Hace apenas un mes, Novak Djokovic se recuperaba de su operación de menisco en la camilla de un hospital. Peligraba su presencia en los Juegos Olímpicos y, todavía más, su comparecencia en Wimbledon. No obstante, una espléndida recuperación y 30 días después, ha alcanzado su décima final sobre la hierba de Londres tras superar (6-4,7-6 y 6-4) a un vigoroso Lorenzo Musetti.[Así hemos vivido la victoria de Djokovic sobre Musetti].  

Novak Djokovic es imperecedero. Avisó de que si venía a Wimbledon era para ganar el torneo y está a un partido de cumplir su palabra. Por sexta edición consecutiva había alcanzado las semifinales de Wimbledon, pero, si echamos la vista atrás, observamos que de las últimas 14 ha estado presente en doce de ellas Un "superhumano" que dice Alcaraz.

Además, su último billete a la antesala de la final lo selló sin derrochar una gota de sudor tras la retirada de De Miñaur en cuartos de final. Descanso que agradece su recuperado cuerpo. Ante Musetti se le vio alejado de los dos intangibles que han marcado su Wimbledon. El físico y su enrarecida relación con el público del All England Club. 

Aunque un tercero amenazaba con hacerle quebrar. El joven Musetti, que afrontaba su primera semifinal de Grand Slam, entró al pasto inglés con mejor cara y apretando de primeras con el revés. Su juego desde el fondo de la pista le permitió llevar el ritmo de los primeros juegos, hasta que Djokovic decidió subir a la red. El serbio se desenvolvió como pez en el agua jugando arriba. 

Novak, conocedor mejor que nadie de su estado físico, rehuía los puntos largos que tanto buscaba Musetti. Es ahí donde el italiano muestra toda su agresividad y determinación. Estuvo cerca forzar el séptimo juego de un primer set que parecía controlado por el balcánico, pero la prisa nunca es buena compañera. Aceleró cuándo no debía y Novak ajustició la novatada. 

Vuelta a empezar para el italiano que, no obstante, le quebró el servicio en la segunda manga. Ahora sí tocaba acelerar. La sexta marcha se quebró en el ecuador del set con la rotura de su servicio, algo que no volvió a suceder en ningún bando hasta la llegada del tie break. El juego lo dominaba Musetti, pero las sensaciones eran de Djokovic.

Pese a no gozar de plenitud física, se sentía la superioridad del serbio bajo este escenario. Se intuía que a la hora de la verdad se apuntaría la segunda manga cómo y cuándo quisiera. Un par de errores no forzado condenaron al italiano y e hicieron despegar al serbio que no modificaría ya su hoja de ruta. 

Dio continuidad al mazazo para asestar el golpe definitivo a Musetti con la rotura del primer juego en el último set. Lorenzo había cuajado un gran partido, pero se veía superado por la veteranía del balcánico. Le costó cerrar el partido, incluso los expertos sufren en territorios conocidos. Tres bolas de partido cedió e incluso se vio obligado a levantar una de break para Musetti, pero logró precintar el partido. Djokovic es inevitable.