Manuel Cruz
Presenta hoy 'Amo, luego existo. Los filósofos y el amor', con el que ganó el Premio Espasa de Ensayo
Catedrático de filosofía contemporánea en la Universidad de Barcelona, Manuel Cruz presenta hoy en sociedad
Amo, luego existo. Los filósofos y el amor, premio Espasa Ensayo 2010, dotado con 30.000 euros. A pesar de que son miles las páginas dedicadas al tema por los más destacados pensadores a lo largo de la historia, Cruz se plantea en esta obra si sus reflexiones han sido suficientes o no, y lo hace revisando las experiencias de ocho filósofos, de Platón a Sartre, pasando por Nietzsche, Heidegger o Foucault. Y su análisis, dice, no tiene final feliz.
Pregunta.- ¿Qué tienen que ver la filosofía y el amor?
Respuesta.- Están intensamente ligados, porque el amor es una experiencia básica y radical, intensamente ligada al ser humano, que también pone en marcha el pensamiento.
La filosofía no nace sabe sólo del asombro, también nace del amor, que está en su mismo origen. En ese sentido, en la Filosofía existen muchos textos sobre el amor, pero constato que en los últimos tiempos siempre que se escribe del amor se hace en el marco de una teoría de los afectos o de las emociones, como si ocupase un lugar secundario. Y yo quiero reivindicar la centralidad del amor, porque, insisto, está en el origen del pensamiento.
P.- A pesar de lo cual, usted afirma que ese papel del amor en la filosofía no ha sido suficiente...
R.- Desde luego, porque el amor es lo que hace posible la filosofía misma.
P.- ¿Qué capítulos recomendaría al lector poco habituado a estos temas?
R.- Creo que le
resultará más fácil engancharse con las historias de filósofos y amores del siglo XX, como las de Sartre y Simone de Beauvoir, porque las coordenadas históricas y culturales son más reconocibles. En cambio, las de Platón, o la de Abelardo y Eloísa, o la de San Agustín, a pesar de su atractivo, se desarrollan y explican en un contexto que ya no es el nuestro. Nosotros las interpretamos a la luz del siglo XX, como proyecciones nuestras aunque en realidad responden a otras realidades bien distintas.
P.- ¿Se refiere, por ejemplo, a San Agustín?
R.- Por ejemplo. En esta sociedad secularizada, es muy complicado comprender el drama que le torturó, cómo sufría por el sentimiento de culpa que padecía por su lujuria. La suya fue una vida muy agitada, llena de sombras y dolor. Hoy, incluso, algunos considerarían sus emociones como enfermizas, si las analizan según los parámetros de nuestra época.
También está el caso de Spinoza, que en realidad no tiene historia de amor y que intenta desaparecer, borrarse. Hoy diríamos que era del perfil más bajo de pensador que podemos concebir, no quería ni siquiera que sus libros apareciesen con su firma... Y fue un hombre sin amor.
P.- Dice Woody Allen que el único amor verdadero es el platónico, el no correspondido, porque ese no te abandona nunca, ¿está de acuerdo?
R.- En cierta forma sí, en la medida en la que si uno no espera respuesta, ese amor no tiene fecha de caducidad, pero como en realidad el otro no existe, no se cumple una de las funciones imprescindibles del amor, que es el reconocimiento. El otro, el amado, nos devuelve la imagen que tenemos de nosotros mismos mejorada y trasformada: nadie nos dedica mayores elogios que quien nos ama, y nadie nos descubre, a través de sus ojos, nuestras contradicciones, miedos, nuestro verdadero ser.
P.- ¿Los grandes pensadores supieron amar de verdad?
R.- Tengo muchas dudas y muy serias. Los grandes filósofos que tematizan sobre el amor se involucran, pero no siempre ni del todo.
No hay más que ver los reproches mutuos que se dirigen Nietzsche y Lou Andreas Salomé, acusándose de egoístas. En su relación sobre todo primó el narcisismo: ambos estaban encantados de tener al otro como interlocutor, al filósofo revolucionario uno, a la musa el otro, pero ambos eran meros pretextos para amarse a sí mismos por persona interpuesta.
P.- En su libro no hay ningún filósofo español...
R.- No lo hay, pero voy a prolongar esta investigación, y si hay una segunda parte, seguramente sí lo habrá.
P.- ¿Quién, y por qué?
R.- Sin duda alguna,
Ortega y Gasset, porque sus reflexiones sobre el amor son los más relevantes de la filosofía de habla hispana, y porque en la propuesta orteguiana esos ensayos sobre el amor no son piezas anómalas , sino que cuando Ortega piensa en el amor, lo hace como base de la filosofía, como centro de su sistema, lo que no significa que sus propuestas sean suficientemente satisfactorias. Pero prefiero no adelantarle más...
P.- Para terminar, ¿por qué también los filósofos lo llaman amor cuando quieren decir... sexo, soledad, o incluso felicidad?
R.- Probablemente porque cometen el mismo error que la época en la que viven. Fíjese, hasta Foucault, es decir, hasta el siglo XX, la sociedad no ha reflexionado sobre la función social y política de la sexualidad. Hoy hablamos de una sexualidad sana sin problemas, pero hace cincuenta años un chico sano era precisamente un chico sin sexo. La sexualidad cumple una función que no siempre ha sido evidente; por eso muchos fílósofos, como hombres de su tiempo, buscaron sexo cuando en realidad buscaban amor o compañía, o a lo peor no buscaron amor porque no sabían pensarlo. Y eso ha sido así hasta hace cuatro días.
Ver otros Buenos Días