Con las gotas de sudor resbalándole por el rostro, Rafael Nadal escucha, frunce el ceño y luego sigue la conversación con una pregunta en mallorquín. Bajo un sol de justicia, Toni Nadal y Francis Roig, sus dos entrenadores, le están explicando en el estadio Louis Armstrong cómo debe apoyarse para golpear la derecha más fácil, consiguiendo que la pelota salga disparada igual que una bala de un fusil. La imagen, habitual en cualquier entrenamiento, no pasa desapercibida por una razón muy simple. En el Abierto de los Estados Unidos, donde el número cinco debutará este lunes contra Denis Istomin (al que domina 4-0 en el cara a cara), Nadal ha vuelto a apostar por la fórmula de los cuatro ojos, que pasa por contar con sus dos técnicos para preparar un gran torneo. No es una decisión casual, ni mucho menos.
“Cada uno me aporta cosas distintas”, explica el campeón de 14 grandes a EL ESPAÑOL sentado en un banco de madera del jardín de jugadores del torneo. “También creo que Toni me conoce de toda la vida, posiblemente mejor que nadie y entiende mi juego perfectamente, pero Francis lleva muchos años con nosotros. En los torneos forman una buena combinación”, prosigue el mallorquín, que empezó a probar esta dinámica de trabajo en la gira asiática del curso pasado. “No es necesario siempre, pero en algunos eventos concretos y cuando hay semanas entremedio para poder trabajar, personalmente me gustan que estén los dos y que cada uno dé su punto de vista”, añade el balear. “En este caso, por la relación y confianza que tengo con los dos, cuatro ojos ven mejor que dos”, cierra el número cinco del mundo.
“Yo empecé con él en el año 2005”, rememora Roig sobre sus inicios con el mallorquín, cuando todavía no era nadie en el circuito. "Estaba en Australia, trabajando con Albert [Costa] y con Feliciano dentro de la Academia BTT. Yo tenía relación con Toni Nadal. Rafa y Feliciano empezaron casi juntos, porque el primero estaba jugando algunos Challengers con 15 años y el otro también, aunque con 20”, prosigue. “Toni me habló de la posibilidad de combinar algunas semanas con él y empecé en la gira de Buenos Aires, Costa Do Sauipe y Acapulco”.
Desde ese momento, Roig se compaginó con Toni, sentándose en el banquillo de Nadal unas 12 semanas al año (Doha, Indian Wells, Canadá, Cincinnati, Pekín y Shanghái, además de Miami hace años y algunos torneos de la gira sudamericana de tierra batida después). Salvo casos puntuales, donde viajó ocasionalmente algunos días, nunca acudió a los cuatro grandes. Eso cambió después de que Toni estuviese en la gira asiática en 2015 y los resultados entrenando y compitiendo fuesen positivos, como demostró el buen final de año del mallorquín. En consecuencia, Roig se unió al equipo en el Abierto de Australia de este año durante toda la preparación del torneo, poniendo en funcionamiento la nueva dinámica.
“Lo de estar los dos juntos lo hablamos, claro”, cuenta el técnico catalán. “Hablamos y vimos que quizás podríamos hacer alguna semana más este año, sobre todo en grandes torneos”, continúa Roig. “En Australia hubo la posibilidad de hacerlo y también en Nueva York. Yo vengo ahora de Cincinnati y hemos estado más días aquí, así que era más fácil. También iba a ir a Wimbledon, pero lógicamente la lesión en la muñeca lo impidió”, recuerda el entrenador del mallorquín, que estará en en el Abierto de los Estados Unidos hasta el segundo fin de semana de competición, si es que Nadal consigue ir avanzando en el torneo.
La fórmula de los cuatro ojos, por supuesto, no es un invento nuevo ni extraño en el circuito. Novak Djokovic (Boris Becker y Marian Vajda), Andy Murray (Ivan Lendl y Jamie Delgado), Roger Federer (Ivan Ljubicic y Severin Luthi), Milos Raonic (Carlos Moyà y Riccardo Piatti) o Kei Nishikori (Michael Chang y Dante Bottini) hacen lo mismo que Nadal, uniendo dos voces distintas dentro del mismo equipo para exprimir al máximo la preparación.
“Al final, también es bueno que el jugador oiga cosas diferentes”, razona Roig. “Es como una relación. Son muchas semanas, muchos torneos… aire fresco siempre va bien. Toni y yo tenemos totalmente la misma idea de lo que queremos y ahora podemos hablar más porque estamos más tiempo juntos”, reconoce. “Pero no hay dos entrenadores que te digan algo igual, con las mismas palabras. Es difícil que eso ocurra”, insiste. “Quizás, yo soy un poco más de técnica y Toni engloba más todo el concepto de ser el entrenador de toda la vida de Rafa. Sabemos perfectamente lo que queremos, pero muchas veces decirlo de una manera diferente ayuda”.