Rafael Nadal quiere ganar como sea la sexta Copa Davis de la historia para España. Eso quedó claro el miércoles por la noche, cuando el número uno del mundo saltó a la pista para jugar un cruce de dobles intrascendente con Marcel Granollers después de haber garantizado el pase de la selección a cuartos de final ganando a Borna Gojo, y poniendo el 2-0 de la eliminatoria ante Croacia. El campeón de 19 grandes, sin embargo, decidió participar en el punto por parejas (6-3 y 6-4 a Ivan Dodig y Mate Pavic) y tomárselo como una preparación para las curvas que vienen a partir del viernes: el mallorquín está dispuesto a dejárselo todo por la Ensaladera, aunque eso signifique tener que exprimirse haciendo el esfuerzo de competir en solitario y acompañado. [Narración y estadísticas]
“Tener opciones siempre es bueno, y hemos podido probar otra pareja”, explicó Sergi Bruguera, el capitán español, tras el encuentro. “Cualquier jugador puede estar en el dobles, pero quería probar con Rafa porque es uno de los mejores doblistas del mundo”, añadió el seleccionador. “Era muy importante para él coger confianza y acoplarse con Granollers”.
Si Bruguera hubiese tenido la certeza, y no la sospecha, de la renuncia de Borna Coric al partido individual que debería haberle medido a Nadal, posiblemente habría movido ficha sacando a Pablo Carreño frente al desconocido Gojo, dejando al balear para el dobles. Ocurrió que llegó la hora de nominar a los participantes de los encuentros, que la selección desconocía la renuncia del croata y que solo una lesión justificada puede dar luz verde al intercambio de piezas una vez anunciados los elegidos.
Así, Nadal se encontró enfrentándose a Gojo (280 mundial, sin una sola victoria profesional) y ganando sin sobresaltos al croata, con muy poquito desgaste. La plácida victoria llevó al español a levantar la mano para probarse jugando el dobles, afrontándolo como un entrenamiento por si en las próximas eliminatorias hace falta que acuda al rescate de la selección en el punto decisivo, aprovechando para ensayar algunos automatismos básicos de la modalidad con Granollers, pese a que ya habían entrenado durante la semana por si llegaba el momento.
De todas las parejas posibles desde el punto de vista de la lógica (Feliciano López, Pablo Carreño o Granollers), Nadal eligió al catalán, con el que solo había jugado dos veces antes (Miami y Halle en 2012, cuando se preparaban para unos Juegos Olímpicos que luego no disputaron) porque ambos tienen estilos de juego que se complementan bien, y en pista rápida bajo techo el mallorquín prefiere unirse a Granollers, sobrada su experiencia, enorme el currículo, probada la capacidad para adaptarse a casi cualquier compañero que tenga a su lado.
Que Nadal y Granollers hubiesen estado siete años sin compartir lado en la pista no fue un inconveniente para que se entendiesen perfectamente desde el primer momento. El número uno, claro, hace mejor a todo tenista con el que se junte, y muchos son los ejemplos para demostrarlo. Con ese respaldo, Granollers exhibió todas las cosas buenas que ya le habían impulsado a la victoria el día anterior (con López) ante Karen Khachanov y Andrey Rublev en el duelo decisivo de la serie ante Rusia y completó una noche brillante, especialmente cada vez que se decidió a atacar la red.
La prueba, resultado incluido, salió más que bien: Nadal y Granollers se demostraron que están listos por si hay que jugárselo todo a la carta del dobles.