Avatar y otros avatares
1. Si hay un crítico en España cuya opinión siempre me resulta incomprensible es Javier Ocaña. Con Boyero o Heredero, por citar a los dos popes, cada uno adalid de una forma muy distinta de entender el cine con la cual no me siento en ninguno de los dos casos plenamente identificado, puedo estar o no de acuerdo pero sé qué van a pensar, por qué, y cuando me sorprenden, les sigo. Ocaña, en cambio, me deja siempre atónito, entre otras cosas por la ferocidad con la que ataca lo que detesta. Hoy, su crítica de Avatar, una de las películas, como él mismo dice, más anunciadas de la historia del cine, titula "involución artística" y a partir de aquí se despacha a gusto con Cameron al que llama de todo menos guapo: "Si éste es el camino que va a tomar el cine a partir de ahora, que lo paren, que yo me bajo", concluye. Y Ocaña se equivoca. En Estados Unidos, sin ir más lejos, no hay ni un solo crítico serio (bueno, sí, uno, el del Village Voice, que siempre se dedica a decir lo contrario que los demás, lo cual le honra) que haya puesto a parir la película. Porque es absurdo desdeñar completamente un filme que proporciona al espectador una experiencia audiovisual tan fastuosa y definitiva como ésta. Avatar, que dura casi tres horas, entretiene, a ratos emociona y apabulla en el mejor sentido de la palabra. Alberto Luchini, en Metrópoli, lo explica mucho mejor. Primero, elogia en Cameron su "belleza plástica a la altura de los grandes genios de la pintura barroca"; para, acto seguido, censurarle "los arrebatos místicos de un Cameron empeñado desde hace demasiados años en desarrollar una filosofía cosmogónica que le dé mayor empaque a su filmografía". Así es Avatar, una película hermosa y algo estridente que es desde ya un hito de la cultura popular. A ver quién llega a eso.
2. Polanski estará en Berlín con su nueva película, The Ghost Writer, y Scorsese con The Shutter Island. Mejores bazas no puede presentar a priori el veterano certamen alemán. Berlín siempre ha sido mi festival preferido porque entre los grandes (Cannes, Venecia y vamos a decir San Sebastián), es el que está más comprometido con el cine y menos con las estrellas. Bueno, Cannes también, pero es tan grande y monstruoso que da un poco de susto. Respecto a Polanski, lo confieso, ya sé que nadie puede estar encima de la ley y etc, lo sé todo. Pero es uno de mis directores favoritos, su cine me entusiasma y me da rabia que esté encerrado y no haciendo lo que hace mejor que bien: películas. Sólo por El pianista tiene ganado mi corazón, y tiene unas cuantas más a la misma altura. Complicado dilema ése que surge una y otra vez entre el corazón y la cabeza. ¿Se puede ser un genio y un monstruo? ¿Uno debe pagar toda la vida un error de una noche por gravísimo que sea? Ahí él mismo tiene temas para una excelente película. Seguro que sabría tratarlo con la profundidad y complejidad que requiere el tema. El sexo, leñe, el puñetero sexo siempre fastidiándola. Y si no que se lo digan al golfista.