Fue una reacción fulminante. Horas después de que Maria Sharapova anunciase su positivo por dopaje en el pasado Abierto de Australia, Nike tomó la decisión de suspender su contrato publicitario con la campeona de cinco grandes, rompiendo un vínculo histórico (la rusa había sido una de las imágenes más importantes de la marca, protagonista de innumerables campañas y dueña de una línea propia), poniendo fin a una relación que comenzó cuando la exnúmero uno del mundo tenía 11 años y dejándola sola en sus días más difíciles, abandonada.

Maria Sharapova desvela que dio positivo en un control antidoping en el Open Australia

"Estamos tristes y sorprendidos por las noticias sobre Maria Sharapova", explicó la multinacional estadounidense en un comunicado. "Hemos decidido suspender nuestra relación con Maria mientras continúe la investigación", añadió la conocida firma de ropa, reafirmando su tolerancia cero con casos de dopaje o escándalos similares, como demostró hace unas semanas con Manny Pacquiao. Después de que el boxeador dijera que los homosexuales eran “peor que los animales”, Nike puso fin a su relación con él, considerando “aborrecibles” los comentarios homófobos del filipino.

En 2010, Sharapova firmó un nuevo contrato con Nike de ocho años de duración por un total de 70 millones de dólares. En 2016, sin embargo, se quedó sin uno de los pilares fundamentales de su carrera, derruido por el dopaje aunque quizás en el futuro pueda reconstruirlo. Tras el anuncio de la multinacional, TAG Heuer, la lujosa empresa de relojes y otro de los patrocinadores de la rusa, confirmó que no renovará con ella pese a que habían iniciado conversaciones para hacerlo. Porsche, otra de sus marcas, decidió cancelar todas las actividades previstas y puso en duda la continuidad del acuerdo, que acaba en unos meses. No fue un aviso, fue una realidad bien clara: la pesadilla ha comenzado.

UNA MUJER DE NEGOCIOS

Mientras edificaba su carrera como jugadora, la rusa supo aprovechar como nadie una indudable percha física, reclamo de todos los patrocinadores. Así, Sharapova cerró 2015 siendo la deportista con mayores ingresos de todo el mundo en cualquier disciplina. Lo hizo por undécimo año consecutivo (¡11 seguidos!), un dato que refleja cómo ha sabido combinar la raqueta con los negocios, exprimiendo al máximo su impacto comercial.

La mayoría de esos ingresos, obtenidos gracias a un importante abanico de contratos publicitarios (23 millones de dólares por los 6,7 obtenidos compitiendo, un total de 29,7 al año), destaparon a la incisiva gestora oculta tras la fantástica tenista. Además de Nike, (el primero en dar el paso y congelar la relación tras la sanción por dopaje), TAG Heuer (que no renovará el contrato), Porsche (que suspendió las actividades planificadas), Cole Haan, Evian, Avon o Head forman parte del importante elenco de patrocinadores de Sharapova.

Ahora, días antes de que la rusa inicie su período de inhabilitación (el castigo arranca el próximo 12 de marzo), el resto de las marcas comerciales deben elegir qué camino tomar: hacer como Nike, y desvincularse de una jugadora sancionada por dopaje, o permanecer a su lado, arriesgándose a las quejas que los clientes puedan realizar por mostrar ese apoyo al posicionarse junto a la acusada.

CIELO E INFIERNO

Para ser una jugadora mayúscula, Sharapova tuvo que derribar varias barreras que habrían frenado a cualquier otra, incluso antes de nacer. Sus padres (obrero y secretaria) decidieron abandonar Bielorrusia para evitar que la radiación provocada tras la explosión de Chernóbil afectase al bebé, todavía en el vientre materno. Tras criarse en Siberia, la familia se mudó a Sochi donde con frecuencia la rusa se marchó a dormir escuchando cómo sus padres discutían, buscando una forma de sobrevivir. Posiblemente, eso empezó a edificar la personalidad que luego impresionaría al mundo entero.

Maria Sharapova durante la rueda de prensa. Mike Nelson Efe

El padre de Kafelnikov (exnúmero uno mundial) le regaló su primera raqueta. Martina Navratilova vio cómo jugaba en una exhibición de Moscú. Ambos coincidieron en que aquella niña tenía potencial para dejar huella. Fue la estadounidense la encargada de convencer a sus padres de dar el paso. Con siete años, Sharapova estaba rumbo a la academia de Nick Bolletteri, ubicada en Florida. Allí se empapó de conocimientos mientras perfilaba los pilares de su juego y comenzaba a emprender el camino hacia la élite.

Después, la explosión anunciada. En 2004, Sharapova se presentó a ojos del mundo de la mejor forma posible. Su victoria en Wimbledon (la tercera mujer más joven en ganar el tercer Grand Slam de la temporada) anticipó lo que vendría luego, más allá de la exhibición de precocidad demostrada sobre la hierba londinense: los triunfos en el Abierto de los Estados Unidos (2006), Abierto de Australia (2008) y Roland Garros (2012 y 2014), el corazón de su palmarés.

Todo eso quedó atrás el lunes, olvidado y enterrado. Sobre un austero escenario de Los Ángeles, Sharapova se armó de valentía y le contó al mundo que no había superado un control antidopaje. Asumió la responsabilidad y pidió una nueva oportunidad para seguir jugando. Tras vomitar la noticia, se marchó de allí como llegó, con cara de funeral. La caída de la mujer de oro.

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