"Aquí no es fácil adaptarse por la altura", decía Carlos Alcaraz (El Palmar, 2003) cuando llegó esta semana a Madrid. Es un mal común para los tenistas cada vez que llega el torneo y que el número dos del mundo ya ha comprobado en años anteriores. Este viernes, tras su sufrido debut contra Emil Ruusuvuori, volvió a mencionar dicho problema.
Alcaraz ha pasado en cinco días de ganar el Trofeo Conde de Godó en Barcelona, a nivel del mar, a jugar en el Mutua Madrid Open, a 657 metros de altura. Ha tenido menos días de adaptación que el año pasado, cuando hubo una semana de descanso entremedias de los dos torneos y Carlos pudo entrenarse antes de viajar a la capital en Villena, en la Academia Equelite, a una altitud de 500 metros.
Toca ir poco a poco. Alcaraz pasó ante Ruusuvuori una complicada prueba en la que, incluso, alguno llegó a temer que el finlandés diera la mayor campanada del torneo. Carlos se puso el mono de trabajo y ganó, aunque acabó "agotado física y sobre todo mentalmente". Este domingo, el reto se llama Grigor Dimitrov.
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A Alcaraz le pasa lo que 'sufría' Nadal: "Madrid todo se vuelve un poco más complicado por jugar en casa y en altura", decía Rafa. Sin el manacorí, a Carlos se le suma la altitud y la presión de ser el jugador del que más se espera en la Caja Mágica. Ambos, eso sí, comparten que no hay otro lugar en el mundo donde el público ayude más a ganar.
El tenista de El Palmar ha escalado a ritmo de vértigo en los últimos dos años. Si en 2021 llegaba a Madrid mediante una invitación y como 120 del mundo y en 2022 como noveno del ranking y gran promesa el circuito, este año lo hace como vigente campeón, ganador de un Grand Slam (US Open) y el número 1 más joven de la historia. Presión en todos los sentidos.
La tierra batida de Madrid es de las más rápidas del mundo. No hay ningún torneo de su categoría (Masters 1.000) que se juegue a más altitud. Torneos similares, como Montecarlo y Roma e incluso Roland Garros, igual que el Godó, se juegan a la altura del mar o similar. El tenis se juega en la capital con mayor aceleración y, en consecuencia, descontrol.
Se sufre más cuando no hay descanso entre dos torneos con grandes diferencias de altura. Alcaraz ya lo padeció nada más ganar su primer torneo como profesional, en Umag en julio de 2021. Levantó el título en la ciudad croata, a nivel del mar, y de seguido voló a Kitzbühel (Austria), a 762 metros. Carlos, que además jugaba con un vendaje en el brazo derecho por una distensión, tardó en adaptarse y perdió en tres sets contra el entonces desconocido Alexander Erler, 297 del mundo en 2021 y 36 ahora.
Así afecta la altura de Madrid
¿En qué afecta el cambio de altura en el tenis? A más metros de altitud, menos presión atmosférica y densidad en el aire. Por tanto, desciende también la resistencia que se encuentra la bola en su camino cuando es golpeada: frena menos y, por ende, alcanza más velocidad y llega a mayor distancia que a nivel del mar.
Hace unas ediciones del Mutua Madrid Open, varios rostros conocidos del tenis lo explicaban en EL ESPAÑOL: "La altura se nota. Las sesiones de entrenamiento en altura van bien para adaptarte un poco. La bola bota más, está todo más rápido, más vivo. Se tarda unos días en sentir lo mismo que a nivel del mar, e incluso hay jugadores que nunca llegan a sentirlo, como yo. Hay jugadores que se adaptan bien", decía Carlos Moyá.
Àlex Corretja lo analizaba así: "Los cambios más grandes son que la pelota sale mucho más rápida de la raqueta, que la bola bota más alta y que el esfuerzo a la hora de sacar es bastante menor. Al restar, es más difícil recibirla porque la bola sale muy rápida del cordaje. Al sacar fuerte o con efecto… literalmente vuela, sale despedida. Cuando estás jugando a nivel del mar, hay jugadas en las que estás acostumbrado a tirar con una potencia y aquí tienes que darle un poco más de curva porque la bola no baja".
En estas condiciones, pueden sacar ventaja los tenistas con los golpes más potentes de fondo y gran servicio (los saques son varios kilómetros por hora más rápidos). Es el caso de Alexander Zverev, doble campeón en Madrid y finalista el año pasado contra Alcaraz. Carlos quiso entrenarse con el alemán el jueves, en su segunda sesión de trabajo en la Caja Mágica. Un día antes lo hizo con Dimitrov, su rival del domingo.
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Alcaraz no es un tenista al que le vengan del todo mal estás condiciones, más aún con lo acostumbrado que está a entrenar en altura en Villena. Es un tenista con buen saque y al que le gusta acabar los puntos rápido. Pero si llega sin tiempo de adaptación y tampoco tiene su día, puede sufrir como ante Ruusuvuori.
Carlos hizo diez errores no forzados y se le notaba incómodo por sus gestos, sobre todo, en los tramos iniciales del partido. Juan Carlos Ferrero, desde el box, le pedía asegurar: "Hay que hacer más largo el rally, como sea", decía su entrenador. Poco a poco fue ganando confianza y acabó ganando. Toca dar con la tecla para los próximos partidos.
Posiblemente, no haya habido mejor tenista que haya sabido estudiar las condiciones de Madrid que Rafa Nadal. Cinco veces ganador del torneo (2005 en pista dura y 2010, 2013, 2014 y 2017 sobre arcilla), el de Manacor se hizo casi irreductible con armas como sus liftados. Esos golpes a los que siempre supo dar gran altura en la capital española eran todavía más altos. Así forzaba a sus rivales a cometer más errores en sus golpes.
Solo Nadal ha ganado en ediciones consecutivas el Mutua Madrid Open y Alcaraz tiene este año la oportunidad de romper ese privilegio. Sus opciones dependerán, en gran parte, de lo bien que se adapte de nuevo a unas condiciones que hacen de este un torneo único.