Arantxa Sánchez Vicario (Barcelona, España; 1971) acaba de terminar una extensa entrevista con este periódico y dice que ha pasado más nervios que cuando jugaba. En el despacho de Pedro J. Ramírez, y tras pasear por la redacción de EL ESPAÑOL después de aterrizar de Miami en un avión de Iberia a primera hora del jueves, la ex número uno mundial se sienta con dos periodistas para abrirse por primera vez en mucho tiempo.
Es la vuelta al foco mediático de la campeona de cuatro grandes, el regreso al mundo que tanto le ha dado, tras pasar una época muy complicada.
Tras la charla, Sánchez Vicario se marcha a Ciudad de la Raqueta para participar con su hermano Emilio, Albert Costa, Anabel Medina y Miguel Díaz, presidente de la RFET, en el primer coloquio del foro ‘Cuatro décadas de Deporte en Democracia’, que organiza EL ESPAÑOL y reafirma el mismo mensaje que en la entrevista: la leyenda está de regreso.
Imagine que tiene que explicarle a alguien de la generación T cómo era Arantxa Sánchez Vicario.
Era una luchadora que nunca daba un punto por perdido, una persona que nunca se daba por vencida. Y una tenista a la que le encantaba representar a su país. Siempre que podía estaba ahí, costase lo que costase.
Cierre los ojos si quiere. ¿Cuál es el primer recuerdo suyo que le viene con una raqueta?
El primer recuerdo que tengo es ver la raqueta de madera de mis hermanos en casa. La cogía y la arrastraba porque era más grande que yo, y me iba a dar pelotazos. Mis hermanos mayores ya jugaban y yo quería hacer lo mismo que ellos.
¿En qué momento es consciente de que tiene aptitudes?
Yo me iba a jugar contra la pared mientras mis hermanos disputaban los torneos. Les molestaba un poco para que jugaran conmigo. Era pesada, muy insistente, y al final lo conseguía. Ahí tenía la pasión y quería hacer lo mismo que ellos. Me gustaba mucho. Empecé a jugar más con la raqueta que con las muñecas y entrenaba un poco después del colegio, cuando terminaban mis clases. Mi familia vio que yo podía tener cualidades y poco a poco mis ganas fueron en aumento, hasta que llegó un momento en el que quería jugar al tenis todo el tiempo.
Empecé a jugar más con la raqueta que con las muñecas y entrenaba un poco después del colegio, cuando terminaban mis clases
¿Y la primera noticia de la existencia de la presión?
Quizás cuando gané el Campeonato de España Absoluto con 13 años. Había vencido a las mejores jugadoras nacionales de aquel momento, que eran mayores que yo y con mejor ránking. Soy una persona muy competitiva. Había ganado otros títulos e iba superando esas barreras. Ahí fue cuando la presión comenzó un poco, pero sobre todo llegó al hacerme profesional y tener que defender más puntos. Fue cuando aparecieron las responsabilidades.
¿De verdad una niña de 17 años está preparada para ganar Roland Garros?
Me vino todo muy rápido y no estaba preparada en muchos sentidos, pero pude aprender a saber lo que realmente venía después, como la exigencia. Rompí barreras y puse el tenis femenino español en lo más alto. Era una niña de 17 años y tuve
que madurar mucho más rápido que cualquier otra de mi edad. Me tuve que superar día a día para ser mejor jugadora.
Nunca me daba por vencida, siempre luchaba, siempre lo daba todo. Sabía que los resultados vendrían. Para mí, cambió todo desde que gané el primer Roland Garros. Una no está preparada, a no ser que te pase. A mí me ocurrió con 17 años y tuve que aprender. En la pista me transformaba y tenía un grupo conmigo que me ayudaba mucho. Mis hermanos han sido un pilar importantísimo para poder mejorar.
Era una niña de 17 años y tuve que madurar mucho más rápido que cualquier otra de mi edad
Ese primer título que consiguió en París llegó en un momento de claro protagonismo masculino. ¿Usted se considera una pionera de todos los logros que han ido consiguiendo las mujeres en el deporte?
El tenis es de los pocos deportes que está igual de valorado en hombres y mujeres. Billie Jean King, Martina Navratilova y Chris Evert fueron las pioneras en hacer ese avance. Luego vino mi generación con Mónica Seles, Steffi Graf, Gabriela Sabatini o Lindsey Davenport. Yo estuve dentro de ese grupo. Abrimos un camino, y quizás hemos sido un referente para los demás deportes, para que puedan tener la igualdad de la que gozamos en el tenis.
Abrí un camino como mujer en un momento en el que el deporte era más masculino. Me alegro de ello. Ahora las mujeres están en lo más alto, logrando importantes triunfos. Todo está cambiando.
Con la perspectiva que sólo da del tiempo, ¿extraña no haber hecho las cosas de una persona normal que termina el colegio, va a la universidad y comienza su etapa laboral en un trabajo?
Mi vida ha sido diferente. He perdido bastantes cosas por el camino, pero lo volvería a hacer igual. Tuve una carrera maravillosa, mucho éxito, dejé el pabellón español lo más alto que pude e intenté ser un referente, como jugadora y como persona. Al final, siempre hay tiempo para todo. Hay cosas que estoy viviendo ahora que no pude hacer cuando jugaba. A mí me vino todo muy pronto, pero no me arrepiento de nada. Estoy muy feliz.
Ganó tres veces Roland Garros y una el Abierto de los Estados Unidos, pero se quedó muy cerca de completar el Grand Slam consiguiendo los cuatro.
Lo que buscas como jugadora es intentar ganar el mayor número de torneos del Grand Slam. Yo me tuve que adaptar para mejorar mi juego en todo tipo de superficies y llegar al número uno. Era un momento complicado porque tenía a una grande como Graf, que era imbatible y mejor que yo a todos los niveles. Siempre intentaba sacar lo mejor de mí, luchar y buscar la manera de hacerle daño a ella. Seles, Davenport, Sabatini… había muchas jugadoras buenas en ese momento.
Gané cuatro grandes, pero también jugué otras 12 finales. Hay que estar ahí para poder jugarlas, pero nadie recuerda el nombre de la perdedora. Pude aprender. Al caer, intentas ver qué te está pasando para poder mejorar. Yo encontré a mi hermano para que me volviese a entrenar y me ayudase a recuperar mi forma de jugar, aspirando nuevamente a ganar esos torneos tan importante. Volví a ganar Roland Garros y se rompió esa barrera. Fue un momento difícil, pero aprendí mucho. Ojalá hubiera podido ganar más, pero también estuve ahí para disputar esas finales.
Gané cuatro grandes, pero también jugué otras 12 finales. Hay que estar ahí para poder jugarlas, pero nadie recuerda el nombre de la perdedora
Ha mencionado varios nombres dorados de aquella generación.
Coincidí con tres generaciones. Empecé con Navratilova y Evert, luego con Graf y Seles, y después Davenport, Hingis, Henin, Clijsters, las Williams… Son tres generaciones. Se dice fácil, pero es complicado hacerlo. A mí me tocó una época dorada junto con Steffi, que era la más grande. Estoy contenta de haber marcado una era en el mundo del tenis. Cuando se ven los partidos, cuando salen imágenes, recuerdo aquellas grandes batallas que jugaba contra ellas y me emociono.
¿Es tan competitivo el circuito actual como el que usted vivió?
Cada generación es diferente, no se pueden comparar. Nosotras éramos un grupo de 10 jugadoras que nos enfrentábamos en los partidos más importantes. Para ser número uno tenías que ganar uno o dos torneos de Grand Slam cada año. Ahora es distinto. Falta esa consistencia, esa regularidad de nuestra época. A día de hoy, está más abierto, no hay una clara dominadora como cuando estaba Serena Williams antes de ser madre.
¿Y en cuanto a variedad táctica? Ahora el 95% de las tenistas juegan igual…
Como he dicho, ahora es diferente. También han cambiado las raquetas, los cordajes, la preparación física… Todo ha evolucionado. En nuestra época había más jugadoras que hacían saque y red, que jugaban con golpes cortados y dejadas. Ahora es un tenis más de fuerza.
Si hay una jugadora que cambia un poco, como (la australiana Ashleigh) Barty, es cuando hace más daño porque las rivales no están acostumbradas a eso. Poco a poco, van viendo que deben usar un poco más esos golpes. Aunque es la manera de jugar hoy en día: fuerte, con velocidad y asumiendo riesgos. Eso hace que cuando están bien puedan ganar muchos partidos, pero que pierdan bastantes si no tienen confianza.
Todo ha evolucionado. En nuestra época había más jugadoras que hacían saque y red, que jugaban con golpes cortados y dejadas. Ahora es un tenis más de fuerza
Conchita Martínez también formó parte de esa era. ¿Eran rivales o amigas?
Eramos rivales, pero también grandes amigas. Nos conocíamos muy bien desde que empezamos a jugar en infantiles. Yo he ayudado a Conchita a ser mejor, y ella a mí también. Fue bueno tener esa rivalidad, pero sana. Nos intentaron enfrentar en muchas ocasiones, pero nunca lo consiguieron. Además, cuando nos juntábamos para jugar por equipos, en la Copa Federación o en los Juegos Olímpicos, nos convertíamos en una pareja muy fuerte. Unir lo bueno suyo con lo bueno mío hacía que tuviésemos mucho éxito. A mí me ha ayudado mucho.
Ella entrena ahora a Garbiñe Muguruza.
Sí. Ya ha ganado dos grandes. Tiene mucho potencial, y cuando uno baja tanto en el ránking siempre cuesta un poco volver. Ahora, con Conchita, la veo bien. Ella le da tranquilidad y tienen muy buena comunicación. Está relajada y tiene tenis de sobra para estar ahí entre las mejores, pudiendo luchar por los torneos más grandes durante mucho tiempo.
A veces, ¿hace falta que un entrenador le ponga los pies en el suelo a la jugadora?
Sí, claro que sí. A mí me ha pasado. Es importante tener a alguien que te diga las cosas para tener los pies en la tierra.
¿Cuál es la diferencia entre una campeona y una buena tenista?
La mente marca las diferencias muchas veces. Eso hace que puedas ganar partidos o perderlos en numerosas ocasiones. Tienes que trabajar la cabeza, pero también tener un don especial para saber qué hacer en esos momentos clave. La mente hace mucho, eso está claro.
¿Se trabaja?
Claro que sí, no hay nada malo en recurrir a un especialista porque te pueden ayudar en muchos momentos. Lo importante es la confianza que tengas con la persona con la que estás hablando para que consiga sacar lo mejor de ti. Todos tenemos a alguien que nos echa una mano, que nos hace mejorar y crecer. Yo tuve un referente en mis hermanos, pero también he trabajado en mi mente, en los momentos buenos y en los malos, que es cuando más aprendes.
Tienes que trabajar la cabeza, pero también tener un don especial para saber qué hacer en esos momentos clave
¿Cuál es su definición de éxito?
No soy la mejor persona para poderlo decir. Bueno, pero el éxito puede estar en muchas partes. Por ejemplo, llegar a casa y cocinarse una tortilla. A nivel deportivo, fue un período muy bonito durante muchos años como deportista. Y ahora lo son mis hijos. Ellos son el pilar y el motor para poder continuar. Me hacen seguir adelante, evolucionando y creciendo como persona. Mis hijos son la prioridad principal para mí.
¿Y la felicidad?
La felicidad de estar en la central de Roland Garros o Wimbledon, delante de tanta gente, y tener el apoyo del público. En esos momentos eran cosas que me hacían vibrar, cosas que no se olvidan. No echo de menos el tenis, pero cuando vuelvo a un torneo se me pone la piel de gallina porque recuerdo aquellos momentos. Fuera de la pista, lo tengo claro: mi vida y mis hijos.
¿No lo echa nada de menos?
No lo echo de menos. Cuando tomé la decisión, se acabó. Es verdad que ahora voy a una pista a jugar un partido de leyendas, están las gradas llenas y noto el gusanillo en el estómago por los viejos recuerdos. Pero no tengo presión ni responsabilidad. No volvería. Si tuviese que volver a jugar otra vez no lo haría.
¿Cuánto juega ahora?
Muy poco, la verdad. Estoy retomándolo otra vez, pero no juego tanto como quisiera.
Carla Suárez se retira este año. ¿Cómo se acepta ese momento?
Nadie mejor que tu mismo sabe si ha llegado el momento, pero tomar la decisión es muy difícil. Te cambia completamente la vida. Ya no tienes que entrenar, no tienes que levantarte temprano, no tienes que viajar… es una transición difícil. Empieza otra vida, también igual de dura, pero fuera de la competición. Eso sí, tarde o temprano es un momento que le llega a todo el mundo.
¿Le sorprendió la reaparición de Kim Clijsters? Siete años después de dejarlo, esta semana volvió al circuito en Dubái.
Nos sorprendió a todos cuando vimos la noticia. Está claro que lo echa de menos, pero es algo muy personal. Ya lo hizo una vez cuando fue madre por primera vez. Lo dejó, volvió y ganó el US Open, así que no es nada nuevo para ella. Conoce el proceso, pero es un poco sorprendente. Le deseo lo mejor porque es admirable.
“Si volviera atrás, ¿hubiera cambiado cosas? ¡Claro que hubiera cambiado cosas!”. La frase es de Rafael Nadal.
Yo estoy muy satisfecha con lo que he hecho porque lo di todo en cada momento. Siempre he sido una persona muy luchadora. Nunca pensé que tendría una carrera con tantos éxitos. Lo que me duele un poco es haber estado apartada los últimos años por los problemas personales que he tenido. Ahora estoy de vuelta otra vez. El tenis es mi vida y mi pasión. Tengo muchas ganas de estar relacionada de nuevo con el mundo del tenis.
Me duele un poco haber estado apartada los últimos años por los problemas personales que he tenido. Ahora estoy de vuelta otra vez
En esa vuelta de la que habla, ¿se plantea entrenar al máximo nivel a una jugadora que esté peleando por cosas importantes?
He vuelto, y tengo que barajar las opciones. No cierro ninguna puerta a nada. Tengo dos hijos y hay que combinarlo todo. Estoy encantada de estar en el mundo del tenis para aportar lo máximo que pueda, de una manera u otra. No sé por dónde, pero dejo las puertas abiertas.
¿Qué le apetece hacer en este regreso?
Me gustaría devolverle al tenis todo lo que me ha dado a mí con las nuevas generaciones, con las chicas jóvenes. Intentar ayudar a otras personas transmitiéndole lo que pasé en la pista, pero desde fuera. Todo es aprender. Quiero dar mi experiencia para ver si pueden salir más niñas el día de mañana y tener una carrera como la mía.
¿Cómo le gustaría ser recordada?
Me gustaría ser recordada por mi carácter, por mi personalidad. Por el cariño que el público ha tenido siempre hacia mí. Eso es algo con lo que me quedo, incluso ahora que estoy retirada. Es algo muy emocionante saber que tanta gente te ha querido y te sigue queriendo. Eso es lo más bonito de todo.