Image: Ayala a los 100

Image: Ayala a los 100

El Cultural

Ayala a los 100

“No he hecho nada de lo que deba arrepentirme”

9 marzo, 2006 01:00

"Nadie podía haber hecho este libro mejor que Carolina, porque ha estado al tanto de todo lo que yo he hecho, no como esa secretaria fiel que se presta a ser, sino como una colaboradora", explica agradecido Ayala.

Apenas falta nada para que el 16 de marzo Francisco Ayala (1906) cumpla cien años. Los homenajes se suceden en cascada y el escritor lo mismo aparece en la Biblioteca Nacional entre una ministra morena y una rubia, como un Don Hilarión posmoderno, que recibe una medalla o remata las pruebas de sus próximos libros. A pesar de todo, Ayala procura "estar tranquilo, sobre todo en contraste con mi mujer, que tiene la imposibilidad de tranquilizarse. Entre mi pachorra y su inquietud creamos un cierto equilibrio". Su mujer es la profesora Carolyn Richmond, Carolina, y es la responsable de la gran novedad narrativa de este centenario, De toda la vida (Tusquets), la primera antología de la ficción completa del escritor. Una mañana de marzo, en casa de Carolyn, cerca de la madrileña plaza de Las Salesas, conversan amistosamente el matrimonio Ayala y Luis García Montero, comisario del centenario, con El Cultural como testigo nada discreto. Además, homenajeamos al escritor de la mano de sus máximos especialistas y amigos como Andrés Amorós, Ricardo Senabre, Darío Villanueva, Gregorio Salvador, Germán Gullón, Rosa Navarro Durán, Manuel ángel Vázquez Medel, Antonio Sánchez Trigueros, Agustín Sánchez Vidal y Alberto Ribes.

"Lo del centenario-explica Ayala- es una cosa que ha sobrevenido, y no es algo que yo apetezca o rechace, sino que acepto con agradecimiento, con alegría, pero que no me vuelve loco. ¡Sólo es cuestión de persistir viviendo!".

Carolyn Richmond: A mi sí me vuelve loca, pero de otro modo. Es algo bien merecido, y como tenemos un comisario fantástico...
Y replica Ayala, bienhumorado y zumbón: "Nosotros somos los esclavos del comisario, él manda y nosotros obedecemos".
Lo cierto es que el comisario, Luis García Montero, es más amigo y cómplice que otra cosa. Es, sigue siendo Luisito. Se rompe el fuego preguntando al escritor sobre De toda la vida, la antología de su narrativa completa que sale estos días.

Francisco Ayala: Estoy muy contento porque da una imagen global de mi obra literaria y de mi personalidad, con muestras significativas de cada una de las fases y contiene un epílogo de Carolina espléndido que completa perfectamente el libro. Nadie lo hubiera podido hacerlo mejor que ella, porque ha estado al tanto de todo lo que yo he hecho y conoce muy bien mi obra, no como esa secretaria fiel que se presta a ser, sino como colaboradora extraordinaria.

Mal conocido, peor entendido
C. Richmond: Hay que tener en cuenta que es un escritor de alcance universal, pero sin descubrir por mucha gente, ya que por azares de su vida sólo al comienzo y al final de su trayectoria ha publicado en su propio país. También ha sido un autor muy mal entendido, que primero fue censurado, y al que sólo se leía en España clandestinamente.Y yo creo que esta antología va a ayudar al lector contemporáneo a descubrir en su totalidad a un gran escritor y un prosista excepcional. Es un clásico vivo cuya obra, que cubre casi todo el siglo, está muy vigente. Y como en él persona y obra se complementan...

F. Ayala: ...se funden.

C. Richmond: Eso, se funden. Esta antología es un espejo de su vida, de todas las corrientes de la literatura en español y de Occidente y no hablamos de su pensamiento, siempre en la vanguardia. él se aferra a su individualidad, a su ética. Gracias a Dios, como pensador todavía molesta bastante al público lector porque no dice lo que quieren.
-Sin duda, pero ¿cuál ha sido el cambio más significativo que ha experimentado como narrador?

F. Ayala: Bueno, yo quería ser escritor pero poco a poco entré en la literatura y la literatura se fue apoderando de mí. Ya no era algo que estaba fuera de mí, sino que fue incardinándose de tal manera que los géneros literarios desaparecieron, y dejé de escribir novela propiamente dicha. En la última fase, como se ve perfectamente en la antología, ya la vida inmediata y concreta de esos días está convertida en literatura.

-Pero volvamos al principio. Y en el principio de Ayala (y de su narrativa) están las vanguardias...

F. Ayala: De todas mis épocas guardo un recuerdo positivo, porque no he hecho nada de lo que pueda arrepentirme. En cuanto a la vanguardia, es una época que yo, por motivos circunstanciales, consideré como poco importante, pero que en realidad es fundamental en la historia de mi vida de escritor.

L. García Montero: Siempre admiraste a Gómez de la Serna como artista, pero como persona no te era simpático...

F. Ayala: Para mí ha sido un caso notable de admiración literaria sin límites y de rechazo de la personalidad, por su falta de mesura y de una serie de cualidades fundamentales de las que carecía, de modo que procuré evitar incluso el contacto personal. Recuerdo que la primera vez que fui a la tertulia de Pombo (y la última, porque no volví nunca más) solía acudir a la tertulia un mendigo al que llamaban Pirandello, y gastaba unas bromas poco piadosas al pobre hombre, que se prestaba a eso a cambio de una limosna. ¡Me pareció tan horrible! Me produjo tanta repulsión interior que la personalidad humana de Ramón no la tragué nunca, nunca. Y luego, como escritor, lo mismo mezclaba la poesía y alta poesía de sus mejores momentos, con patochadas, y no sabía distinguirlas.

C. Richmond: Las cuentos de Ayala de esa época no sólo son piezas imprescindibles para la historia de las vanguardias sino que marcan toda su producción literaria, porque quizá lo más interesante que demuestro en el epílogo del libro es la continuidad asombrosa de Ayala a través del tiempo. Aunque para las vanguardias la literatura era un juego, ya entonces Ayala escribió piezas serias, y la muerte está presente en casi todas. él ha dicho que el creador intuía la tragedia que estaba en el aire, así que incluso en esas primeras piezas está la sombra de la muerte, que nunca le abandonará. En las piezas de tono lírico ya está preparándose esa dicotomía que encontramos en El jardín de las delicias, el tono satírico y lírico, así que hace lo mismo o parecido en tono personal, donde el yo, que es y no es él, entra como personaje esencial. Incluso estamos en esa compenetración entre vida y literatura que anticipa la mezcla del yo personal y del narrador que escritores han tomado después.

F. Ayala: De todas formas, al final de mi vida intelectual he llegado a una cosa que desgraciadamente no he podido desarrollar como hubiera querido, porque ya la edad no me lo permite, y es que la realidad, lo que llaman realidad, es la literatura en el sentido de que las cosas no existen, no adquieren realidad más que a través de la literatura. Un pedazo de tierra no existe hasta que se le nombra, eso ya está en la Bilbia, pero no se le ha sacado punta a todo eso, y habría que darle una forma de un ensayo filosófico.

Posición moral ante la guerra
C. Richmond: Yo creo que sí lo has hecho en los últimos ensayos

F. Ayala: Sí, pero no como hubiera querido, porque hay que insistir mucho, porque vivimos en un tiempo en que hay la dicotomía entre realidad y ficcion, realidad e imaginación. La realidad para mí es la imaginación.

L. García Montero: Quizá por eso, la literatura te sirvió para intentar comprender el drama de la guerra civil en los años 40.

F. Ayala: Frente a la guerra civil yo he tenido una posición en la que se une mi actitud moral con una comprensión intelectual de los acontecimientos que los pone en un plano intemporal. Porque todos hemos sido víctimas de la guerra en un sentido humano dificilmente superable.

C. Richmond: Por eso, en la segunda parte reunimos dos textos que reflejan el dolor de la muerte, la muerte de la madre y la muerte de todas las víctimas, no sólo de su familia, y ya empieza a usar el diáologo, que es una forma clásica, renacentista, y es una especie de llanto. él trata de entender la guerra civil a través de la lucha de los hermanos, remontándose al pecado original y al fraticidio, y es de una actualidad increíble.

L. García Montero: Es muy interesante, a partir de esas narraciones, la preocupación por la responsabilidad individual y la meditación sobre el poder...

F. Ayala: Desde luego, porque uno puede estar sosteniendo lo que cree que es lo justo, lo que conviene históricamente, lo razonable, y sin embargo, estar viendo el sufrimiento de todos. En cuanto al poder, existe, simplemente existe. Hoy día las condiciones del mundo son otras, la gente no se quiere dar cuenta de que estamos viviendo en un contexto histórico distinto donde ocurren las peores barbaridades, pero tienen otro sentido.

-De esa época es "El hechizado", que para Borges era uno de los mejores cuentos en español...

F. Ayala: Borges era muy arbitrario. No hay que tomar un elogio suyo como un dictamen definitivo, pero la gente lo repite y a mí me encanta, porque yo tengo la mayor estimación hacia la figura y la persona de Borges, y eso que de pocos escritores puedo decir que admiro al hombre. Borges tenía una profunda humanidad, una modestia increíble, que es una forma suprema de la soberbia. Yo he estado muy cerca de él, y sé de su bondad profunda, inteligente. Y es una cosa rara, porque la gente confunde bondad con bobería.

-¿Y cómo es el Ayala de la tercera parte del libro, dedicada a América?

C. Richmond: La mirada es la misma, pero ya entra el humor, ya puede reírse, en vez de rehacer una crítica seria poética, es una mirada a la realidad que es una risa, hay que reírse. Y esa reacción no les gustó a algunos críticos.

Demasiado joven a los 70
L. García Montero: Sí, y también algunos críticos te han acusado de tener una visión muy dura sobre la condición humana.
F. Ayala: ¿La condición humana? Pues sí, pero es la visión que yo he tenido siempre después de todo, porque al mismo tiempo reconozco los destellos de bondad del ser humano, y lo valoro en mi propia vida de un modo... Bueno, no quiero decir lo que parecería una chochez de un marido cariñoso...

L. García Montero: Vosotros os conocisteis en Estados Unidos pero, ¿qué imagen tienes tú de Ayala como profesor?

C. Richmond: Yo era una joven profesora principiante y él era la gran figura. Y aquí estamos, no fue ni una cosa de alumna y profesor, ni un affaire entre dos colegas, fue el colega desconocido...

F. Ayala: en un sentido bíblico...

C. Richmond: ...hasta que el verano en que se jubiló todo cambió... Se ve que estábamos esperando que cumpliera 70 años, porque me parecía demasiado joven...

-Y la conversación se pierde en mil anécdotas hasta retornar al libro. ¿Qué papel debe desempeñar el lector de De toda la vida?

C. Richmond: Esencial, porque para mí son diálogos del autor con el lector y de los lectores con mi interpretación, pero siempre tratando de abrir los textos, sin imponer nada. En fin, la cuarta parte es más temática. él llega a la madurez, tiene cincuenta, y está preguntándose a qué edad es uno un viejo, pero él era un hombre que nació maduro. Estoy segura de que a los 10 años era más maduro que los adultos de la familia, pero a los 50, es fantástico, es clásico, sumamente moderno y muy personal.
-Sin embargo, sigue sin estar claro sin fue un maduro precoz o un joven de cien años...

L. García Montero: Yo creo que una de las características de su personalidad es la preocupación por moral civica, por la responsabilidad del ciudadano, por eso parece tan responsable desde tan joven.

C. Richmond: Pero al mismo tiempo parece joven, porque tiene tal interés en el presente....

F. Ayala: Eso es cuestión de suerte, porque observo que la gente se paraliza en una fase de su vida, y así hay quien se queda en los 30 años, o en los 40, o sigue, como yo, hasta el final leyendo, asomando su visión de la vida y del mundo, y eso es una cuestión de suerte, no creo que sea un mérito personal.

-El libro termina con "Autorretrato. Recreaciones en un espejo". Si hoy fuese el espejo de Ayala vería....

L. García Montero: A un intelectual que no se ha dejado guiar por las modas y que siempre ha respondido desde la propia independencia al presente y a la realidad. Ayala advirtió muy pronto, en los años 40, problemas que hoy forman parte de las preocupaciones más actuales y eso le da mucho vigencia y juventud a su pensamiento.Me refiero, por ejemplo, a los peligros del nacionalismo, a la globalización, la crisis de la vieja cultura ilustrada, todo eso que hoy se debate como globalizacion o posmodernidad. La palabra que define su personalidad es lucidez y esa lucidez tiene que ver con la responsabilidad. Es una persona que por una parte tiene unos principios y una conciencia muy sólida y que por otra parte se relaciona con la realidad sin intentar imponer sus principios sino dialogando con ella, y lo que quiere es interpretarla, y por eso es una persona que más que los dogmas busca los matices.Y en una época de tanto dogmatismo y de tanto fundamentalismo, esa conciencia de la historia define su personalidad literaria. Por eso él define toda su literatura como la búsqueda de ese momento de suprema moralidad donde cada individuo se reúne con su conciencia.

Granada, 1906 - Madrid, 2009

1906, 16 de marzo. Francisco Ayala García-Duarte nace en Granada.
1916. Ingresa en el Instituto de Segunda Enseñanza Padre Suarez de Granada para cursar el bachillerato.
1922. Se traslada a Madrid con su familia.
1922-25. Comienza simultáneamente en la Universidad de Madrid los estudios de Filosofía y Letras y de Derecho.
1926. Colabora en "La Gaceta Literaria" y en "Revista de Occidente".
1929-31. Se traslada a Berlín para ampliar estudios, y allí contrae matrimonio con Etelvina Silva Vargas. A su regreso recibe el grado de Doctor por la Universidad Central.
1931. Tras proclamarse la República, ingresa en el cuerpo de Oficiales Letrados del Congreso de los Diputados, y gana una cátedra de Derecho Político.
1934. El 4 de noviembre nace su hija única, Nina.
1936. El estallido de la guerra civil le sorprende en Suramérica, en una gira de conferencias. Regresa a España.
1936-39. Trabaja como funcionario al servicio de la República, desempeñando, entre otros puestos, el de Secretario-Consejero de la Delegación Española en Praga.
1939-44. Se instala en Buenos Aires con su familia. Colabora en "La Nación" y en la revista "Sur".
1945. Invitado a dictar un curso en Río de Janeiro, pasa en Brasil todo el año y comienza a redactar su Tratado de sociologia.
1946-49.Regresa la familia a la capital argentina, donde Ayala funda la revista "Realidad".
1950-56. Se traslada con su familia a Puerto Rico como profesor de aquella universidad, cuya editorial dirigirá, fundando allí la revista "La Torre". Profesor visitante de la Princeton University.
1956-60. Profesor de literatura de lengua española en universidades de Estados Unidos como Rutgers University, New York University, Bryn Mawr College.
1960. Regresa a España.
1966. Nace su única nieta, Juliet Catherine Mallory. Se le confiere una cátedra especial en la Universidad de Chicago.
1972. Se le concede el premio de la Crítica por El jardín de las delicias.
1972-76. Profesor del Brooklyn College (City University of New York), donde enseñará literatura hasta su jubilación
1977. La Northwestern University le concede el título honorario de Doctor en Literatura.
1983. Obtiene el premio Nacional de Literatura y es elegido miembro de la Real Academia. Su discurso de ingreso analiza "La retórica del periodismo".
1988. Recibe el premio Nacional de las Letras Españolas. Doctor "Honoris Causa" por las Universidades Complutense de Madrid, Sevilla y Granada.
1990. Proclamado Hijo Predilecto de Andalucía, recibe el premio de las Letras Andaluzas.
1991. Obtiene el premio Miguel de Cervantes.
1994. Obtiene el premio de investigación Ibn Al-Jatib.
1998. Se le concede el premio Príncipe de Asturias.
1999. Medalla de Oro de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo.
2001. Premio Abril Martorell.
2002. Medalla de Oro al Mérito al Trabajo. Medalla de Oro de la Real Academia de Bellas Artes de Granada. Socio de Honor de la Asociación de la Prensa de Madrid.
2003. Socio de Honor de la Asociación de la Prensa de Granada.