Detrás de una gran gesta siempre hay una gran cabeza. Tras ganar el pasado domingo el título en Miami, Roger Federer anunció que no jugará ningún torneo de la gira europea de tierra batida (Montecarlo, Madrid y Roma) hasta Roland Garros, por donde pasará de visita. La decisión está pensada y calculada al milímetro: el suizo descansará casi dos meses (del 2 abril al 28 de mayo, cuando arranque el segundo Grand Slam de la temporada), seguirá entrenándose en pista rápida durante ese tiempo y dos semanas antes de viajar a París pisará la arcilla, para llegar con los pies un poco manchados de tierra y ver si es capaz de hacer un milagro que de entrada parece completamente imposible. ¿Por qué parar ahora y renunciar a los tres próximos Masters 1000 del calendario?
Federer cumplirá 36 años el próximo mes de agosto. Tras apartarse seis meses de las pistas (junio de 2016 a enero de 2017), buscando recuperarse de sus problemas en la rodilla izquierda después de un curso de sinsabores, el suizo ha cerrado el primer trimestre del año como un tiro, haciendo algo que posiblemente él consideraba inalcanzable al regresar: sus triunfos en los tres torneos más importantes que se han disputado hasta ahora este año (Abierto de Australia, Indian Wells y Miami) hablan de una vuelta histórica, colocada desde ya entre las mejores de siempre, lista para ser enmarcada y expuesta en un museo. Así, y después de ganar 19 de los 20 partidos que ha jugado (solo perdió en la segunda ronda de Dubái con el ruso Donskoy), Federer ha optado por escuchar a su cuerpo, dejando a un lado la tierra y cogiendo aire. Esa es la base sobre la que se sostiene el mejor tenis de su vida, que está jugando a día de hoy: calcular cómo hace los esfuerzos es vital para seguir siendo competitivo.
“Wimbledon debe ser mi mayor objetivo”, avisó Federer, que sabe perfectamente donde están sus oportunidades de hacer algo importante, lo que traducido en su idioma significa conquistar otro Grand Slam y estirar su marca hasta 19. “La gira de hierba va a ser muy importante para mí”, prosiguió el suizo, que jugará Stuttgart y Halle antes de ir a Londres. “Las pistas duras americanas también son importantes. Básicamente, la segunda mitad de la temporada es una prioridad”, insistió el número cuatro del mundo. “Ahora puedo tomarme un descanso, mi cuerpo necesita un respiro y mi familia también me necesita. Estoy aprovechando la confianza y compitiendo con la mentalidad adecuada, concentrando toda mi energía en cada partido sin distraerme con todo lo que ocurre a mi alrededor”.
Jugar la gira de tierra de batida sería una zancadilla a las aspiraciones de Federer. La superficie, físicamente la más exigente del circuito, le impediría al suizo competir como hasta ahora: atacando sin medianías, encontrando amparo en el saque y subiendo a la red a volear una vez tras otra. Le obligaría, además, a un hacer un esfuerzo mental porque en tierra los intercambios son muy largos y los jugadores ofensivos deben aceptar que la bola volverá cinco veces antes de ganar el punto, y a veces ni así es suficiente. El peaje de enfrentarse a todo eso sin tener asegurada una recompensa sería demasiado alto para el suizo, con Wimbledon (el paraíso del juego de ataque) a la vuelta de la esquina. Por eso, y consciente de que no tiene 20 años, Federer para y espera el momento de volver a por más sin que nada limite sus opciones.
“Ahora sí, mi regreso está completado”, anunció el suizo tras tumbar a Nadal en Miami, su cuarta victoria consecutiva contra el español. “Todavía se trata de una temporada de retorno, pero dije que hasta Miami se iba a tratar de un proceso de aprendizaje”, reconoció el suizo. “Estoy contento porque no ha pasado nada notable en este tiempo. Ha sido un camino soñado sobre la pista, mi cuerpo ha reaccionado de maravilla y no podría estar más feliz. Ahora voy a descansar y a trabajar en las cosas que no he podido hacer en estos meses. Creo que hago lo correcto”.