El 10 de agosto, camino del aeropuerto de Toronto para montarse en un avión que le llevase de vuelta a casa después de renunciar a jugar el Masters 1000 de Canadá como consecuencia de fuertes dolores en su pie izquierdo, Rafael Nadal ya había tomado la decisión que comunicó este viernes a través de sus redes sociales: cerrar su temporada 2021, descartando participar en las dos últimas grandes citas de su calendario (el Abierto de los Estados Unidos y la Copa de Maestros, que este año se muda de Londres a Turín) para centrarse en recuperarse mirando a un 2022 en el que cumplirá 36 años. Protagonista de la carrera por ser el mejor tenista de todos los tiempos, en la que también compiten Roger Federer y Novak Djokovic, el mallorquín ha encajado el golpe como una oportunidad de alargar su tiempo en el circuito.
“Sinceramente, llevo un año sufriendo mucho más de lo que debería con mi pie y necesito tomarme un tiempo”, explicó Nadal a través de un vídeo publicado en su cuenta de Instagram. “Después de haberlo hablado con el equipo y la familia, se ha tomado esta decisión y creo que es el camino a seguir para intentar recuperarme”, prosiguió el campeón de 20 grandes. “En vista de que durante este último año no he tenido la la capacidad de poder entrenarme, prepararme y competir de la manera en la que realmente me gusta hacerlo, llego a la conclusión de que necesito un tiempo para recuperarme”, añadió. “Vamos a cambiar una serie de cosas e intentar entender cuál ha sido la la evolución del pie en estos últimos tiempos. No es una lesión nueva, la tengo desde el 2005 y no me ha impedido poder desarrollar mi vida deportiva durante todos estos años”.
En 2005, mientras firmaba una de las grandes remontadas de su carrera en el Madrid Arena (levantó dos sets de desventaja ante Iván Ljubicic para celebrar su primer Mutua Madrid Open), Nadal sintió que el escafoides del pie izquierdo se le partía en dos, algo que confirmó cuando al día siguiente se levantó completamente cojo. El suceso, que luego ha definido muchas veces durante los últimos años utilizando esas palabras, tiene nombre compuesto y diagnóstico complicado: enfermedad de Müller-Weiss, una displasia del escafoides tarsiano, la deformidad de uno de los huesos situados en el medio pie, esencial para la movilidad del mismo.
Después de esa final en Madrid, Nadal estuvo parado desde el 27 de octubre de 2005 hasta el 15 de febrero de 2006. Durante esos meses, escuchó cómo algunos médicos daban por acabada su carrera (“es imposible que pueda seguir practicar la competición de alto nivel”, decían) mientras su equipo buscaba soluciones para que el tenista pudiese convivir con un problema que no se puede borrar una vez se manifiesta. Así, el mallorquín exprimió la vía del tratamiento conservador, apostando por unas plantillas especiales que usa desde entonces para desviar el punto de apoyo de su pie izquierdo y aliviar así el dolor que siente al jugar. Esas plantillas son tan aparatosas, tan agresivas, que Nadal tuvo que hacer algo increíble en 2006: coger un avión a Oregón, donde tiene su sede Nike, para diseñar unas zapatillas que pudiesen acoger la nueva forma de su pie, unido para siempre a esas plantillas.
Así, aprendiendo a compartir espacio con las molestias, el tenista forjó una leyenda como pocas ha visto la historia sin que la enfermedad de Müller-Weiss se lo impidiese (19 títulos de Grand Slam después de esa final de Madrid en 2005), viviendo épocas mejores y otras peores. Este año, durante la semifinal de Roland Garros que perdió con Djokovic, el balear pidió la ayuda del fisioterapeuta para que le cambiase las vendas que habitualmente protegen esa zona tan delicada (“tengo el escafoides chafado por la mitad y se va inflamando y duele. Era insoportable y pedí otro vendaje, pero ya estoy acostumbrado”, explicó en la rueda de prensa posterior). Ese partido de la máxima exigencia, sumado a una extenuante gira de tierra batida, provocaron varias consecuencias: Nadal renunció a Wimbledon y a los Juegos Olímpicos de Tokio, se enfrentó a dos semanas sin entrenar y cuando reapareció en Washington lo hizo con un dolor intolerable que le terminó cerrando las puertas de una temporada difícil, llena de sinsabores casi de principio a fin.
“Ahora es el momento de tomar decisiones”, avisó Nadal. “Hay que buscar un tipo de tratamiento un poco diferente para intentar encontrar una solución. Estoy con la máxima ilusión y predisposición a hacer lo que haga falta para seguir compitiendo por las cosas que me motivan”.
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