El partido pareció de todo menos un bautizo en un Grand Slam. Este martes, Carlos Alcaraz debutó en el cuadro final de un grande tumbando a Botic van de Zandschulp (6-1, 6-4, 6–4) en la primera ronda del Abierto de Australia y automáticamente se convirtió en el primer tenista nacido en 2003 en celebrar un triunfo en un torneo de la máxima categoría. A los 17 años, el jovencísimo español gestionó el debut de forma abrumadora: sin nervios, con decisión y derrochando madurez en la toma de decisiones, como si llevara toda la vida disputando partidos como ese, como si tuviese mucha experiencia en duelos al mejor de cinco sets. Dentro de un tiempo, cuando haya que mirar hacia atrás para buscar su primera vez en uno de las cuatro citas más importantes del circuito, se recordará el cruce por los trazos inconfundibles de un jugador especial, de aura mágica, cabeza privilegiada y talento inconfundible. La huella de los campeones.
“Estoy sorprendido e ilusionado”, dijo Alcaraz tras convertirse en el español más joven en ganar un partido de Grand Slam desde Rafael Nadal, que con 17 años y 20 días superó a Mario Ancic en Wimbledon 2003. “He empezado un poco nervioso el primer juego, pero luego me he soltado y he intentado jugar mi juego. He manejado muy bien la situación del encuentro, muy sereno. Estoy con muchas ganas de jugar el siguiente”, prosiguió el murciano, citado el jueves con Mikael Ymer (3-6, 6-3, 3-6, 7-5, 6-3 a Hubert Hurkacz) en la segunda ronda. “Soy nuevo aquí en el circuito y estoy rodeado por todos los jugadores que he visto desde pequeño. Intento llevarlo con normalidad, pero cuando lo pienso en frío…”.
De entrada, Alcaraz perdió solo 10 puntos en el primer set (¡solo 10!) y comenzó el segundo con un break para abrir brecha en el encuentro (6-1, 2-0). A continuación, vio cómo van de Zandschulp le arrebataba el saque e igualaba la segunda manga (3-3), invitándole a dudar, tentándole a tambalearse emocionalmente. Entones, el español reaccionó como reaccionan los mejores: le devolvió la rotura de servicio al holandés (4-3) y se lanzó sin medianías a por la victoria.
Posiblemente impulsado por su reacción en el corazón del duelo, van de Zandschulp apretó los dientes en el tercer set y mantuvo equilibrado el marcador hasta el 4-4. El holandés, que la semana pasada llegó hasta los cuartos de final en Melbourne 1, uno de los torneos preparatorios para el Abierto de Australia, lo vio claro y peleó por volver al partido... sin ningún éxito. En ese 4-4, olfateando la línea de meta, el español celebró un break que le abrió las puertas para seguir adelante.
Seguido desde la grada de la pista 17 por Juan Carlos Ferrero, su técnico y ex número uno mundial, Alcaraz compitió con carácter, puño en alto constantemente, y mucha personalidad. Jugando directo (26 ganadores). Lanzándose al ataque a la más mínima oportunidad. Ganándole metros a la pista. Yéndose a la red (10 puntos ganados en esa zona de la pista). Marcando los tiempos. Decidiendo el cómo y el cuándo. Fue una presentación insuperable: hola a todos, este soy yo y esto es todo lo que he aprendido hasta llegar aquí, mis armas y mis virtudes.
Después de pasar la previa del torneo en Doha y estar encerrado durante 14 días tras el positivo en covid-19 de un pasajero de su vuelo a Melbourne, el español tenía motivos para lamentarse. Mientras muchos tenistas podían disfrutar de cinco horas al día fuera de la habitación para entrenar y prepararse físicamente, Alcaraz se encontró encerrado entre cuatro paredes. Ante eso, el español eligió el camino difícil: no se quejó, no dijo una palabra fuera de lugar, no se regodeó en la adversidad ni cayó en la autocompasión. Al contrario.
Durante ese confinamiento estricto, Alcaraz se valió de todo lo que encontró para no perder ni un minuto. Así, aprovechó la bicicleta estática y las cintas TRX que Tennis Australia le proporcionó, utilizó sus bolsas de viaje para hacer fuerza y aprovechó el colchón de la cama como improvisado frontón. En consecuencia, no perdió la buena base que traía tras una pretemporada sobresaliente, confirmada con sus tres triunfos en la fase previa del Abierto de Australia en Doha, y salió del aislamiento listo para comerse el mundo.
Es exactamente lo que empezó a hacer al llegar a la tercera ronda de Melbourne 1 hace unos días, derrotando por el camino a David Goffin (número 14 del mundo), y lo que reafirmó el martes al superar la primera ronda del torneo.