Sin una sola señal de debilidad, arrasando despiadadamente, Garbiñe Muguruza llegó este domingo a los cuartos de final del Abierto de Australia y avisó de que a estas alturas del torneo su objetivo es levantar el segundo Grand Slam de su carrera. En un cruce rebosante de energía, la número siete mundial se llevó por delante a Sorana Cirstea (6-2 y 6-3) y pidió paso con una victoria que proclama su candidatura a la copa, por si alguien tenía dudas. El próximo martes, la española se medirá a Coco Vandeweghe, que sorprendió 6-2 y 6-3 a Angelique Kerber, número uno mundial, por una plaza en semifinales.
“No sé si estoy jugando el mejor tenis de mi carrera”, explica luego la campeona de un grande ante los periodistas. “Me encuentro con ganas. He trabajado fuerte para estar en esta posición. Hay partidos en los que he jugado muy bien, pero no me sirve comparar”, siguió. “Hoy he estado muy concentrada. Es muy complicado controlar los nervios porque son partidos donde tienes mucha responsabilidad. Ahora empieza una parte en la que tengo que ahorrar toda la energía que pueda y dar lo que me quede en la pista. Ahora empiezan las auténticas batallas”.
En menos de media hora (25 minutos), la española había sumado la primera manga, asumiendo riesgos y casi sin cometer errores (tres). Cirstea, protagonista de un buen arranque, desapareció después del primer juego del partido. La rumana, que aterrizó en los octavos jugando el tenis de su vida, no vio la forma de ganarle los intercambios a Muguruza, seria en la defensa y descarada en el ataque, compensando notablemente las dos vertientes de su juego en el nuevo balance que viene trabajando desde hace tiempo. La campeona de un grande, que coronó el resto del duelo sin inmutarse (18 ganadores por nueve errores no forzados), avanzó con la autoridad de las que deben ganar y lo demuestran sin fisuras.
Ahora, Muguruza tiene motivos para soñar con el triunfo final, aunque le esperen desafíos interesantes por delante. Para empezar, la lesión en el aductor que forzó su retirada en las semifinales de Brisbane, y que luego le provocó un tremendo susto en su debut en Melbourne, no parece ser importante, pese a que todavía lleva el aparatoso vendaje en la pierna por precaución. Para seguir, su nivel de concentración durante los cuatro encuentros en el torneo ha sido impecable, siendo ella una jugadora acostumbrada a las desconexiones, a bajar los brazos a la más mínima, a tirar la toalla y dejar de luchar cuando las cosas se ponen feas. Para terminar, Garbiñe está jugando muy cerca de su mejor versión (no ha perdido un solo set en el torneo), eligiendo bien cómo gestionar las situaciones de cada partido, midiendo si debe reventar la siguiente pelota o tratarla con cariño, algo que hasta hace muy poco no sabía diferenciar.
Así, y con 23 años, Muguruza jugará sus quintos cuartos de final de un grande (Roland Garros 2014, 2015 y 2016 y Wimbledon 2015). Serán los primeros en Melbourne y los primeros desde que se proclamó campeona en París, el comienzo de su camino por la historia y también el inicio de sus días más duros, donde descubrió lo que quema la presión. Ahora, en el Abierto de Australia, Garbiñe tiene en su mano la oportunidad de demostrar que el trabajo de la pretemporada (calculado al detalle, tanto dentro como fuera de la pista) ha servido para rescatar a la tenista destinada a dominar el circuito femenino durante muchos años.