Javier Gomá: "Si vendiéramos lavadoras competiríamos con los demás"
Javier Gomá, por Gusi Bejer
Pregunta: ¿Cómo acaba un Doctor en Filosofía, licenciado en Filología Clásica y Derecho y letrado del Consejo de Estado al frente de la Fundacion desde 2003? Respuesta: En 2003 el anterior director se jubiló y para entonces yo ya llevaba 7 años trabajando dentro y estaba totalmente identificado con la Fundación. Nunca me había visto como un profesional de la gestión cultural que primero trabaja en un sitio y luego en otro, pero era y soy un convencido de este modelo puro de fundación. Cuando surgió la oportunidad de asumir la dirección no me lo pensé. P: Es miembro de la junta directiva de la Asociación Española de Fundaciones, ¿tenemos la Ley de Fundaciones que nos merecemos? R: Escribí un artículo para mostrar que la historia de las fundaciones es la historia de los prejuicios que ha sufrido. La Ley que tenemos es positiva porque con ella se ha conseguido superar esos prejuicios históricos y para el sector supone una especie de mayoría de edad. P: ¿Se podría mejorar? R: Es demasiado mimética con respecto a legislaciones del pasado. Debe adaptarse a una realidad distinta,donde la mayoría de las fundaciones se crean no para gastar dinero propio sino para recaudar dinero ajeno. P: ¿Cómo hace compatible la gestión de la Fundación con su obra literaria? R: A veces sentir diariamente la limitación del tiempo beneficia la productividad personal. Paradójicamente, cuando tenía más tiempo, antes de entrar en la Fundación, no había sido capaz de escribir un libro. Además, este trabajo te pone en contacto con gente que es estímulo intelectual. P: Volviendo a la Fundación, ¿qué diferencia a la Juan March de las otras? P: El compromiso de una familia a lo largo de tres generaciones, un compromiso inteligente y sinceramente generoso. Y una identidad institucional reconocible y confirmada durante 50 años. P: Si tuviese que elegir sólo una aportación de la Fundación, ¿cuál sería? R: El modelo de fundación pura. Una fundación dotada de un amplio patrimonio rentable, destinado exclusivamente a asegurar su viabilidad económica y su independencia. No tiene condicionamiento de ninguna clase, lo que le permite aspirar a la excelencia. P: ¿El peor momento? R: Según creo, los orígenes. En 1955 no era bien vista por la Administración una entidad privada e independiente. El fundador estuvo a veces tentado de desistir por las dificultades burocráticas que tuvo que afrontar. P: Y están más orgullosos de... R: Yo lo estoy de que se asocie a la Fundación con la calidad: con frecuencia la gente acude a nuestros actos un poco “a ciegas” confiando en que siempre encontrarán algo bueno. P: ¿Y de la idea de apostar, a comienzos de los 70, por la sociología y la biología? R: Sé que mucha gente asocia a la Fundación con el arte y las becas. Sin embargo, el compromiso de la Fundación con la ciencia se remonta al mismo origen. Sociología y biología eran dos disciplinas en auge en el mundo y en estado muy precario en España. P: ¿No se arrepienten de haber donado a la Biblioteca Nacional el Cantar de Mío Cid, comprado por 10 millones de pesetas en 1960? R: 10 millones de pesetas de 1960 equivalen a más de 350 millones de hoy. Pero había riesgo real de que el manuscrito fundador de nuestra cultura fuera exportado a otro país, y el Estado no tenía presupuesto... P: En los 70 comenzaron a celebrar exposiciones de Picasso, Matisse, Motherwell o Hockney. ¿Es hoy la competencia “el” problema? R: Si vendiéramos lavadoras, competiríamos con los demás. Pero en el arte es diferente. Los amantes del arte no dejan de ir a una exposición porque ya hayan ido a otra. Al revés, la belleza crea adicción. P: Sí, pero ¿no hay demasiados “contenedores” de arte? R: En la Edad Media, la devoción llenó la geografía de catedrales. Hoy, otra devoción la llena de museos, nuestras catedrales laicas. P: ¿Cómo plantea la Fundación los próximos 50 años ? R: No soy capaz de pronosticar los próximos 50 años. Pero sí creo que estamos iniciando en estos años una nueva etapa. Ya no seremos, como antes, los primeros en hacer cosas, pero estoy convencido de que seremos pioneros en hacer las cosas de una nueva forma, más reflexiva y más consciente. P: ¿Qué cuadro echa de menos en la exposición que se inaugura mañana? R: Quizá un ready-made de Duchamp o un Van Gogh. P: ¿Cuál merecería una muestra independiente? R: Se me ocurre una exposición compuesta por un cuadro único: en la sala se expondría el Cuadrado negro de Malevich, sonaría música gregoriana, y que cada uno piense en lo que quiera. P: ¿Qué autor le gustaría descubrir, aquí y ahora? R: Al pintor del XVII Frenhofer, maestro de Poussin y autor de Bella vendedora de avellanas, la “obra maestra desconocida” del cuento de Balzac. P: Para acabar, ¿es la Fundación Juan March un arma “cargada de futuro”? R: Un arma y un cuerpo, muy vivo y muy joven, con toda la vida por delante.