Sobre la mesa de cristal, la pantalla del iPhone nunca se apaga. Las llamadas y los mensajes abarrotan el teléfono de Anabel Medina durante su encuentro con EL ESPAÑOL, hasta que la jugadora le da la vuelta al móvil y las insistentes notificaciones se vuelven invisibles, al menos en la media hora que dura la conversación. Son días de dormir poco, hablar mucho y abarcar más de lo normal.
La valenciana, que pese a estar todavía en activo detuvo su temporada el pasado mes de agosto como consecuencia de una lesión en el hombro, culminará este sábado el ambicioso sueño al que empezó a dar forma meses atrás. A los 34 años, Medina se estrenará como directora del torneo BBVA Open Ciudad de Valencia (del 19 al 27 de noviembre), un ITF 25.000$ (femenino) que nace con la intención de convertirse en una cita de referencia en el calendario y viene a ocupar el vacío que ha provocado la crisis en los últimas temporadas. Tras ver como muchos torneos iban desapareciendo, la valenciana ha conseguido lo contrario: abrir las puertas de uno nuevo.
“Quiero devolverle al tenis todo lo que me ha dado y organizar un torneo en España era uno de mis objetivos personales desde hace bastante tiempo”, explica Medina a este periódico. “Y fue muy sencillo. Se lo planteé al Club de Tenis Valencia a principios de octubre, rápidamente contestaron que sí y nos pusimos a trabajar en ello. Era una meta que me había marcado”, prosigue sobre la puesta en marcha de un proyecto hecho realidad en un año. “Valencia es una ciudad que tiene unas características buenísimas para acoger un torneo. El Club de Tenis Valencia es centenario y todas las personas de la ciudad lo conocen. Las instalaciones son increíbles, de las mejores de España. La carta de presentación nos ayuda a hacer un torneo bueno”.
Medina llegó a los despachos después de una carrera excepcional en las pistas, con más de 16 años en el circuito. Tras estar entre las 20 mejores del mundo en individuales, y con los títulos de dobles en Roland Garros (2008 y 2009) y la medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Pekín 2008 como grandes pilares, la española decidió a finales de 2015 emprender la aventura de construir un torneo desde el principio y lo ha hecho, superando con solvencia los obstáculos más altos que se ha encontrado por el camino.
“Lo más complicado ha sido vender el torneo a los patrocinadores”, explica Medina, que de entrada se encontró con la necesidad de cazar la confianza de las marcas. “La duda que tienen a la hora de entrar es un poco grande porque habitualmente lo que hacen es seguir la historia del torneo y nosotros no tenemos historia todavía”, prosigue. “Entrar a un proyecto nuevo siempre genera un poco más de dudas. Ese ha sido el principal problema”, insiste la valencial.
“No es lo mismo afrontar un torneo como jugadora que como organizadora. Son puntos de vista totalmente distintos. Para el tema de los patrocinadores ayuda ser jugadora, estar en activo, llevar muchos años en el circuito… te reciben con una predisposición distinta”, revela la número 36 del mundo en dobles, que ha visto desde dentro cómo la falta de apoyos empujaba a muchos torneos al abismo en los últimos tiempos.
“Hemos tenido una crisis que ha durado bastantes años”, reflexiona la valenciana. “Obviamente, si una empresa tiene que valorar entre despedir a un trabajador o descartar el patrocinio de un torneo está clara la decisión”, añade. “La supervivencia de los torneos pequeños es complicada porque van al límite. Es complicado encontrar patrocinadores. Por ejemplo, lo primero que me han preguntado al ir a hablar con las empresas es si será televisado y si jugarán Garbiñe Muguruza y Carla Suárez”, dice entre risas. “Nosotros hemos querido hacer un torneo grande a pequeña escala. Por ejemplo, vamos a pagar el hotel, y eso es una inversión bastante elevada. Lo haremos para que se sientan como en un torneo de los grandes. La zona de jugadoras tendrá muy buen nivel y ofreceremos también las comidas. A pequeña escala es como jugar un torneo WTA”.
Precisamente, y aunque la vocación de la cita sea dar oportunidades a las jugadoras que están empezando, que quieren atacar el profesionalismo y necesitan apoyos como este (un torneo cerca de casa, donde la inversión económica es mucho menor), Medina aspira a llevar el evento hasta el nivel más alto, subir la escalera y convertirse en referencia.
“Mi objetivo personal es intentar hacer un WTA de categoría 125.000$”, reconoce la española sobre sus planes de futuro. “Ese es el deseo que le he transmitido al club, que al final es el propietario del torneo. Hay que ver un poco cómo va evolucionando todo, ver si responden los patrocinadores y también el público en general”, cuenta. “Pero no tenemos prisa, queremos hacer un torneo bueno y que salga bien. No vamos a ir demasiado rápido y cometer errores por querer subir de categoría. La progresión será lenta y con cabeza”.