Jugadores, entrenadores y aficionados siguen coincidiendo en que la derecha de Fernando González (La Reina, Chile; 1980) ha pasado a la historia como uno de los golpes más espectaculares del circuito, porque salía de su raqueta echando chispas y aterrizaba en el suelo provocando un incendio.
El chileno, que llegó a ser número cinco mundial, repasa en esta entrevista con EL ESPAÑOL algunos de los mejores momentos de su carrera antes de que se cumplan cinco años de su retirada en unas semanas.
¿Le siguen llamando el bombardero de La Reina?
Ahora me he autodenominado como el bombardeado de La Reina por mi estado físico (risas), pero me voy a poner en forma en poco tiempo.
¿Cuál es la mejor derecha a la que se ha enfrentado?
La mía nunca la pude probar…. Posiblemente, la de Carlos Moyà. He pensado también en la de Federer, pero él tiene otras cosas mejores que eclipsan un poco su drive. De los actuales, me veo un poco reflejado en Kyrgios. Agresivo, con un punto de locura, talentoso y muy fuerte.
En pocos días se cumplirán cinco años desde que se retiró. ¿Echa de menos algo de la competición?
La echo de menos de una forma agradable. Aunque precisamente eso fue parte de lo que me llevó a tomar la decisión de retirarme, el estrés competitivo. Había que estar bien todos los días, entrenar, cuidarte, ser estricto… Lo echo de menos, pero hay una parte muy importante para llegar a competir bien que esa no la echo de menos en absoluto. Comer bien, acostarme temprano y llevar una vida excesivamente ordenada. Eso no lo extraño y difícilmente lo extrañaré.
Tal y como lo cuenta, parece un milagro que lograse ser profesional en su época en el circuito.
Había momentos en los que quería hacer otras cosas. Muchas veces estaba en un torneo y quería irme a mi casa, pero el objetivo era grande y claro, así que no me costó tanto. Ahora miro hacia atrás y digo: ‘¿Cómo lo hice?’ Más allá de los resultados, obviamente. ¿Cómo fui tan disciplinado durante tanto tiempo? No lo sé.
“¡Yo no jugué mal! Debió ser el mejor partido de su vida, pegó golpes ganadores como un loco”, dijo Tommy Haas sobre el partido que usted le ganó en las semifinales del Abierto de Australia de 2007.
No sé cómo lo hice, pero cometí tres errores no forzados y creo que logré más de 40 ganadores, una locura. Sinceramente, creo que ese partido fue negativo porque después me acordaba y me recriminaba que podía fallar poco. Y eso me hizo ser un poco más conservador, renunciando a mi esencia. Inconscientemente, intenté jugar a no fallar en el siguiente partido.
Y el siguiente partido fue la final ante Federer.
Intenté pelear por el título siendo fiel a mi juego, pero quizás me faltó un poco más, teniendo en cuenta que estaba midiéndome con Federer. Estos torneos se ganan, no puedes esperar a que el rival lo pierda. Tuve que haber sido más agresivo en ciertos momentos y el partido habría sido diferente seguro.
No sé qué me faltó para ganar. ¿Tenis? ¿Experiencia? Quizás un poco más de lo segundo. Estaba muy nervioso. Era mi primera final de Grand Slam, un sueño que había perseguido durante toda mi vida. Al otro lado de la red tenía a un jugador muy experimentado que había ganado el título el año anterior. Federer entró mucho más concentrado a la pista y se lo llevó.
¿Renunció muchas más veces a su esencia agresiva, de acoso y derribo?
No muchas. Todos me decían que fuese paciente, que esperase mi momento, pero mi instinto era otro. Jugaba a tenis porque me encantaba ganar de esa forma. En mi caso mejoré el cortado, el servicio, el físico… Todo eso me ayudó mucho, pero seguía disfrutando al reventar la pelota.
Al final, lo más importante para ser muy bueno es aprender a ganar jugando mal. De repente, miras a jugadores que están entre los 30 mejores y que podrían formar parte perfectamente de los 10 mejores. ¿Por qué no están ahí? Porque en un día malo pierden con el 80. Es muy difícil que un top-10 haga eso.
“¡La fuerza está contigo, Feña! ¡Venga, Chile! ¡Tú puedes!”, le gritaban a usted en la final de los Juegos Olímpicos de Pekín 2008 que perdió con Rafael Nadal.
Estaba muy nervioso, más que en la final del Abierto de Australia del año anterior. Sabía lo importante que era para Chile. Mi sueño siempre ha sido ganar un Grand Slam, pero hay cuatro opciones de hacerlo cada año. Juegos Olímpicos hay uno cada cuatro años y no sabía si los de Pekín serían los últimos que podría jugar. Yo había ganado el oro en dobles en Atenas 2004 con Massú y el bronce en individuales, pero aquello era distinto. De repente, me encontré en la final con Nadal, con la medalla de plata asegurada y teniendo la opción de conseguir un oro para mi país.
Ahí sí que no me puedo reprochar nada. Saqué increíble y jugué increíble. A diferencia de la final de Australia, fui a buscar más el partido, pero no me salieron las cosas. También es cierto que si me hubiese quedado esperando con Rafa quizás estaríamos todavía jugando.
Novak Djokovic se fue llorando este año cuando perdió con Juan Martín Del Potro a la primera en Río de Janeiro y se quedó sin opciones de su anhelada medalla de oro.
¡Es que los Juegos son muy importantes para un tenista! Primero, porque juegas por tu país. Chile es un país pequeño que ha conseguido pocas medallas en la historia. Para mí, poder ayudar era muy importante y tenía a mucha gente cruzando los dedos para que todo me fuese bien desde la primera ronda. En un Grand Slam no pasa eso. Si vas avanzando acabas despertando el interés del público, pero no desde el principio.
Dos de los partidos más importantes de su carrera fueron contra Federer y Nadal. Perdió los dos. ¿Ha visto algo igual?
No. Federer y Nadal han hecho muchísimo por el tenis, como Djokovic y Murray. Son rivalidades especiales porque el aficionado toma parte, como en un partido de fútbol. Es como la época de Sampras y Agassi. Son dos jugadores muy distintos, pero al mismo tiempo han hecho que sea un poco aburrido para el resto porque ganan el 95% de los torneos importantes.
¿Han frenado ellos a los jóvenes?
El refrán es muy sabio. Más sabe el diablo por viejo… Hace un tiempo, con suerte los jugadores podían competir hasta los 30 años. Hoy, con toda la investigación y la tecnología que hay, se pueden preparar mejor y evitar las lesiones, algo muy importante para que se mantengan arriba.
Hace 15 años se decía que había que entrenar mucho y eso te iba agotando. Ahora se maximiza mucho más el entrenamiento y los jugadores están más descansados, tanto físicamente como mentalmente. En consecuencia, juegan más tiempo y saben cómo manejar las situaciones. ¿Qué pasa? Que llega un chico que le pega increíble a la pelota, pero no gana porque el otro entiende mejor el juego y está preparado para pelearle de tú a tú. Por ser mayor, no por otra cosa.
¿Es fácil perderse a esa edad cuando uno lo tiene casi todo?
Yo no tenía un reloj caro, por ejemplo, pero es muy fácil perderse porque todos te dicen que eres muy bueno, inteligente, guapo, famoso… Encima ganas títulos, dinero, abres el periódico y apareces. Es complicado y ahí entra en juego el equilibro. Necesitas que tu entorno te mantenga con los pies en la tierra. Y también le digo algo: la gente que cree que la verdadera felicidad está ahí nunca va a ser feliz porque es imposible mantenerse haciendo eso toda la vida.
¿Qué pasa en Chile con la cantera?
Hay dos o tres jugadores muy buenos. Christian Garín y Nicolás Jarry tienen muy buen nivel. Gonzalo Lama es otro gran jugador, un gran guerrero que compite muy bien. Es bueno que haya más de uno porque se van exigiendo entre ellos.
¿Se atreverá usted a viajar como entrenador o seguirá trabajando a distancia?
Probé una temporada con Santiago Giraldo y ahora cerré 15 semanas con Lama, aunque no de viajes. Es algo que me gusta, pero que difícilmente haría a tiempo completo porque fue una de las razones por las que me retiré. Con el tiempo, me van a entrar ganas de hacer más semanas y también depende del desafío que sea. No es un tema solo de ránking. Ahora mismo estoy con Gonzalo, que es como mi hermano menor, y soy muy feliz.
¿Qué define a un buen técnico?
Es sencillo. La clave de un buen entrenador es adaptarse al jugador, sacar lo mejor que lleve dentro. No se puede ir contra la esencia de un tenista. Claro, técnicamente uno tiene distintas visiones, pero al final hay que insistirle para que el jugador sea fiel a sí mismo en los momentos importantes de los partidos. Es tan simple como eso.