Stan Wawrinka, exnúmero tres mundial y campeón de tres grandes, será el 256 el lunes 11 de junio, cuando Roland Garros haya terminado. Esa fue la principal consecuencia de la derrota del suizo en la primera ronda del torneo ante Guillermo García-López (2-6, 6-3, 6-4, 6-7 y 3-6), que despidió al finalista de 2017 y le impidió así defender los 1200 puntos que todavía conservaba después de pelearle el título a Rafael Nadal el curso anterior. Wawrinka, que regresó al circuito en el Abierto de Australia tras dos operaciones en su rodilla derecha, paró luego tras Marsella (en febrero) porque no se sentía listo y volvió en Roma para afrontar dos torneos antes de Roland Garros (también participó en Ginebra) sin ningún éxito: en París, donde se coronó en 2015 venciendo a Novak Djokovic, un campeón a la deriva.
“Sé exactamente dónde quiero estar”, dijo el suizo minutos después de la derrota ante García-López. “He ganado tres grandes en mi carrera y sé lo que necesito para hacerlo. Mi objetivo es volver a la cima, y tarde o temprano creo que volveré”, aseguró Wawrinka. “Es tan simple como empezar a ganar partidos. Tengo que entrenar bien, recuperar el nivel y conseguir victorias. Es difícil y sabía que me iba a llevar mucho tiempo regresar a mi mejor versión, pero estoy en el camino correcto. Mi rodilla aguanta y físicamente empiezo a ser más fuerte cada día. Solo tengo que seguir peleando”.
Tras caer a la primera en Wimbledon 2017 ante Daniil Medvedev, el suizo entró dos veces al quirófano para intentar arreglar sus problemas en la rodilla izquierda, con los que llevaba tiempo conviviendo. Así, Wawrinka se sometió a dos operaciones, una menor (artroscopia de limpieza) y otra mucho mayor (reconstrucción del cartílago) que le dejaron en muletas durante varios meses, haciéndole perder toda la musculatura de la zona y obligándole a empezar 2018 sin ritmo de competición, sin confianza y sin ninguna de las señales que atemorizaron a sus rivales entre 2013 y 2016, su gran época.
“Está claro que no tiene el mismo nivel que cuando jugamos en 2014”, señaló García-López, que ese año también derrotó al suizo en la primera ronda de Roland Garros, aunque entonces fue un triunfo de muchísimo peso. “Calidad no le falta, ya la tiene y lo ha demostrado en muchas ocasiones”, elogió a su contrario el español. “Es un tema de trabajar, de querer a nivel mental. Si se lo propone, y parece que por ganas no va a ser, volverá otra vez a estar arriba con total seguridad”.
De momento, Wawrinka se quedará con 210 puntos en la clasificación tras desplomarse de golpe 226 posiciones, por lo que saldrá del top-250 por primera vez desde 2003. Irremediablemente, eso le obligará a bajar al barro después de Wimbledon, el último torneo en el que podrá entrar utilizando su ranking (la lista cerró antes de la derrota de este lunes en París). Luego, sin embargo, tendrá tres opciones: o pedir invitaciones para seguir jugando los cuadros finales, o disputar las fases previas o incluso bajar un escalón y ponerse a competir en torneos del circuito Challenger.
“Eso no es lo importante para mí”, reconoció Wawrinka. “Cuando estás fuera del circuito por una lesión ya sabes que vas a perder ranking porque no has jugado. La clasificación no miente, lo he dicho siempre durante mi carrera. Hoy he perdido y seguro que ahora hablaremos mucho sobre el ranking, porque caeré mucho con esa derrota. Seguro que voy a necesitar algunas invitaciones, pero si tengo que jugar torneos de categoría Challenger no tengo ningún problema en hacerlo”.
A los 33 años, y tras ganar tres de los cuatro títulos más prestigiosos del planeta (Abierto de Australia, Roland Garros y Abierto de los Estados Unidos), Wawrinka se enfrenta a una situación nueva. Hundido del todo, cerca de tocar fondo, necesita encontrar la manera de reconvertirse para volver arriba o decir adiós para siempre.