La actriz Isabel Ordaz interpreta a Winnie, la protagonista de Los días felices, de Beckett.
Protagoniza Los días felices, obra de Beckett que se estrena mañana en los Teatros del Canal de Madrid dirigida por Salva Bolta
Pregunta.- ¿Qué supone para una actriz veterana enfrentarse a Beckett por primera vez?
Respuesta.- Beckett siempre había sido como un destino y un desafío, por lo que he leído, por las puestas en escena de sus obras... siempre creía que había algo para mí ahí. Beckett rompe con toda una serie de reglas y es además un clásico contemporáneo que forma parte del repertorio de obras que tendrían que estar representándose continuamente. Me interesan su poesía, su misterio, sus infinitas preguntas... todo.
P.- Como actriz ¿qué tiene usted de él y qué de Winnie, su personaje en Los días felices?
R.- De ambos puedo tener todo y nada. Winnie es un personaje que puedes identificar perfectamente con cualquier mujer. Y dentro de que es teatro del absurdo, lo cierto es que cada vez me parece más realista. No sé cómo lo hace Beckett que junta una serie de materiales, se carga el espacio y el tiempo pero hace emerger una poética de lo cotidiano paradójica, y ahí es donde nos identificamos todos, a pesar del extrañamiento inicial. Winnie es esa mujer intentando sobrevivir a pesar de la adversidad, ese no querer morirse en la búsqueda apasionada de la felicidad.Como ella, cada uno de nosotros está enterrado en su propia montañita, y también tenemos esa voluntad férrea de la esperanza.
P.- ¿Qué aporta el montaje de Salva Bolta con respecto a propuestas anteriores?
R.- A mí me es muy difícil hablar sobre lo que hemos aportado, pero cuando yo propuse hacer esta obra, que partió de mí, quise que Bolta la dirigiera. Tratamos de quitarnos de encima ese mundo Beckett que pesa como una losa, ese tejido de prejuicios que te impide ver el bosque. Si Beckett era un autor conocido por la innovación formal, nosotros decidimos ir a por la búsqueda del ser humano. Hemos vivido momentos de desaliento y también de grandes hallazgos. Más allá de la puesta en escena, de la luz de Ricardo Sánchez Cuerda, nuestra consigna inicial fue rescatar al ser humano Winnie, a la persona, a la mujer por encima de la innovación.
P.- ¿Cree que es la obra más optimista de Beckett, un pesimista profesional?
R.- Sí, la pieza tiene un humanismo y un optimismo que no se aprecian en su obra posterior. Coge a una mujer en las circunstancias más adversas y la dota de humanidad, y además busca el humor. Beckett es infinito.
P.- Para Winnie el optimismo es una herramienta ¿Le parece un mensaje aplicable para los tiempos que corren?
R.- Se puede leer como un mensaje, o eso nos a parecido. Winnie espejea un instinto de supervivencia que todos tenemos y que se manifiesta a través de la risa cuando las cosas se ponen duras. Es entonces cuando ella ríe, llora, come. Quiere que se la quiera, quiere no envejecer y no haber cometido ciertos errores, pero en esa fragilidad épica trata de tirar para adelante, y eso lo tenemos todos en el ADN. De todas formas, la obra no es tanto para pensar como para hacer un viaje litúrgico, sacerdotal y emocional con este personaje desde ese espíritu de supervivencia del ser humano. Pese a ser un gran intelectual del siglo XX, Beckett buscaba algo más allá, un viaje emocional al interior del alma humana.
P.- Y estas profundidades abisales ¿cómo se compaginan con la farándula televisiva?
R.- Como se puede. Estos días estoy centrada en el estreno, que es un esfuerzo pero también una cumbre. El teatro es esa cosa primitiva, el origen, la madre, y una actriz siempre quiere tocar la dimensión máxima de su oficio. Pero la tele es lo de aquí y ahora, un medio de vida que te permite hacer cosas bonitas y de calidad. Te da mucho oficio y también recursos. Las dos opciones son hoy necesarias para una actriz. Pero Beckett es muy celoso, y después del Canal, donde estaremos hasta el 23, tocará gira.