Esto es una remontada y lo demás son tonterías. Para ganar su tercer Grand Slam en tres finales disputadas, el segundo US Open de su carrera (2018 el anterior) y el primero en la era de la covid-19, Naomi Osaka se enfrenta a un buen problema: pierde 1-6, 0-2 y saque de Victoria Azarenka en un cruce dominado desde el primer punto por su contraria. La japonesa, una campeona de los pies a la cabeza, gana 1-6, 6-3, 6-3 y firma un reacción increíble para levantar un título que resalta algo que ya se sabía: con 22 años, Osaka no es flor de un día.
Azarenka comenzó jugando un tenis pluscuamperfecto. En 15 minutos, la bielorrusa dominaba 4-1, con doble break; en menos de 25, ya se había hecho con la primera manga sin enfrentarse a una sola situación de peligro, arrasando cada peloteo a lomos de una fuerza conmovedora. Fue la recompensa a un plan de juego bastante efectivo: para dominar a Osaka, una pegadora feroz, Azarenka apostó por llevarla de lado a lado, negándole el golpeo en estático, y abriéndole la puerta de los errores no forzados, que cayeron a puñados (13 en el primer set) en el lado de la japonesa.
Al principio solo existió Azarenka, y nada más. La astucia de la bielorrusa descolocó a Osaka. Sus movimientos agresivos, interpretando de maravilla las jugadas, terminaron de destruir la cabeza de la japonesa, apaleada sin opción a revolverse. Un arrebato de garra en el momento clave de la fina ayudó a la número nueve mundial a mantenerse en el partido, rescatándola de una derrota fugaz y metiéndola de llena en la lucha por una victoria que minutos atrás parecía imposible.
Con Azarenka volando (6-1, 2-0 y saque en 35 minutos), Osaka volvió al encuentro consiguiendo un break que frenó en seco la velocidad de crucero de su rival. Estoy aquí. No me he ido. Quiero luchar. A partir de entones, la japonesa cogió el control de la final. Transformando la incomodidad que sentía en unas sensaciones arrolladoras, Osaka empató el duelo llevándose el segundo parcial y aterrizó en el tercero con el viento de cara, golpeando cada pelota de forma limpia y contundente, sacando a la bielorrusa de la línea de fondo para quitarle la iniciativa y así golpear primero.
Ante eso, Azarenka pasó de no sabe cómo ganar los puntos a darse una oportunidad que no sirvió para mucho: la bielorrusa recuperó el break de ventaja que tenía su rival en el tercer parcial (de 1-4 a 3-4), pero Osaka cerró la brecha rápidamente con otra rotura (5-3) para echarle las manos a la copa de campeona y tirarse al suelo para intentar asimilar sobre una Arthur Ashe vacía la continuidad de una historia que con total seguridad tendrá más episodios.
A diferencia de otras, Osaka no es una campeona fugaz.