Como una foto en blanco y negro tomando color. Así es uno de los recuerdos que más brilla en la cabeza de Manuel Orantes (Granada, España; 1949), protagonista del cambio que vivió el tenis cuando abrazó el profesionalismo con la llegada de la Era Abierta (desde 1969). El español, campeón del Abierto de los Estados Unidos en 1975, un trofeo que descansa en lo más alto de un currículo de 33 títulos, rompió barreras durante toda su carrera hasta dejar una huella que nadie podrá borrar jamás.
¿Le habría gustado jugar en la época actual?
Ahora es mucho más honesto todo, mucho más natural. Yo jugué varios años como amateur y era un poco falso. Había cosas bajo mano, todo estaba muy preparado. Antes, los cuadros de los torneos se manipulaban en función de lo que quería la gente. He vivido las dos épocas y cuando dimos el paso al profesionalismo tuvimos que ser bastante fuertes en la ATP porque había cosas que la Federación Internacional no quería cambiar. Incluso hubo algunas huelgas, como una en Wimbledon en 1973.
Suena duro.
Todo esto ha derivado en el tenis que conocemos ahora. En resumen, la gente que juega bien tiene oportunidad de hacerlo y demostrarlo. Antes, para jugar Wimbledon necesitabas una invitación y no estaban únicamente los mejores del mundo, invitaban a dos de cada país y listo. Daba igual que Estados Unidos o Australia contasen con 10 jugadores muy buenos porque nada más que invitaban a dos. Por eso, el tenis ha mejorado muchísimo.
En mi época, la gente no se dedicaba a decir desde pequeño que querían llegar a ser tenistas. Si no podías solucionar tu vida desde el deporte, sabías que con 20 años te iba a tocar hacer otra cosa. Ahora esto ha cambiado.
¿En qué punto está el tenis ahora?
Poco a poco, todo ha ido moviéndose hacia la dirección correcta. El tenis es hoy un deporte mucho más competitivo que está respaldado por un nivel fantástico de los jugadores. Tenemos la suerte de vivir una época en la que estamos disfrutando de Federer, Nadal, Djokovic o Murray, que son algunos de los mejores tenistas de siempre. Lógicamente, es una maravilla para los espectadores.
Habla de cuatro, pero parece cosa de uno a día de hoy. Djokovic cerró en 2015 una temporada impecable.
Mucha gente me habla sobre ello y me pregunta si creo que será capaz de mantener el nivel durante dos o tres años para batir todos los récords. Esto es muy complicado. Cuando pasa el tiempo, lo lógico es que puedan aparecer problemas físicos, como ha tenido Nadal. Con la edad no se recupera tan fácil y eso se nota.
¿Cuándo descubre un jugador que tiene que dejarlo?
Eso es todo mental. Cuando has sido un gran campeón no te conformas con llegar a cuartos de final porque mentalmente quieres seguir ganando. El problema es que quizás físicamente ya no puedes entrenar tan fuerte por un dolor de codo, de espalda o en las rodillas. Eso te obliga a bajar el nivel y las diferencias son mínimas cuando todo es tan competitivo. Los demás ven que no juegas tan rápido, que no eres tan agresivo o que has perdido la capacidad de aguantar tanto como antes. Es el momento de decidir si eso te llena para seguir jugando.
Lógicamente, cuando un campeón llega a esos niveles compite para ganar, batir récords y seguir consiguiendo grandes torneos. Es una decisión muy personal porque tu vida cambia completamente. ¿Qué haces a los 29 años si dejas de jugar a tenis? O tienes otras expectativas, algo que te llene, o el proceso es duro.
¿Usted sufrió para hacer ese reajuste tras retirarse?
Sí, pero encontré lo que quería hacer. Tenía 34 años, pero había sufrido muchas lesiones y no podía trabajar todo lo duro que me habría gustado. El tenis me seguía gustando y quería ayudar a gente joven con la experiencia que había adquirido en el circuito. Fui al club de toda mi vida y les dije que el año próximo quería dirigir la escuela, probarme en esa faceta y disfrutar ayudando a los niños cinco o seis horas cada día. Luego, trabajé con la Federación Española y tuve la oportunidad de echar una mano a Arantxa Sánchez-Vicario, Conchita Martínez, Àlex Corretja, Alberto Berasategui, Albert Costa… Todo eso me llenó y me ayudó en mi vida tras dejar de jugar a tenis.
Muchos técnicos dicen que ahora no hay variedad, algo por lo que se recuerdan sus años como profesional.
La velocidad del deporte era distinta, como consecuencia de las raquetas. No había jugadores que sacaran tan fuerte como ahora ni que pudieran mover la bola con tanta potencia y sin aparente esfuerzo. Había diferentes formas de jugar. Los americanos y los australianos sacaban y se iban para la red rápidamente. Los especialistas de tierra batida nos distinguíamos por ser más conservadores, luchadores e inteligentes, buscábamos la jugada. Hoy todos juegan igual, sin importar si es hierba, cemento o arcilla. A mí me gusta mucho la técnica y ahora cuando intento ver qué hace cada uno… es todo cinco pelotazos al mismo sitio y se acabó.
¿Es mejor o peor?
Hay partidos muy buenos, de gran nivel. En resumen, se trata de aceptar las cosas porque no se puede ir en contra de las situaciones. Las raquetas, por ejemplo, son muchísimo más ligeras y antes todos teníamos dolor de brazo y hombro. El tenis me sigue gustando, pero en lugar de ver gente que prueba cosas, escuchas a los entrenadores repetirle al jugador que debe ser más agresivo. Todo se reduce a ser agresivo.
¿Qué más ha cambiado?
No había tanta prensa ni tantas televisiones. Cuando yo jugué la Copa de Maestros no se televisó en España, por la diferencia de horarios y otros problemas. Incluso cuando gané el Abierto de los Estados Unidos recuerdo que Samaranch, que era jefe de de la Diputación de Barcelona, había comprado la película a la televisión americana para poder pasarla por toda España. El tenis era completamente diferente, sobre todo a nivel de difusión y patrocinadores. También tenías que jugar todos los torneos, no como ahora que pueden elegir.
Cuente lo qué sucedió antes de enfrentarse con Jan Kodes en Roma.
No teníamos un entrenador como ahora. Contábamos con un técnico que venía la semana antes de Copa Davis. Estábamos comiendo antes de la final y me dijo: “El partido de mañana no tiene historia, vas a ganar fácil. Le respondí: “Es lógico que me digas esto para darme moral, ¡pero juego con el número uno del mundo de tierra batida!”. Y continuó: “Tiene un grip muy rígido y si le juegas a la altura habitual te va a pegar una paliza. A pesar de que no es tu juego, si mañana empiezas a levantar un poco la bola, haciéndole dudar y cambiar su esquema, el partido no va a tener historia”.
Fue la primera vez que un entrenador me dio una idea nueva. Probé lo que me dijo y la realidad es que cambió todo. Es un poco lo que pasa en la vida, un resumen. Hay gente que te aporta ideas distintas que dan un giro radical a lo que considerabas habitual.
Perdió la final de Roland Garros en 1975 con Bjorn Borg, protagonista de una leyenda eterna. ¿Cómo era el hombre de hielo?
Fue el que hizo el cambio de una época del tenis a la otra. Hasta entonces, el tenis era muy técnico, con el mismo grip y la manera de golpear. Él fue el primero que empezó a elevar la bola, a acelerar, y sobre todo a ser más físico. El problema con Borg era que te medías a un superdotado físicamente. Perdí la final de Roland Garros contra él en un partido muy duro que se fue al quinto set. Llevábamos tres horas jugando, estaba muy cansado y le miraba asombrado porque Borg estaba fresco como una rosa, con una gotita de sudor en la frente. Así era Borg.
¿Con quién le habría gustado jugar de los tenistas actuales?
Quizás con Federer, técnicamente es un jugador que me encanta. Pero también con Nadal, que era muy parecido a Borg. Yo tuve la suerte de enfrentarme a Nastase, Vilas, Smith, Panatta… es un orgullo.
España tiene un feo panorama a la vuelta de la esquina, sin relevo asegurado entre los hombres para la mejor generación de la historia. ¿Es un problema de talento o un problema de no haber gestionado bien el talento?
Hace falta una buena estructura para que talento aparezca. Y la realidad es que ahora mismo esa estructura no existe. Es algo que ya pasó en mi época. Cuando hay un jugador bueno, las federaciones tienden a vivir de ello y olvidarse de todo lo demás. Y cuando pasa todo esto, cuando ese jugador se retira, aparece el vacío. Y es muy triste. Tenemos a Nadal, Ferrer, Feliciano o Verdasco que tienen una edad, pero no hay nadie que venga tras ellos. Y eso es porque las cosas no se han hecho bien en la federación.
¿Cuál es la solución?
Tenemos un país en el que todos los presidentes llegan y piensan que ellos mandan, haciendo lo que les viene en gana. Es como si Rajoy viene mañana y me propone ser Ministro de Industria. Si soy inteligente, ¿qué haría? Aceptaría, pero me rodearía de los mejores técnicos, los pondría a trabajar y yo me colgaría las medallas. Y esto es algo que no se hace, incluso lo que funciona se cambia.
Cuando estuve en la federación, empezamos desde el principio, haciendo un programa con siete jugadores que tenían 13 años. De esos siete, salieron Corretja, Berasategui, Costa… ¿Ahora qué estructura hay? Y además los tenistas están todos enfadados. Una federación puede tener problemas con un jugador, ¿pero tener enfrentados a todos?
Nadie quiere jugar la Copa Davis y esto antes no pasaba, al revés. Le pongo un ejemplo, sin querer sonar egocéntrico ni mucho menos. De los últimos cuatro presidentes de la federación, ninguno me ha preguntado nunca nada. Tenemos tantas personas importantes dentro del mundo del tenis y no las aprovechamos… Hay que intentar que la gente que ha sido importante ayude a los jóvenes.
¿Qué le diría a ellos, a esos que están empezando?
A los jóvenes hay que hacerles entender que el tenis es un deporte individual, que debes creer en lo que haces y en lo que has trabajado. Ahora bien, cuando dudas… ¿Qué ha dicho Nadal este año? Que tenía dudas y nervios. ¿En qué aspecto era mejor que nadie? En la cabeza y en la mentalidad. Si pierdes todo eso vas bajando. Debes creer en ti para afrontar los problemas.
El legado que ha dejado es indiscutible. ¿Cuál considera que es su mayor éxito?
Me siento orgulloso de haber triunfado porque he trabajado mucho. No ha sido un sacrificio, porque cuando haces una cosa que te gusta cuesta mucho menos. Pienso que soy un privilegiado. Conozco a mucha gente de mi nivel que se han esforzado lo mismo que yo y no han tenido la misma suerte. Siento que he dado todo lo que tenía, además de haber disfrutado mucho.