Conseguir tres cosas tan importantes de una vez merece un gran brindis; hacerlo tras estar tumbado en la lona, una buena celebración. Este domingo, Novak Djokovic derrotó 6-4, 4-6, 2-6, 6-3 y 6-4 a Dominic Thiem para ganar su octavo Open de Australia (¡ocho!) y dispararse hasta los 17 grandes, de nuevo a dos de Rafael Nadal (19) y a tres del récord absoluto de Roger Federer (20). [Narración y estadísticas: Dominic Thiem - Novak Djokovic]
Así, el serbio se convirtió en el único tenista que celebra al menos un Grand Slam en tres décadas distintas y recuperó el número uno del mundo, para empezar desde este lunes una nueva etapa en el trono del circuito.
El triunfo refleja algo evidente desde hace tiempo: la hegemonía de Nole en Melbourne (2008, 2011, 2012, 2013, 2015, 2016, 2019 y 2020) es comparable a la de sus grandes rivales en París (12 títulos de Nadal en Roland Garros) y Londres (ocho de Federer en Wimbledon).
Thiem entregó el primer set con una doble falta después de haber recuperado un 1-4 inicial. El austríaco, que salió demasiado fallón y se encontró con un Djokovic sublime, pegó, pegó y pegó hasta poner el 4-4 en el marcador.
Todo igualado, todo como al principio. Sin embargo, a la hora de la verdad, cuando el serbio restaba para ganar ese primer parcial, Thiem dudó lo justo para que su rival se le echase encima como un caníbal. Entonces, el aspirante explotó con esa doble falta que le entregó el set a su oponente, lo que debería haber sido un gancho de los que noquean a una piedra.
Thiem reaccionó
Demostrando agallas, Thiem arrancó rompiendo el saque de Djokovic en el segundo set, y el serbio lo recuperó para poner el 4-4. El equilibrio se vino abajo por un golpe de pánico, y la final cambió de arriba a abajo.
Encadenado a los nervios mientras buscaba el 5-4, sintiendo toneladas de presión, Nole apuró el tiempo botando la pelota entre saque y saque, sobrepasando los 25 segundos permitidos para poner la bola en juego, y recibió un aviso (15-30) que un minuto más tarde (15-40) se convirtió en una sanción.
En consecuencia, Djokovic perdió uno de sus dos saques para afrontar ese punto clave, que tuvo que jugarlo con segundo servicio, y terminó mandando una derecha tres metros fuera para ceder otro break, que le costó también la segunda manga.
"¡Buen trabajo!", le dijo el número dos a Damien Dumusois, el juez de silla del partido, después de tocarle un pie con su mano. "¡Te vas a hacer famoso!", le gritó el serbio antes de volver a la pista y encajar una doble rotura con la que confirmó un estado de crisis reflejado en su rostro y en sus gestos, y que Thiem supo ver antes que nadie para hincarle el diente a la final.
El número cinco del mundo comenzó la final sin encontrar su revés paralelo, pero recuperó ese tiro para cuando llegaron las fases clave del cruce, que Nole afrontó cabizbajo y dolorido (pidió la presencia del fisioterapeuta en el tercer parcial y se marchó al vestuario a ser atendido antes de comenzar el cuarto). Sin soluciones ante una lluvia de puñetazos durísimos, el serbio perdió también el tercer set y afrontó el cuarto metido en un buen problema.
Djokovic resurgió al final
¿Cómo salió Djokovic de ahí? ¿Desde dónde construyó una remontada por la que nadie daba un centavo? ¿Qué pasó?
Hasta el 3-3 del cuarto set, Thiem contuvo la reacción de Nole, un tenista completamente diferente al que se había arrastrado minutos atrás. De repente, el serbio encontró el ritmo perdido entre el segundo y el tercer parcial para llevar al austríaco a la zona de los más fuertes: el terreno mental. De las dudas salió Djokovic, y en las dudas se enterró Thiem, que al perder el cuarto parcial también perdió irremediablemente el partido.