Novak Djokovic es uno de los mejores tenistas del mundo. Seguramente, sea el mejor, solo amenazado por un Rafa Nadal que se crece en superficies como la tierra batida y en pistas que siempre le inspiran como las de las instalaciones de Flushing Meadows, en Nueva York. Sin embargo, 'Nole' es actualmente el tenista más completo, el más sólido, el más polivalente sea cual sea la pista, la superficie o las condiciones.
Nadie duda del valor actual del serbio. Por algo es el número 1 del mundo y por algo lo ha sido durante estos últimos años donde solo el balear se ha atrevido a amenazar su reinado y a alternarse con él en el trono. Sin embargo, su lucha va más allá del momento y de la situación actual.
Por ello, nadie duda tampoco del tremendo valor de Djokovic en la historia del tenis. Por méritos propios se ha colado entre los más grandes de la historia de este deporte. Desde atrás, fue capaz de llegar a la élite y meterse en la pelea entre los dos colosos más grandes, en una batalla épica y preciosa, la que lidiaban el propio Nadal y el maestro suizo, Roger Federer. Tal fue su crecimiento que hoy 'Nole' pelea por sobrepasar a ambos y quedarse en solitario en esa guerra, al menos en cuanto números se refiere.
Sin embargo, existe una batalla en la que Djokovic siempre ha salido como claro perdedor, la de ser el tenista más querido, más admirado y más respetado. A pesar de haber ganado tanto o más que el resto, es difícil que Djokovic cuente con el apoyo del público, que sea tan querido como otros. Y esa sensación está también trasladándose al resto del circuito.
Los compañeros y rivales de Djokovic están empezando a cansarse de las actitudes del serbio. Djokovic se ha acostumbrado a vivir siempre rodeado de polémica, adoptando ese papel de antihéroe de uno de los deportes más respetados por su belleza y por su elegancia. El balcánico ha hecho suya esa imagen del rey de la polémica.
Carreño alza la voz
Novak Djokovic es un campeón absouto, un rey del tenis, un jugador que ya ha dejado un legado imborrable en el deporte de la raqueta y que sin duda ampliará en los próximos años. Su valía es tan grande como sus retos, y el último que se ha propuesto es terminar este año 2020 invicto. La realidad es que ningún tenista ha sido capaz de derrotarle en la pista.
Sin embargo, lo que sí han hecho muchos es criticar ciertas actitudes del serbio que tienen muy cansados a sus rivales. El circuito conoce perfectamente como es su líder, habitualmente rodeado de críticas, de dudas, de comentarios que afean su enorme rendimiento y en los que él ha aprendido a convivir dando esa imagen de chico malo del tenis.
El último ejemplo lo ha vivido con Pablo Carreño, y no ha sido el primero de esta extraña temporada. El tenista español se quejó de una práctica habitual en Djokovic, la llamada a las asistencias médicas en partidos importantes que se le complican. Carreño no ha sido el primero, y seguramente no sea el último, que se queja de este hecho.
El español aseguró que no ponía en duda las dolencias del serbio, es más, lo tomó como una buena señal porque interpretó que estaba en problemas y que si había llamado al médico es porque le estaba haciendo sufrir. Sin embargo, la realidad es que no es la primera vez que algún rival critica esta 'artimaña' de 'Nole'.
En problemas, o no, Djokovic aprovecha el parón para resetearse, templar sus nervios y dejar frio a su rival para iniciar así su remontada. Y contra Carreño le dio resultados, ya que el español ganó el primer set y perdió los tres siguientes, diciendo adiós en cuartos de final al último Grand Slam del año.
Por ello, tras su eliminación, Carreño no se mordió la lengua y expuso lo que muchos otros piensan y lo que algunos ya han criticado antes. A pesar de eso, Djokovic aseguró tener verdaderos problemas físicos, al menos sí esta vez, y ya este jueves se ha ausentado del entrenamiento previo a las semifinales que disputará frente Tsitsipas.
La guerra contra los jueces
La polémica contra Pablo Carreño no ha sido la primera de la temporada. Pero tampoco ha sido la primera que vive en este Roland Garros que se disputa en París y que está a punto de elegir a su nuevo gran mosquetero. La polémica estrella del serbio en este torneo la ha vivido, una vez más, contra los jueces de línea, sus nuevos enemigos en el universo de la raqueta.
Djokovic ha comenzado una salvaje cruzada contra ellos sin prácticamente sentido alguno. Sus palabras contra los jueces han sido tan graves que incluso ha solicitado que deben desaparecer de la pista porque, básicamente, le molestan. Para Djokovic, en lugar de una ayuda, son un problema. Por ello apuesta por la tecnología para suprimir una labor tradicional en la historia del tenis.
Más allá de juzgar la verdadera utilidad de los jueces de línea y de su papel, importante o no, en una pista de tenis, es realmente grave que un profesional de primer nivel, número 1 del mundo y representante hasta hace muy poco de todos los jugadores, pida públicamente que el puesto de los jueces de línea es algo a eliminar.
Sin embargo, no resulta tan sorprendente viendo de dónde viene Novak Djokovic. El serbio, que ha ganado desde la reanudación el Master 1000 de Cincinnati disputado en Nueva York y el Master 1000 de Roma, fue descalificado en el US Open por propinar, en uno de sus habituales cabreos monumentales, un brutal pelotazo en el cuello a una jueza.
En aquel partido, también contra Pablo Carreño y también en los cuartos de un grande, Djokovic fue descalificado por su desafortunado gesto. Sin embargo, lejos de asumir su tremendo error y de hacer un mínimo de propósito de enmienda, ha sido en Roland Garros donde ha dejado una de las reflexiones del año.
Sin jueces en la pista, tal y como ha pedido, no le pasarían estas cosas. Obviamente, si aquella jueza no hubiera estado en la pista Arthur Ashe, la bola hubiera golpeado contra la pared. Pero quizás, lo que Djokovic no ha pensado es que el problema de aquello no fue la existencia de un árbitro si no su total falta de autocontrol y su estado de histeria, habituales por otra parte casi en todos sus partidos.
Djokovic, acostumbrado a liderar
La realidad es que Djokovic ha entrado en una dinámica de la que parece difícil que salga. Quizás, ha desistido en su intento por cambiar y ha preferido encarnar a la perfección ese papel de antihéroe del tenis y crecer desde ahí, desde su nuevo sitio. En lugar de intentar ser un chico bueno y un jugador modélico, se siente más a gusto siendo el villano que somete al resto, por valía y por alguna táctica de dudoso honor.
Además, Djokovic es, hoy por hoy, un líder dentro del circuito, tanto para lo bueno como para lo malo. En los últimos tiempos, a medida que Nadal y Federer se alejaban del primer plano y de los focos, Djokovic ha sabido acaparar todo ese protagonismo para ser la imagen del resto de sus compañeros, incluso de aquellos que no concuerdan con él.
Por eso, ya no es extraño que Djokovic dé que hablar tanto dentro como fuera de la pista y que incluso sea noticia cuando no se encuentra disputando ningún torneo. Su última gran hazaña ha sido la de crear su propia asociación de jugadores, externa de la ATP y que ya ha contado con el rechazo de Rafa Nadal y Roger Federer. El serbio se ha hartado de no ir en concordancia con el máximo estamento del tenis y ha decidido actuar en solitario para defender los intereses de sus compañeros como él estima oportuno.
Esa asociación, la PTPA, crecerá en caminos opuestos a la ATP y estará liderada por el propio Djokovic y por los tenistas que ya le han mostrado su apoyo tras renunciar a la presidencia del Consejo de Jugadores, cargo que ocupaba y que ya le ha reportado críticas por algunas acciones cometidas, como la de liderar el catastrófico Adria Tour que a punto estuvo de poner en peligro la vuelta del circuito, celebrando un aquelarre vírico con público, sin medidas sanitarias y sin ningún tipo de cuidados ni precauciones y que encima multiplicó los contagios entre jugadores y miembros de sus cuerpos técnicos.
Incluso el propio Djokovic y su mujer pasaron el mal trago de dar positivo por un acto que fue una de las mayores imprudencias que se recuerdan en el mundo del deporte y que podría haber tenido consecuencias extremadamente graves. Sin embargo, fue una más de las polémicas que lideró el serbio.
A veces, las intenciones de Djokovic son buenas, como el impulso que dio al Fondo de Ayuda de Jugadores para intentar paliar los efectos de la pandemia sobre aquellos jugadores de menor ránking que iban a acusar profundamente la falta de torneos. Sin embargo, hasta en una buena obra en la que fue apoyado por Nadal y Federer, recibió críticas como las de Thiem, que consideró que ese fondo iba a beneficiar a muchos jugadores que no eran realmente profesionales y que utilizarían su ránking para aprovecharse de las ayudas.
Otro de sus grandes ejemplos en el que ejerció de líder fue en la creación de la nueva Copa Davis impulsada por Gerard Piqué y su empresa Kosmos, a la cual el serbio se opuso en un primer momento y, tras negociar en primera persona con el propio futbolista del FC Barcelona, terminó siendo uno de sus grandes aliados y gran embajador del torneo, un papel que le venía como anillo al dedo después de haber conseguido ser protagonista.
Djokovic, en el centro del huracán
Novak Djokovic ha adoptado a la perfección el papel de jugador controvertido y polémico hasta el punto de llegar a creérselo por completo. En ocasiones, el enorme jugador que es queda eclipsado por ese papel que le va como anillo al dedo y que ya ha incorporado a su repertorio dentro de la pista como un arma más para desestabilizar a sus rivales.
Por eso, no es extraño verle rompiendo su raqueta contra el suelo, pegando pelotazos a las bolas, realizando gritos, gestos y miradas desafiantes y todo tipo de comportamientos que no solo irritan a sus rivales, si no que están provocando que le falten el respeto porque consideran que no es una actitud digna de un número uno, de un jugador de su talla.
Incluso el propio Rafa Nadal, tras lo sucedido en el US Open, dijo que Djokovic tenía que controlar ese tipo de actitudes, poder poner freno a esos arrebatos y tener un mayor autocontrol sobre sus emociones y sobre sus delirios, esos que le llevan a ser un jugador no tan querido por el gran público.
Djokovic se ha convertido en el caballero oscuro de un deporte siempre señorial y correcto, que ha apartado a aquellos que por su comportamiento han avergonzado al resto y que ahora mismo señala al serbio como el chico malo de ese famoso 'Big Three' que conforma junto a Nadal y Federer, dos deportistas ejemplares que pocas veces incurren en alguna falta en su comportamiento. En manos de Djokovic está poder cambiar eso o seguir siendo estando en el centro del huracán de la polémica.
[Más información - Dolorido y desquiciado, Djokovic gana a Carreño para llegar a semifinales de Roland Garros]