocido del uno al otro confín. Y Doha no fue un alto en el grandioso camino de Novak Djokovic, que empieza 2016 como acabó 2015 aunque al otro lado de la red se encontrase Rafa Nadal. Ahora mismo, el número uno del mundo no entiende de rivales. Sólo lo hace de victorias, insaciable en su hambre de títulos (triunfo por 6-1, 6-2 este sábado).
Y, aun así, al tenista manacorí también le respetan, y mucho, en el circuito. Tanto o más que al serbio. Las 14 victorias en torneos de Grand Slam deslumbran en el palmarés de Rafa, aunque la memoria tire de cortoplacismo muchas veces y se centre en el presente más inmediato. Vale la pena recordar que el balance de los duelos entre Nadal y Djokovic, ahora favorable al segundo (24-23), favoreció un día al campeón español hasta por diez victorias de diferencia (4-14).
De ahí la admiración mutua que se profesan ambos gigantes de la raqueta, patente en cada uno de sus encuentros. La misma que lleva a Nadal a admitir, sin ningún tipo de tapujos, que ahora le toca a él hincar la rodilla, porque Djokovic está, de forma inapelable, en el mejor momento de su carrera. Su derecha encuentra los espacios vacantes sin omisión, su revés cruzado castiga cualquier atisbo de remontada y su mentalidad, que quizá pudo jugarle malas pasadas años atrás, es más fuerte que nunca.
Contra todo eso tuvo que pelear Nadal este sábado en Qatar. Aunque la final empezó con un intenso peloteo entre ambos campeones, pronto se decantó del lado de Djokovic. El tenis del serbio no pudo resultar más concienzudo tanto en el acierto, buscando siempre el punto más contundente, como en el error, resistiéndose hasta las últimas consecuencias para cometerlo. Cual titiritero, manejó los hilos de la marioneta de turno de su espectáculo como y cuando quiso, moviéndole de lado a lado de la pista sin remedio para acabar encontrando el lugar propicio para rematarle.
Nadal se mostró combativo, pero también humano. Su esfuerzo y buena actitud le llevaron a aprovechar los pocos resquicios que dejó Djokovic en forma de juegos (3 en todo el duelo). Poco más pudo hacer ante la exhibición tenística del número uno mundial, al que le costó tan solo una hora y 13 minutos deshacerse del actual quinto mejor tenista del ranking.
Aun mejorando sus sensaciones con respecto a 2015, y con el '¡Vamos, Rafa!' con visos de resurgir, no todos los miedos del manacorí han desaparecido en el horizonte. Le queda acabar, como a todos sus compañeros de circuito, con el temor más importante. Y es que el oro del deporte de la raqueta estaba en Belgrado y, al menos en estos primeros compases del año, continúa allí. Custodiado por un Novak Djokovic al que el nuevo año, por difícil que parezca, le ha sentado mejor que el anterior.