Mario Vargas Llosa: "Detrás de la crisis financiera hay una moral degradada por la codicia. Y ésa es una forma terrible de incultura"
Roger Casement entró en la vida de Mario Vargas Llosa de una manera casual. Leía el escritor una nueva biografía de Conrad, y por ahí andaba ese tipo extraordinario y fascinante llamado Casement, que le atrapó hasta el tuétano y le ha tenido absorbido durante tres años largos. Es el protagonista absoluto de su novela El sueño del celta (Alfaguara) y también, claro, de nuestra conversación, una tarde de estas sofocantes, en su casa de Madrid, donde todo era, sin embargo, silencio y frescor, espacio, orden.
Que anduviera todavía suelto, sin haber sido encerrado en las páginas de un libro, un personaje como Roger Casement resulta asombroso cuando oyes a Vargas Llosa contar su peripecia vital, tan heróica y oscura al mismo tiempo. Casement fue la primera persona que Conrad conoció en su primer viaje al Congo como capitán de un barquito contratado por la compañía del rey Leopoldo II. Se hicieron muy amigos y fue Casement, diplomático británico que llevaba años viviendo en África y conocía ya todo lo que ocurría, quien le abre los ojos a Conrad sobre el mundo que se va a encontrar. Casement desempeñó por tanto un papel fundamental en la gestación de El corazón de las tinieblas, como el propio Conrad reconoce en su correspondencia.
Una doble vida maravillosa
"Yo me quedé muy intrigado -dice el escritor- al ver que Casement había jugado un papel tan importante denunciando las atrocidades que se cometían en el Congo durante la época del caucho, y que también había hecho una investigación sobre la situación de los indígenas en la Amazonía, en la misma época. Así que, sin pensar en escribir sobre él, empecé a buscar documentación y me encontré con un personaje interesantísimo, realmente novelesco, con no una sino muchas vidas, algunas de ellas oscuras, vidas que parecían poco compatibles.... y de pronto ocurrió lo mismo que me ha sucedido con todo lo que he escrito: que me vi, sin haberlo previsto, trabajando en una posible novela, tomando notas, con ideas que brotaban a partir de las lecturas, de los descubrimientos del personaje, y la verdad es que ha sido una experiencia maravillosa, porque, además, me ha llevado a mundos que desconocía casi por completo: el Congo, imagínate; Irlanda, la primera guerra mundial, los movimientos independentistas irlandeses...".
Cuanto más averiguaba, más ideas le suscitaba la peripecia y el coraje desconcertante del personaje. Cuenta el escritor que Casement era también el arquetipo perfecto “para desmitificar a los héroes y describirlos en su dimensión real. Seres en los que encontramos actos heróicos y las miserias propias de un hombre que vive en una permanente contradicción personal: diplomático británico trabajando para los nacionalistas radicales irlandeses y manteniendo una doble vida también en la personal. Un hombre tremendamente generoso, y al mismo tiempo, supongo, profundamente desgraciado, porque en el mundo puritano británico de entonces ser homosexual era un riesgo muy grande, era vivir al borde de la condena criminal”.
Una explotación monstruosa
El caso es que Casement fue de las primeras figuras europeas que se enfrenta al colonialismo con argumentos, con razones fundadas en la experiencia directa, no en razones abstractas, morales, intelectuales...
"Él vive el colonialismo -insiste Vargas-. Él va al África convencido de que el colonialismo es un movimiento benéfico para los indígenas, porque les aporta el cristianismo, les aporta la civilización, y descubre que el colonialismo es una explotación monstruosa que degrada al colonizador y al colonizado, que es un sistema profundamente destructor de la moral y de todos los valores que él admiraba. Y entonces experimenta una transformación radical, que traduce en una conducta extraordinariamente valiente, sacrificada y prolongada en el tiempo.Transformación respecto a su tradición más arraigada: enfrentarse a una Inglaterra que admiraba, a la que veía como el emblema de la civilización, y preguntarse, bueno, si realmente estoy en contra de la colonización del Congo por los belgas, ¿por qué voy a estar a favor de la colonización de Irlanda por los ingleses? Todo ello le lleva a un cambio de sí mismo tan radical, con una fuerza moral tan extraordinaria..."
Vargas Llosa termina su relato apasionado con esta frase de Bataille: “El ser humano es el abismo donde los contrarios se funden”. Yo creo -añade Vargas Llosa- que es como una descripción de Casement. Todos los abismos se funden”.
Tan contradictorio fue el personaje, tan dramático, que la tragedia sobrevive a su ejecución, que se llevó a cabo "sin el menor obstáculo" en la Torre de Londres en 1916. Antes, Casement fue sometido a humillaciones varias debido a "sus perversiones sexuales" y fue finalmente enterrado “sin lápida, ni cruz, ni iniciales". Durante medio siglo le fue negada a su familia la posibilidad de darle sepultura cristiana. "Todavía hoy -dice el escritor- vas a Irlanda y la gente se pone muy incómoda con el nombre de Casement. Se le reconoce, sí, que fue una de los héroes de la Independencia, pero nadie quiere hablar de él. Prefieren mirar hacia otro lado".
La tragedia eterna del Congo
- Después del espanto de crímenes y crueldad de los belgas durante el reinado de Leopoldo II (1835-1909), las cosas no mejoran; pasan los años, un siglo entero, y en el Congo siguen muriendo millones de personas...
- Yo creo que el Congo vive en esa tragedia permanente porque jamás se recuperó del trauma que significó el colonialismo de Leopoldo II, que fue un verdadero genocida, quizá el primer gran genocida moderno, porque concibe todo un sistema, que además está montado sobre la hipocresía, presentando la colonización belga como una empresa evangélica, civilizadora, y en realidad todo eso es una cortina de humo detrás de la cual hay una crueldad vertiginosa, y un exterminio de millones de africanos, y algo más: esa sociedad quedó tan destruida que no tiene la posibilidad de reconstituirse, y ha fracasado una y otra vez en todos los intentos de civilización ya que las estructuras básicas del país quedaron profundamente dañadas, deshechas. El caos absoluto que es el Congo lo arrastra desde la colonización, porque ¿qué ha venido después? Guerras civiles, la dictadura de Mobutu, en la que el país sigue desangrándose, saqueado por los propios congoleses.
- ¿Y Leopoldo II salió impune de semejante atrocidad?
- Leopoldo II nunca pisó el Congo. Al final, y gracias a los informes y campañas, que partieron de Inglaterra y se extendieron luego por Europa, el rey tuvo que ceder el Congo al estado belga, porque hasta entonces era una propiedad suya, se lo habían regalado. Es un hecho extraordinario, sí, que te da una idea de lo mucho que ha evolucionado el mundo: se reúnen catorce países en Berlín, donde no hay un solo congolés y le regalan el Congo, una extensión que es casi como toda Europa Occidental, a Leopoldo II para que lo civilice, lo cristianice, y lo abra al comercio mundial. Y el rey belga, durante más de 20 años, explota el país como un botín personal. Es una historia absolutamente increíble. Fíjate, después de todo, Leopoldo II fue considerado como el gran monarca humanitario. Increíble.
La codicia puede con todo
- Y todo ello por la codicia, la codicia humana que parece no tener límite, y que sigue, todavía hoy, siendo la causante de los grandes males del mundo.
- Digamos que la codicia robustece el prejuicio que hace considerar a los africanos como seres infrahumanos, como animales: la codicia está en la base del prejuicio racial, de ese sistema discriminatorio en el que el pobre congolés no tenía acceso a la educación, a un tratamiento mínimamente humano, porque era un simple objeto, un animal de carga al que se podía explotar impunemente. Pero lo que está detrás es la codicia, sí, y sin instituciones que la frenaran, que obstaculizaran el desencadenamiento de la barbarie. Ocurrió ayer y las secuelas están vivas en nuestros días...
- La humanidad va produciendo cada vez más tiranos, se dice en una de las páginas de El sueño del celta. Pero, sin embargo, siempre le he oído a usted mostrarse optimista con respecto a la marcha del mundo.
- Creo que sí, que vamos a mejor, pero en ese momento, en la situación política que él vive, era muy difícil ser optimisma. Fíjate que él vive la experiencia atroz de la Primera Guerra mundial, que es una de las matanzas más espantosas, vive la experiencia del Congo, vive la experiencia de la Amazonía, la experiencia de Irlanda... Más bien lo extraordinario es que no se dejara abatir por esa montaña de injusticia y barbarie y que pensara que era posible actuar... El siglo XX ha sido un siglo de horror, con dos guerras mundiales en las que prácticamente la humanidad se desangró; hemos conocido los regímenes más ferozmente criminales de la historia, el fascismo y el comunismo; hemos vivido dictaduras como las de los países tercermundistas, y, pese a todo, el progreso es considerable.
El nacionalismo siempre es contra alguien
- Bernard Shaw, lo recuerda Casement, decía que el patriotismo es una religión, un acto de fe.
- Yo creo que el patriotismo es un sentimiento positivo, en lo que tiene de adhesión a la tierra en la que naciste, a la lengua que hablas, a los usos, costumbres, a las creencias en las que te formaste... Ahora bien, cuando el patriotismo se convierte en nacionalismo se vuelve negativo. El nacionalismo siempre es contra alguien, contra los otros, es una manera de proclamar una diferencia que secretamente quiere decir una superioridad sobre el resto. Por eso el nacionalismo tiene siempre un carácter peligroso, divisorio y violento.
"Ahora bien, dentro de una situación colonial, de invasión, de explotación, es lógico que el nacionalismo asuma una valencia positiva. Pero eso sólo transitoriamente. Fíjate en lo que ocurrió en África. Los pueblos africanos tenían todo el derecho de levantarse contra los colonizadores que los explotaban. Pero ¿en qué se convierte el nacionalismo una vez que esos países alcanzan la independencia?: en un instrumento de poder sobre el cual se construyen dictaduras absolutamente corrompidas y violentas".
Habla Vargas Llosa de “los peligrosos extremos”. “Amar a tu país, sí, pero no dándole la razón cuando no la tiene. Eso es un chantaje, es el nacionalismo del chantaje. Criticar a un gobierno no es criticar a un país, muchas veces es justamente lo contrario: criticas al gobierno porque amas al país”.
- Hábleme del suyo, del Perú de hoy, con Fujimori en prisión.
- Es una cosa que me enorgullece mucho. Creo que es la primera vez en la historia del Perú que un gobierno democrático lleva a un dictador a los tribunales civiles, y lo juzga concediéndole todos los derechos de defensa, con observadores internacionales, y lo condena a 25 años de cárcel por asesino y ladrón. Y no solamente a él, por lo menos a una veintena de militares y dirigentes políticos de la dictadura. Es un ejemplo para el mundo. Ojalá todos los dictadores acabaran en la cárcel, presos, condenados por tribunales civiles. Perú está viviendo, creo, un buen momento. Desde que cayó la dictadura ha habido una continuidad política muy provechosa. El Perú podría dar el salto que ya ha dado Chile, por ejemplo: está creciendo la clase media, que es la que proporciona la estabilidad.
Cuba y Chávez
- Decía que Cuba está dando las últimas boqueadas...
- Sí, las últimas boquedas, creo que una vez que se muera Castro, que es un símbolo que está allí, congelando el país, el desplome será inevitable. Pero un régimen que sólo es ya un cadáver putrefacto que sólo ha traido miseria, que mantiene a la gente en un limbo cortado del mundo...no puede continuar...
Vargas LLosa añade que lo que ya no tiene Cuba son los defensores.. Los intelectuales cuando tienen vergüenza no dan la cara. Por eso ya no hablan de Cuba, no se atreven a decir: “nos equivocamos, fue un error”. Algunos lo han hecho. Porque, ¿con qué argumentos puedes defender Cuba?, un país que se cae a pedazos, donde la miseria generalizada es la característica más general, donde el sueño de la inmensa mayoría de los cubanos es escapar, salir de allí, aunque se los coman los tiburones... ¿cómo vas a defender eso? Qué fracaso tan absolutamente evidente, tan explícito... Bueno, ya hay una izquierda que ha aprendido y digamos que, aunque a regañadientes, reconocen que Cuba es un fracaso, y la prueba es que en America Latina tienes hoy una serie de paises con gobiernos de izquierda que respetan la economía de mercado, la empresa privada... Chile, Brasil, Uruguay...casos muy interesantes, que han renunciado a todas las recetas socialistas en el campo económico, y están prosperando. Están desapareciendo los extremos.
- Bueno, ahí está Chavez.
- Pero esa es una dictadura tan corrompida, con una oposición tan fuerte dentro del país, no es un modelo que pueda extenderse, no lo creo, me parece un caso más bien excepcional y creo que muy transitorio. El personaje es tan ridículo, tan mediocre, es una especie de caricatura de Fidel Castro... y ademas la oposición interna es tan viva en Venezuela, los venezolanos no quieren que siga ese modelo fracasado en el mundo entero.
"Yo me he equivocado mucho, y mi unico mérito es haberlo reconocido", confiesa el escritor. Y añade: "Lo grave es perseverar en el error, por fanatismo, por vanidad... Desde que yo rompi con el mito marxista, he tratado de ser muy coherente en mi defensa de una cultura y una política democrática, porque sigue siendo lo menos bárbaro y cruel, y lo menos desastroso desde el punto de vista económico”
Pantalla y estupidez
Con Casement todavía en el corazón y en el aire que respira, Mario Vargas trabaja ya en un próximo ensayo que le aleje de la sensación de vacío. Se llamará La civilización del espectáculo y, aunque el título es suficientemente explícito, el escritor despliega su inmisericorde decepción contra las nuevas tecnologías, la pantalla, la tv, que según él fomentan la frivolización, la negación del pensamiento, y nos envía a una especie de vacío animado. ¿Tanto?
- Es que no quiero que esta tecnología acabe con la cultura que me ha formado a mí, que te ha formado a ti, que es la cultura del libro. Y ésa no es la cultura de la pantalla. Creo que la literatura que se hace para el libro es más compleja, más profunda que aquella que se va hacer para la pantalla. ¿Por qué la frivolidad, el amarillismo, la estupidez han copado la totalidad de las televisiones del mundo, incluso en los países más cultos? ¿Por qué? Por el medio. La manera de llegar al gran público es apuntar a lo más bajo, eso es sabido desde siempre. El medio ha dado una determinada orientación a la cultura y me temo que eso no va a cambiar ya.
"Al libro hay que defenderlo al mismo tiempo que se desarrolla toda esa cultura audiovisual, que es una realidad de nuestro tiempo y tiene aspectos muy positivos. Pero lo que se refiere a la cultura de creación, de hechos culturales, la pantalla va a frivolizar y banalizar extraordinariamente la cultura. Ya lo ha hecho, lo está haciendo, y si algo puede defendernos de ese fenómeno de la frivolización, que es el fenómeno cultural más importante de nuestro tiempo, es leer a Tolstoi, a Víctor Hugo, a Joyce, el Quijote..."
- A todos ellos los puede leer en un e-book.
- Si, yo sé, yo sé, los conozco... Sé que esos objetos están aquí, pero, en fin, vamos a proteger el libro. Yo espero que no desaparezca el libro. El humanismo ha quedo relegado al cuarto de los trastos viejos. Es una curiosidad, una especie de anacronismo en este mundo de gadgets.
-Me está usted diciendo que pantalla es casi casi sinónimo de estupidez.
-Sí, hay un tipo de estupidez contemporánea que tiene mucho que ver con la cultura audiovisual de nuestro tiempo. Es un hecho. Yo he vivido en Inglaterra cuando la tv en Inglaterra era un modelo. Sólo había dos cadenas, eran una maravilla, pero eso ya ha desaparecido. La estupidez ha entrado masivamente, apoyada además por una tecnología punta, y los programas que podemos llamar de alto nivel son mínimos, y además relegados al último rincón, para minorías excéntricas. ¿Y Francia? ¿Tú sabes cuál es el grueso del alimento televisivo para los franceses?: la estupidez.
- Sí, pero una cosa es la producción televisiva y otra muy distinta la producción editorial nueva, tecnológicamente hablando, es decir, una nueva posibilidad de leer...
- (Con ganas de zanjar el asunto) Mira, yo quiero que tú tengas razón. Yo quiero esquivocarme, quiero estar en el error, pero... pienso que no. Lo que se lee en una pantalla nunca puede ser lo mismo que lo que leemos en un libro. La pantalla es el espectáculo, una forma de diversión muy respetable, siempre que exista lo otro. Pero si reemplaza a lo otro, creo que entramos de lleno en un vacío animado. Me temo que todo el pensamiento que conforma lo mejor de la creatividad humana va a desaparecer.
Degradados por la codicia
-¿Dónde se ha quedado su optimismo respecto al progreso del mundo?
-En el sentido material, sí, pero lo que va a colapsar es lo otro, los valores, los principios, la cultura, la ética, que están en absoluta decadencia. Piensa en la corrupción mostruosa que está detrás de la crisis que vivimos hoy. Esa crisis no es una crisis, digamos, puramente financiera. Detrás de la conducta de los grandes banqueros, de los grandes empresarios, hay una moral degradada, profundamente depravada por la codicia. Y esa es una forma terrible de incultura . De eso hablaban todos los grandes pensadores liberales, desde Adam Smith hasta Hayek o Popper. Decían: la libertad, que es el gran instrumento del progreso, si no viene sólidamente fundada, sostenida, por una espiritualidad y una cultura rica, creativa, crítica, en constante renovación, puede llevarnos al abismo. Es exactamente lo que está ocurriendo con la cultura. El progreso moderno es un progreso tecnológico, material, pero el otro se ha degradado a unos extremos...
“Veo a España con mucha preocupación”
Vargas Llosa vive unos cinco meses al año en España (“es donde más a gusto me siento, sí”). El resto los reparte entre Londres y Perú, fundamentalmente. Así que tiene una idea muy precisa de la actualidad política y económica de nuestro país. Y le preocupa.
"La veo con mucha preocupación, sí. Porque la crisis que, desde luego, es global, en España tiene una gravedad particular y esto es preocupante, teniendo en cuenta que España fue, o parecía ser, la historia feliz de los tiempos modernos. Hasta hace poco, cuando tu mirabas alrededor, el caso exitoso era el español: había pasado de una dictadura a una democracia, de ser un país más bien tercermundista a ser un país del primer mundo, de ser un país de grandes desigualdades, a ser un país de clases medias, en un periodo relativamente corto y prácticamente sin violencia. Era un ejemplo para el mundo. Y de pronto, vemos que las cosas no eran tan bellas como parecían, que en realidad debajo había una serie de problemas no resueltos, que de pronto han levantado cabeza y, hombre, no creo que se vaya a retroceder al pasado pero, clarísimamente, el optimismo que se justificaba hace diez años, hoy día ya no se justifica. Yo creía que el gran éxito de la Transición había sido enterrar las rivalidades, la intolerancia, pero veo que no estaban tan enterradas, y, ¡ojo! que unas minorías consiguen muchas veces, dadas ciertas circunstancias, arrastrar a la mayoría. Yo creo que hay esperanza, que la crisis se sorteará, pero no hay que confiarse. Nunca hay que confiarse".