De sopetón, Roger Federer anunció que no volverá a jugar un partido en 2016 como consecuencia de la operación en la rodilla izquierda a la que se sometió a finales del mes de enero para arreglar una rotura en el menisco. La falta de recuperación tras esa lesión, que le costó más de tres mes de baja y varias renuncias (Roland Garros, por ejemplo), es la misma que ahora le cierra de golpe las puertas del resto de la temporada, además de la necesidad de recuperar su cuerpo por completo, inevitablemente castigado por la edad y la exigencia de la élite tras casi 18 temporadas en lo más alto.
La decisión del suizo, seguramente meditada al milímetro, destruye su calendario en un año muy especial y posiblemente le condena a no volver a jugar nunca más unos Juegos Olímpicos, porque en los siguientes (Tokio 2020) tendrá casi 39 años y sería un milagro que siguiese en activo.
En consecuencia, el campeón de 17 grandes no estará en Río de Janeiro, se perderá el Abierto de los Estados Unidos y no competirá en la Copa de Maestro de Londres, entre otras grandes citas. Perderá 3.815 puntos y saldrá fuera de los 10 mejores del mundo (caerá más allá del número 15), donde siempre había permanecido desde 2002.
“Estoy extremadamente decepcionado de anunciar que no voy a poder representar a Suiza en los Juegos Olímpicos de Río y que también me perderé el resto de la temporada”, declaró el número tres del mundo a través de su página de Facebook. “Considerando todas las opciones después de haberlo consultado con los doctores y con mi equipo, he tomado esta difícil decisión. No volveré a jugar en lo que queda de año para recuperarme de la operación de rodilla a la que me sometí esta temporada”, prosiguió el suizo.
“Los doctores me han avisado de que si quiero seguir jugando en el circuito sin lesiones más años debo dejar recuperar al 100% mi cuerpo y mi rodilla”, continuó Federer, que no aclaró si el estado de su rodilla empeoró después de la brusca caída que sufrió en las semifinales de Wimbledon contra el canadiense Raonic. “Es difícil perderse el resto del año. “Pese a todo, esta experiencia me ha hecho percatarme de lo afortunado que he sido a lo largo de mi carrera con las pocas lesiones que he tenido”, recordó.
“El amor que tengo por el tenis, por la competición, por los torneos y por los aficionados sigue intacto. Estoy tan motivado como siempre y planeo poner todas mis fuerzas en regresar sano y en forma para jugar un tenis agresivo 2017”, cerró el número tres mundial, que tampoco especificó por dónde pasa su plan para recuperarse.
En definitiva, la decisión abre un enorme interrogante sobre el futuro de Federer y hace que aparezca de nuevo el fantasma de la retirada, compañero habitual en sus últimos cursos. El campeón de 17 grandes se enfrenta a un parón de más de seis meses fuera de la competición. Cerca de cumplir los 35 años (el próximo 8 de agosto), ese tiempo sin coger la raqueta juega drásticamente en su contra, como quedó demostrado esta misma temporada cuando le costó un mundo volver a arrancar tras la operación.
Si todo sale según lo previsto, el suizo regresará en enero de 2017 (seguramente en Brisbane) con un puñado de óxido en el cuerpo y sin la energía de un joven para quitárselo de encima. Acostumbrado a resurgir como un ave fénix cuando todos se dedicaban a enterrarle, esta vez la situación es la más complicada a la que ha hecho frente nunca. Federer es Federer, pero hasta a los genios les llega el día en el que se quedan sin conejos para sacar de la chistera.