Último punto de la final del Masters 1000 de Toronto. Rafael Nadal conecta un winner de derecha invertida y se convierte en el ganador del torneo canadiense. El mallorquín, que cuenta sus finales por victorias en este 2018, levanta su entorchado número 80. Casi inmediatamente después, ya en rueda de prensa, Nadal se muestra dubitativo ante su presencia en el siguiente Masters 1000, que comienza al día siguiente en Cincinnati. El calendario ATP no da tregua, e incluso la victoria más emocionante se evapora antes de poder saborearla, puesto que al cabo de escasos siete días ya hay otro campeón y los flashes están en otra ciudad, sobre otro jugador.
Sobre el papel, la normativa dice que todo jugador que esté en el top-30 debe competir en los cuatro torneos del Grand Slam, ocho de los nueve Masters 1000 y cuatro de los ATP 500. Es la moneda de cambio que reciben los organizadores por la inversión que hacen en los torneos: poder contar con los mejores.
Sin embargo, existe una regla, llamada 1.08, por la que cualquier tenista que haya disputado 600 partidos oficiales, sumado 12 años en activo o superado la treintena (31 años cumplidos en la temporada en curso) podrá saltarse un Masters 1000. Si cumple las tres, como es el caso de Nadal, el jugador puede renunciar a todos los Masters 1000 que quiera sin ningún tipo de penalización. Con el US Open a la vuelta de la esquina, ¿ha tomado Nadal la mejor decisión?
Supongo que cada uno elige su calendario por diferentes motivos. Algunos, para ganar confianza de cara a los torneos grandes. Otros, para ser el número uno. Los hay también que necesitan ritmo competitivo. Ninguna de estas tres variables creo que se aplique a Nadal: ostenta el número uno, confianza no le falta puesto que cuenta sus finales de 2018 por victorias, y va sobrado de ritmo.
Hay otra pieza en el puzle de los calendarios, y es la del descanso. Nadal cumplió en junio 32 años, y llevamos escuchando desde que tiene 25, que a los 30 estaría retirado porque sus múltiples lesiones le impedirían competir al máximo nivel. No es, ni mucho menos, fruto del azar o de la magia que el tiempo pase y Nadal siga compitiendo a niveles exquisitos. Un equipo que elige siempre la mejor opción (mucho mérito a Rafael Maymò), tanto desde el punto de vista terapéutico como desde el punto de vista estratégico.
¿A qué opta un jugador como Nadal, cuando ya ha ganado todo lo ganable? Entiendo que a disfrutar con lo que hace, mirando de refilón la posibilidad, por qué no, de convertirse en el mejor tenista de la historia. Para ello, ganar Masters 1000 como Cincinnati suma, pero ganar torneos del Grand Slam multiplica; es lo que te eleva al Olimpo.
Renunciar a Cincinnati sin tener, que sepamos, ninguna dolencia física, es una excelente maniobra de prevención desde el punto de vista terapéutico, y una excelente decisión para mantenerse fresco para Nueva York. Pese a que ahora mismo Nadal no esté sufriendo ninguna agudización de sus dolencias, nunca está de más mimar esos tendones, y más teniendo en cuenta que las pistas de cemento americanas castigan con mayor dureza estas estructuras.
Además, disputar Cincinnati supondría competir varios partidos (a priori) en unas condiciones que no favorecen al rendimiento del jugador en el medio plazo. Sumado a la dureza propia de los partidos, del desgaste físico per se, hay que añadir el factor extra del calor: en la ciudad de Ohio suele hacer muchísimo calor la semana del torneo. Estas condiciones climatológicas tan duras provocan un punto extra de fatiga en los jugadores, que influye en su rendimiento. Cuanto mayor es el calor mayor es la deshidratación, lo que repercute en un peor estado muscular y sistémico, peor recuperación post competición y peor rendimiento según avancen los partidos.
Como bien se dice, el descanso quizá sea la parte más importante del entrenamiento.
*** Blanca Bernal es fisioterapeuta, trabajó varios años para la WTA y en la actualidad lo hace en el World Padel Tour.