El siglo de Jean-Paul Sartre
El martes 21 de junio, Jean-Paul Sartre (1905-1980) hubiese cumplido cien años. Teórico del individualismo (“Quien es auténtico, asume la responsabilidad por ser lo que es y se reconoce libre de ser lo que es”) y el existencialismo, que no inventó pero al que dio un protagonismo tal en el pensamiento posterior a la II Guerra Mundial que sin él no se entiende el siglo XX, Sartre retrató la náusea del hombre contemporáneo perdido en un mundo sin dioses ni sentido. Trató, desde -no sólo- la filosofía temas como la soledad, la muerte, la subjetividad o la libertad, que desarrolló en novelas, ensayos,panfletos, obras de teatro... Más aún: nadie encarnó como él al intelectual comprometido con su tiempo, sus contradiciones y embustes: fervoroso comunista, condenó la invasión soviética de Hungría y apoyó la revolución maoísta; rechazó el Nobel de Literatura, pero reclamó el dinero; combatió en la Resistencia, estuvo en las barricadas del 68 francés, y acabó apoyando el terrorismo y convertido en el mandarín de lo filosóficamente correcto.
El Cultural ofrece hoy Un anciano burlado, ensayo inédito de Sartre sobre Tintoretto en el que se retrata; además, Eugenio Trías analiza “Lo que queda” de Sartre; Álvaro Pombo evoca su influjo en sus contemporáneos; Carlos Semprún Maura, su trayectoria política, y José Antonio Marina traza, en “Las cuatro esquinas”, su “Autobiografía”. Distintas miradas hacia quien confesó: “La cultura no salva nada ni a nadie, no justifica. Pero es un producto del hombre, que se proyecta en ella, se reconoce... Ese viejo edificio en ruinas, mi impostura, es también mi carácter; podemos deshacernos de una neurosis, pero no curarnos de nosotros mismos”.
Autobiografía de Jean-Paul Sartre, por José Antonio Marina. Toda la obra de Sartre, incluso sus más abstractos tratados metafísicos, son una gigantesca autobiografía desperdigada, una autobiografía que hace tiempo decidí escribir a partir de sus textos, y que empezaba así...
Sartre inédito: Un anciano burlado. La vista miente, la mirada exilia: es el sueño idiota de una materia obsesionada; no hay nada que ver y mostrar, el mundo es nocturno. El acusado ni siquiera da importancia a su estrategia de defensa: morirá sin saber si la Pintura es imposible.
Lo que queda de Sartre, por Eugenio Trías. La filosofía, lo mismo que la poesía, es algo extraño, único, singular. Heidegger y Sartre, de distinto modo, constituyen el cul de sac de la modernidad, que de Descartes hasta ellos se ha caracterizado por esa omisión del fundamento matricial.
Niñez y futuro de una generación, por Álvaro Pombo. Así puede ser leído ahora Sartre, el gran escritor, el gran contradictor, que me enseñó a amar la belleza y la alegría de este mundo. Con Sartre aprendí a escudriñar la complejidad viscosa de la existencia de los hombres.
Sartre, ¿A quién enterraron?, por Carlos Semprún Maura. A los sesenta años cumplidos Sartre se arranca su traje/chaqueta/corbata para disfrazarse con un chaleco de jubilado arrabalero, vocear la prensa maoísta por las calles y hacer el ridículo.
Sartre en el telar, por Francisco Nieva. Sartre, en teatro, es un ejemplo de maestría que no se puede obviar, como autor que dinamizó el teatro francés y lo llenó tanto de polémica como de admiración. Y además, como objeto artístico, puede incluso quedar por encima de su discurso temporal.
Sartre: 1905-1980, del ser a la nada. Nadie encarnó como él al intelectual comprometido con su tiempo, sus contradiciones y embustes: fervoroso comunista, rechazó el Nobel de Literatura pero reclamó el dinero; combatió en la Resistencia y estuvo en mayo del 68, pero acabó apoyando el terrorismo.