Toni Nadal (Mallorca, España; 1961) ha construido su fama de prestigioso entrenador ligado a los éxitos de Rafael Nadal, pero ha sido fuera de las pistas donde ha fabricado la filosófica figura de un hombre apasionado por la reflexión, el pensamiento y por supuesto el debate.
Antes de que su sobrino debute en el Abierto de Australia el próximo martes contra Florian Mayer, el técnico mallorquín habla con EL ESPAÑOL y cuenta por qué educar a un jugador en la victoria es un tremendo error, repasa sus aciertos y errores y desvela por qué discutir es una de sus grandes pasiones.
El otro día, Nadal decía en una entrevista con este periódico que siendo feliz podría aguantar más tiempo sin ganar un torneo grande.
En la vida, no me motiva tanto la victoria como ser feliz. Cada uno sabrá si en la vida se lo pasa bien haciendo lo que hace o si juega sólo para ganar. Yo jamás jugaría sólo para ganar, aunque evidentemente me motiva. Ganar no es lo esencial.
Yo no soy como Ferguson. Leía una entrevista a Cantona en la que decía que para Ferguson lo más importante no es la victoria, es lo único que cuenta. Para mí no es así. Mientras esté feliz haciendo lo que hago, creo que compensa de sobra. Es una frase hecha y repetida muchas veces, pero da igual porque es así. La felicidad no está al final del camino, está durante el camino. Es una realidad.
Rafael se equivocaría si jugará sólo para poder ganar más grandes. Otra cosa es que tenga la predisposición para ganarlos, la motivación necesaria y que se crea capacitado de hacerlo. Y otra cosa es que vayas a jugar y te des a ti mismo una mala imagen.
¿Esa es la filosofía que aplica en la academia que inauguraron hace unos meses en Manacor?
Es un entendimiento de la vida. La victoria me motiva, pero no me obsesiona. No estaría cómodo entrenando a una persona maleducada, aunque lo ganase todo. No me sentiría motivado por entrenar a un jugador que consiguiese muchísimos torneos, pero me diese una mala imagen. En la academia tengo la oportunidad de hacer lo que me gusta, lo que me ha gustado siempre. Me gusta más la formación, estar en contacto con jóvenes que juegan bien.
¿Es un reto estar al frente del equipo técnico?
No es tanto un reto como una forma de entender la vida. Lo que pretendes en tu vida es hacerlo lo mejor posible. Y eso no es sólo ganar, es hacer que la gente ofrezca su máximo, con educación y estando implicados en el trabajo. Cuando hablo con los entrenadores de la academia, siempre les repito lo mismo: intentemos hacer las cosas bien, intentemos hacer las cosas con cariño hacia los chicos. Al final, la gente tiene que ver que te apasionas con ellos. Entiendo que es algo fundamental en un trabajo de enseñanza, sea de tenis, de fútbol o de biología. El problema viene cuando el profesor marca una distancia con el alumno y el alumno no se siente querido.
¿Ha aprendido mucho durante todos estos años en el circuito?
No sé si soy muy listo, pero si después de estar tantos años por aquí no hubiese aprendido nada demostraría que soy muy tonto. Ver entrenar a Federer, a Djokovic, a Murray, los ejercicios que hacen, intentar exprimirte un poco más para ver si consigues ganarles… Algo tienes que aprender. Y es una de las cosas que intentó trasladar en la academia. Ahora mismo estoy muy bien. Me gusta esto, aunque me encantaría estar más tiempo en Mallorca. De momento me gusta estar por aquí.
¿Y ha cometido muchos errores?
Faltaría más, claro que he cometido errores. No sé si muchos, pero los he cometido. No soy de estos que dicen que si volviesen a nacer harían lo mismo. Yo no volvería a hacer lo mismo, intentaría rectificar algunas cosas y repetiría las que salieron bien. Pero seguro que modificaría bastantes.
A usted le llaman el Doctor No. ¿Por qué le gusta tanto discutir?
La diferencia entre el ser humano y el animal es el pensamiento. A mí lo que me gusta es pensar, me da igual ponerme en un lado o en el otro. Acostumbro a llevar la contraria. Se puede tener opinión de todo y si argumentas bien las cosas puedes defender la posición que quieras. Eso sí, hay posturas que son muy complicadas, según de qué tema hablemos. En política, por ejemplo, hay posturas malas de defender, pero argumentando al final siempre hay la posibilidad de hacerlo. A mí me gusta hablar y pensar, que es lo que creo que le debería gustar a la mayoría de los seres humanos.
Eso no es lo habitual.
No es lo habitual porque vivimos en un mundo donde la especialización nos ha llevado a que nos importe sólo lo nuestro, el pequeño ámbito en el que nosotros nos movemos. No es que sólo nos importa lo nuestro, es que además no nos interesa nada el resto.
En mi época de estudiante, cuando por la noche salíamos a tomar algo todos los que estábamos en Barcelona hablábamos mucho. Normalmente, se montaban tertulias de cualquier cosa: de fútbol, de chicas, de religión, de astrología, de política… ¡El tema era hablar! Estábamos dispuestos a opinar, pero hoy en día parece que no tenemos interés en todo aquello que no nos afecta directamente a nuestro trabajo. A mí no me gusta hablar sólo de tenis, el tenis no forma la globalidad de mi vida.
Empezó con su sobrino cuando era un niño y hoy es un hombre de 30 años. ¿Se ha encontrado con que ahora le rebate cosas que antes aceptaba sin rechistar?
Me lo he encontrado, pero es que yo mismo lo he buscado. Nunca he pretendido que mi sobrino tuviera una fe ciega en mi persona. Soy un convencido de lo que digo, pese a que muchas veces sé que tengo bastantes números de estar equivocado. Procuro meditar las cosas que digo y que hago.
Entiendo la realidad de que otro piense totalmente diferente. Lo que me sorprende en la vida es la gente que tiene una fe ciega en ellos, los que defienden su posición de manera fanática y no comprenden la posición del otro. Yo defiendo lo mío, pero entiendo que mi rival pueda tener una opinión totalmente diferente a la mía. Me gusta discutir y argumentar para ver si tengo o no razón. Me gusta que haya debate, y muchas veces me tengo que posicionar en la otra parte para que eso ocurra.
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