“Yo me estaba cambiando y ella lloraba. Creo que Serena me odiaba por ser la chica delgada que le ganó contra todo pronóstico en Wimbledon. Creo que ella me odiaba por quitarle algo que consideraba suyo. Creo que ella me odiaba por verla en su momento más bajo, pero sobre todo creo que ella me odiaba por escucharla llorar”.
El sorprendente fragmento es un relato en primera persona de lo que ocurrió tras la final de Wimbledon de 2004 y está recogido en Unstoppable: My Life So Far, la autobiografía que Maria Sharapova publicó en septiembre de 2017. Esas páginas, cargadas de confesiones, han provocado una guerra antes de que la rusa se enfrente este lunes a Serena Williams en los octavos de final de Roland Garros por primera vez en más de dos años (Abierto de Australia de 2016), un tiempo que las dos han vivido fuera de las pistas porque Serena decidió dar el paso de ser madre (Alexis Olympia Ohanian Jr., su hija, nació el pasado 1 de septiembre) y volvió a competir en Indian Wells 2018 tras 404 días sin hacerlo, y porque Sharapova se enfrentó a 15 meses de sanción por dopaje (regresó al circuito en Stuttgart 2017) después de tomar Meldonium, una sustancia que llevaba consumiendo 10 años y que pasó a estar prohibida en 2016.
“Creo que lo del libro fue 100% de oídas, al menos todas las cosas que he leído, lo cual es un poco decepcionante”, confesó Serena antes del partido contra la rusa. “He llorado en el vestuario muchas veces después de una derrota, como el resto de la gente. Es lo normal y muestra la pasión y el deseo que tienes de salir ahí y dar tu máximo”, añadió la estadounidense, que domina claramente el cara cara (19-2) contra su rival. “Era una final de Wimbledon, lo impactante habría sido que no hubiera llorado. Soy emocional y tengo sentimientos. Soy humana. Lo que sucede allí [en el vestuario] debería permanecer allí, y no ser contado de una manera negativa en un libro”.
En 2004, y sin haber cumplido la mayoría de edad (17 años y 75 días), Sharapova se plantó de la nada en la final de Wimbledon y le arrebató el trofeo a Serena, campeona los dos años anteriores (2002 y 2003). Fue el segundo cruce entre ambas (1-1 en ese momento), y el final de una rivalidad que se terminó demasiado pronto: aunque la rusa se hizo con la victoria en el siguiente enfrentamiento (Copa de Maestras de ese mismo año), la estadounidense conquistó los 18 partidos siguientes, un dominio granítico y mantenido en el tiempo con puño de hierro.
“Pero yo nunca he tenido nada contra ella”, confesó Williams. “Fue un poco decepcionante ver todas esas cosas en su libro. Tengo una hija y creo que la negatividad es algo que se enseña. Soy de las que piensan que las mujeres deben ayudarse las unas a las otras, que el éxito de una mujer debería ser la inspiración para otra. A mí me inspiran las mujeres que lo hacen bien”, prosiguió la estadounidense, que en Roland Garros juega con un larguísimo vestido negro de licra, en honor a todas las madres que han sufrido un embarazo duro y luego se han reincorporado a sus tareas diarias. “Antes de su incidente por dopaje lo estaba haciendo bien y ahora, lo está haciendo de nuevo bien. Yo nunca he comentado nada malo acerca de ella”.
Muerta por la superioridad de Williams durante más de una década, la rivalidad entre las dos revivirá este lunes en París en un encuentro por el que los aficionados se frotan las manos. Por encima del partido, una vuelta al pasado tras superar la inactividad (maternidad y dopaje) a una edad complicada (36 años de la estadounidense, 31 de la rusa), un puñado de chispas para multiplicar la electricidad del duelo.
“Quería leer su libro y estaba muy emocionada de que saliera a la venta, feliz por ella”, reveló Serena. “Al leerlo, vi que una gran parte era sobre mí y… me sorprendió. No esperaba leer un libro sobre mí, no esperaba leer cosas inciertas”, reiteró la estadounidense, molesta por mucho que no lo admitiese ante los periodistas. “No sabía que ella me admiraba tanto, que estaba tan involucrada en mi carrera”.
Si ningún Serena-Sharapova es un partido cualquiera, este aún menos: las páginas de la autobiografía de la rusa, los secretos que la estadounidense ha subrayado como mentiras, han envuelto en llamas la pelea por el pase a los cuartos de final de Roland Garros.