Melbourne

Fue una lección de cómo restar saques a una velocidad supersónica. David Ferrer se clasificó para los cuartos de final del Abierto de Australia tras batir 6-4, 6-4 y 7-5 a John Isner, que terminó desesperado, viendo al alicantino devolver sus cañonazos (18 servicios directos, 26 menos que en la ronda anterior contra Feliciano López), lo que le obligó a intentar ganarle el punto en intercambios que nunca llevaron su sello. Así, Ferrer jugará por las semifinales del primer grande del año frente a Andy Murray, que venció a Bernard Tomic por 6-4 6-4 7-6, soñando con llegar a la segunda final de un Grand Slam en su carrera. Por encima de la victoria, una cifra impresionante: el español, que no ha cedido un set en todo el torneo, jugará sus decimoséptimos (¡17!) cuartos de final en un Grand Slam.

“Esa regularidad es muy importante”, explicó Francisco Fogués, entrenador del número ocho del mundo. “Hay que darle mucho valor. Al final, es lo más difícil del tenis. Vemos casos de jugadores que sufren para conseguirlo”, recordó el técnico valenciano. “Pueden tener un buen año y luego, por el motivo que sea, no acaban de encontrar esa línea regular. La regularidad significa que estás haciendo una gran temporada durante mucho tiempo seguido. En el caso de Nadal han sido años de un nivel máximo, de ganarlo todo, y a la mínima que no ha hecho lo mismo no se valora todo lo anterior”.

En la Hisense Arena, Ferrer vivió el encuentro con una tranquilidad asombrosa, sin sufrir nunca la presión habitual de cruzarse con un sacador. Fiado a la regularidad de sus golpes (tan sólo 17 errores no forzados, una cifra bajísima para un encuentro de la máxima exigencia), el número ocho construyó un partido fantástico, rebosante de energía y vitalidad. A diferencia de Feliciano, que penó para devolver los servicios de Isner, el alicantino se hizo fuerte al resto, poniendo en juego el 60% de las pelotas del estadounidense. Demasiado para la cabeza de su rival, que entró en colapso tras encontrar taponada su vía habitual hacia la victoria.

“Me he encontrado muy bien restando desde el primer juego”, confesó tras la victoria el número ocho del mundo. “Esas sensaciones siempre son positivas. He conseguido romperle pronto en las dos primeras mangas. Creo que he intuido muy bien su servicio”, añadió. “Estoy orgulloso de poder llegar a las rondas finales de un Grand Slam”.

Como Ferrer le propuso un cruce desde el fondo de la pista, como Isner no pudo evitar ese desgaste con su saque, el estadounidense se lanzó a conquistar la media pista, subiendo a la red sin importar si el golpe de aproximación era bueno o malo (lo hizo en 31 ocasiones). El español, que además de ser uno de los mejores restadores del planeta es un excelente pasador, exhibió el filo de ese tiro para superar las embestidas de Isner, diluyéndole el ánimo según avanzaron los minutos, incapaz de aprovechar que el español jugó durante buena parte del encuentro sin primer saque (por debajo del 40% en algunos momentos).

Al final de la tarde, cuando Isner ya había mirado mil veces al cielo pidiendo ayuda, Ferrer celebró una victoria que le lleva por sexta vez a los cuartos de final en Melbourne y subraya lo mismo de siempre: a día de hoy, su regularidad está al alcance de muy pocos.

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