Como casi cada año, cuando el verano empieza a quitar los días a la primavera, en París se repite una tradición en los últimos 17 años: Rafa Nadal llega a la final de Roland Garros. Las 13 veces que eso ha sucedido, el resultado ha sido el mismo: el mejor tenista de todos los tiempos levanta la Copa de los Mosqueteros. Este domingo buscará su decimocuarta, pero lo que le diferenciará de las demás es la épica que ha rodeado a cada uno de los partidos que ha ido superando el balear.
Más allá de los rivales y del juego desplegado, hay una cuestión que eleva la participación de Nadal en este Roland Garros a los altares de la excelencia. Rafa está jugando lesionado. Las infiltraciones que recibe el manacorí antes de cada encuentro impiden que sufra dolores en su pie izquierdo. El Síndrome de Müller-Weiss le acompaña desde los primeros compases de su carrera, pero ha sido en este 2022 cuando el problema ha entrado en un callejón sin salida.
Nadal llegó a la final para vivir "un sueño" que no quería haber cumplido "de esta manera". Alexander Zverev se tuvo que retirar de un encuentro vibrante que se encaminaba al segundo tie break de la tarde. Los otros dos encuentros también tuvieron su pizca de magia. Eliminó en cuartos a Novak Djokovic en un partido en el que Rafa exhibió un nivel impresionante cuando estaba a punto de cumplir 36 años. Para llegar a esa cita tuvo que vivir una agonía y superar a Felix Auger-Aliassime en cinco sets.
Superar la adversidad
Cuestionar a Rafa Nadal en Roland Garros es sinónimo de pecar. Los infieles que pensaron tras ver al español irse de Roma cojeando por culpa de su osteocondritis del escafoides que no iba a tener una buena actuación en la tierra de la que es rey ahora viven una purga particular. Nunca se verá jamás a un tenista dominar como lo ha hecho el 13 veces campeón del torneo. En su mano está poner otra pica más en su trayectoria de Grand Slam: sería el 22.
Nadal parecía superar la primera semana en Roland Garros sin problemas. Se diluían las dudas que podía haber sobre su estado físico, pero la realidad es que no había tenido ninguna prueba de nivel hasta el domingo 29 de mayo. Después de ver un día antes a su Real Madrid levantar La Decimocuarta él no quería ser menos. Pero el pupilo de su tío Toni le iba a poner en una situación extrema. Ahí se podía comprobar que la certeza que habían dado sobre que podía aguantar hasta la final era real.
Auger-Aliassime comenzó más fuerte que Nadal y le robaba el primer set en esta edición de Roland Garros. La reacción de Rafa fue contundente: de desaprovechar seis bolas de break, pasó a solo permitir al canadiense sumar cinco juegos en los dos siguientes parciales. El balear demostraba que su físico no iba a flojear, incluso ante los paralelos imposibles que le lanzaba Félix para ganarle el cuarto set y llevar el choque hasta el definitivo.
Nadal volvía a demostrar por qué es el rey de la tierra batida. El manacorí volvía a levantar un partido sacando adelante el primer encuentro que se había puesto cuesta arriba. El español era una vez más ese titán que vuelve loca a la afición de París. El gesto que quedó inmortalizado de Nadal en la estatua que está presente en el complejo de la Boix de Boulogne volvía a verse sobre la arcilla de la Chatrier, cuando algunos pensaban incluso que no lo volverían a ver más.
La inmortalidad
Nadal y Djokovic se han enfrentado hasta en 59 ocasiones y los cuartos de final de Roland Garros 2022 pueden ser para la perpetuidad. El serbio podría quedar como el que más ha ganado (30-29), pero el último duelo fue para Rafael. Una vez más el manacorí se encontraba al serbio en un Grand Slam, otra vez le superaba. En un duelo en el que llegaba como favorito el número uno del mundo, desde el primer momento el español dejaba claro que no lo iba a volver a tumbar en su casa.
El precedente era el de las semifinales de Roland Garros 2021. Allí Novak le infligía una derrota dolorosa, remontando un duelo que había comenzado ganando Nadal. La misma arena de la Philippe Chatrier se encendía, a pesar de ser por la noche, en 2022 para ver a Rafa endosarle un 6-2 en el primer set. Lejos de venirse abajo, Djokovic remontaba un 3-0 en contra para darle la vuelta al marcador y empatar el encuentro.
A Rafa no le iba a temblar el pulso por ese parcial. Nadal sacó su puño de hierro y su mejor versión para volver a llevarse el partido a su terreno en el siguiente parcial con el 6-2. Djokovic, que venía de ceder con claridad, quería quemar todas sus naves y se puso con ventaja de 3-0 a su favor en el cuarto set. El serbio no baja el ritmo y continuó hasta situarse con 5-2. Todo parecía encaminado para que el balear y Novak decidieran su choque en el quinto, pero ahí volvió a emerger el gigante de la tierra.
Rafa aguantó su servicio para ponerse 5-3 y ahí sí llegó el momento de la verdad. Con su saque, 'Nole' tuvo hasta dos bolas de set. Sabía que ahí había tenido la llave para haber cambiado su situación en el encuentro y en el Grand Slam de la tierra batida. Sin embargo, ahí se hundió física y, sobre todo, moralmente. Nadal consiguió dar la vuelta a la situación, empató el set a cinco juegos y después lo envió al tie break. Djokovic salvaría tres pelotas de partido, pero el balear se hacía inmortal.
Con honor
Aún quedaba otra hazaña para llegar a la final número 14. El español se citaba con el hombre que le había apeado del torneo de Madrid y que llegaba con la pretensión de por fin ganar a un miembro del 'Big3' en un Grand Slam. Alexander Zverev estaba jugando un tenis espectacular en Roland Garros. El alemán frenó el huracán Carlos Alcaraz en los cuartos demostrando que su juego tenía pocas flaquezas. Tampoco las exhibiría ante Nadal.
La batalla entre Rafa y Alexander estaba siendo épica hasta el momento de la lesión inoportuna. El balear consiguió darle la vuelta a un primer set que se había puesto completamente de cara para el alemán. El número tres del mundo estaba implacable al servicio y con el revés. Nadal, literalmente empapado y golpeando una pelota que sentía con un peso tremendo por las condiciones que provocaban la humedad y el techo cerrado, volvía a sobreponerse a la circunstancia negativa.
En el tie break del primer parcial salvaba cuatro bolas de set para cerrarlo con su servicio y un paralelo marca de la casa. La pugna estaba siendo tan igualada que les había llevado una hora y media solo la manga inicial. La segunda no defraudaría y se iría al mismo minutaje. La batalla estaba tan igualada que los dos contendientes perdieron los cuatro primeros saques del encuentro. Nadal no consiguió aprovechar cuatro servicios de forma consecutiva.
También se repuso a eso. El balear igualaba el choque y, cuando Zverev restaba para ganar el segundo set, se producía la tragedia. Nadal mandaba una bola paralela imposible para el alemán. Este trataba de llegar y en el camino se tropezaba. Su tobillo se doblaba y sus gritos de dolor hacían prever que el choque se acababa ahí. Rafa no abandonó en un solo momento al número tres del mundo. Regresaba con él a la pista y se fundían en un abrazo de campeones.
Así llega Nadal a la final de este domingo. Una conjunción de épica, respeto y tenis por encima de las posibilidades de cualquier otro profesional lleva a Rafa a una nueva final. En esa circunstancia no ha perdido nunca. Este domingo se enfrentará a otra cita con la historia para ampliar su leyenda con los Grand Slam y Roland Garros. Un día que puede ser una despedida, quién sabe si definitiva, del mejor jugador de todos los tiempos en este deporte.
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