“¡Número uno! ¡Número uno! ¡Número uno!”. Acompañado de los gritos del público que le recordaron el lugar que volverá a ocupar el próximo lunes, Rafael Nadal se marchó de la pista central de Cincinnati tras debutar con una victoria (6-3 y 6-4 a Richard Gasquet) que le clasificó para los octavos de final del séptimo Masters 1000 de la temporada, donde este jueves se medirá a Albert Ramos (5-7, 6-4 y 6-4 al luxemburgués Muller) buscando seguir adelante en un torneo que le vio estrenarse con mucha solvencia, pese al peligro que escondía el cruce inicial.
“Cuando uno viene de perder un partido como el que yo perdí en Canadá tardas un poco en recuperarte”, explicó Nadal a este periódico tras el triunfo, recordando su caída ante Denis Shapovalov en los octavos de Montreal. “Al margen, era una oportunidad para mí de sumar puntos, de ser número uno esa semana… había una serie de factores que hicieron que la derrota fuese especialmente dura”, insistió el mallorquín. “Era importante recuperarme mentalmente y llegar bien preparado a este partido. Costó un poco los dos primeros días, pero a partir de ahí volví a entrenar bien, con ilusión y haciendo las cosas de la forma adecuada. Luego pasará lo que tenga que pasar, pero me siento preparado para competir de nuevo aquí, como ha ocurrido hoy”.
El vestuario acogió la espera de los dos oponentes durante un buen rato porque el encuentro arrancó tarde, consecuencia de la lluvia que cayó repentinamente sobre Cincinnati. Nadal, un poco agarrotado de inicio (defendió una bola de break con 1-1, la única del partido), ganó en comodidad cuando se enfrentó a varios intercambios seguidos y se decidió a ir dando pasos hacia la agresividad que siempre persigue sobre cemento. Al español le costó tener buenas sensaciones de arranque, sentir la pelota, que dicen los tenistas, pero lo arregló fabulosamente cuando dejó atrás los primeros 20 minutos y se lanzó en línea recta a por la clasificación.
A Gasquet, que se plantó en el cruce con un cara a cara demoledor (0-14, sin ganar un set contra Nadal desde los cuartos del Masters 1000 de Canadá de 2008), le pesó la historia, porque es inevitable salir achicado a buscar una victoria contra un rival que te ha ganado siempre, y además tantas veces. El francés dejó la huella de su talento. Conectó varios golpes que pusieron en pie a la gente. Maravilló con su revés a una mano, que es exquisito. Sacó increíble, poniendo en aprietos a su rival. Y, como siempre, no sirvió para nada: fue Nadal el que levantó los brazos.
Tras caer con Shapovalov en Montreal hace unos días, el balear se marchó a Cincinnati con dos objetivos claros: no dejar que ese resultado ensuciase su juego y evitar que le abriese una herida mental. Su debut ante Gasquet confirmó que nada de eso ha ocurrido y le dejó ante una buena oportunidad en un torneo despejado. Por unas causas (lesiones, el caso de la mayoría) u otras (derrotas inesperadas, como la de Alexander Zverev ante el estadounidense Tiafoe) no hay ninguno de los 10 mejores del mundo en competición, salvo el mallorquín y Dominic Thiem. Vía casi libre.