La escena sería capaz de hacer hablar a una piedra. A finales de 2013, Garbiñe Muguruza está sentada en una silla plantada en mitad de una pista de tenis. Con una raqueta en la mano, la española devuelve las pelotas que le lanza su entrenador al otro lado de la red. Muguruza acaba de someterse a una operación en el tobillo derecho (osteocondritis de astrágalo) que ha frenado en seco su progresión después de presentarse al mundo meses antes con algunas victorias prometedoras. La preocupación que se pasea por su cabeza es evidente: ¿volveré a ser la misma tenista tras parar en mitad de esa fase de crecimiento tan importante?
Con esos pensamientos haciendo ruido, Garbiñe no aguanta más encerrada en casa, necesita volver a sentirse jugadora, quitarse el óxido de encima. Como los médicos le han prohibido apoyar el pie en el suelo, en mitad de un proceso de rehabilitación de seis meses de duración, Muguruza decide tomar una solución impensable: con la venda todavía puesta, la española se viste de jugadora, se sienta en la silla que coloca sobre la pista y durante semanas se entrena así, sin poder moverse pero manteniendo la sensación de golpear con la raqueta. Increíble.
“Es que Garbiñe es una trabajadora como pocas, una jugadora que siempre quiere más”, reflexiona Conchita Martínez, capitana de los equipos españoles de Copa Davis y Copa Federación. “En la final, por ejemplo, Serena ha sido Serena, no la jugadora que habíamos visto en los dos últimos partidos”, añade la exnúmero dos mundial sobre la campeona de 21 grandes. “Por eso, para mí tiene mucho más mérito. No ha regalado nada. Se ha mantenido en los momentos de tensión de la final, volviendo a estar tranquila. La actitud ganadora le ha dado el título. Garbiñe tiene un gen competitivo muy especial”.
EL GEN COMPETITIVO
“Me considero una persona ambiciosa, que tiene carácter”, reconoce luego Muguruza, con el trofeo de campeona entre sus brazos. “Me gustan las situaciones de máxima competitividad, entrar en la pista y que está llena”, revela. “Que me toque la mejor jugadora posible y sea un partido como el de hoy [por el sábado]”, añade sobre la final ante Serena. “Eso es lo que me motiva realmente. Me he demostrado a mí misma que soy capaz de jugar bien en un partido tan complicado, en el que estaba nerviosa”, sigue la nueva número dos del mundo. “Mi sueño es seguir ganando torneos como este. Me hacen ilusión muchos torneos, especialmente los del Grand Slam”, se despide la campeona, que la próxima semana jugará en Mallorca para preparar la gira de hierba, con la vista puesta en Wimbledon (defiende la final de 2015).
“Garbiñe ha merecido completamente convertirse en campeona de Grand Slam”, declara Patrick Mouratoglou, entrenador de la número uno mundial. “Primero porque cuando eres capaz de golpear cada punto para ganarlo, con esa determinación y así de agresiva, es algo que muchas números uno del pasado no fueron capaces de hacer. Ella lo ha hecho”, explica. “Segundo, cuando eres capaz de acabar como lo ha hecho, sacando con primeros servicios en el último juego del partido, es otra razón más por la que merece ganar un Grand Slam”, apunta. “Y tercero, ¿si estoy sorprendido? Sí, un poco. Pero no porque pensase que no iba a ser capaz de hacerlo, si no porque he visto muchos momentos de tensión durante el partido de su lado y esas dudas muchas veces pesan”.
En París, durante la final de Roland Garros, Garbiñe miró a fijamente todas esas dudas y les mandó un mensaje direto: aquí estoy yo para reírme de vosotras a carcajadas.