Nunca he sido un seguidor de Entourage. O El séquito, como se la conoce en España, donde Canal + estrena religiosamente cada una de sus temporadas, y ya van por la octava. Alguna que otra vez me he topado con un capítulo de esta serie sobre una gran estrella de Hollywood y su grupo de amigos en Los Angeles, pero ni los excesos en sus formas de vida, ni sus aventuras sentimentales y profesionales, ni mucho menos su sentido del humor han conseguido atraparme. En general, todos los personajes me producen rechazo, y da la impresión de que, al contrario de otras series como Californication, impera la banalidad y lo políticamente correcto. Pero esto, ya digo, es sólo una impresión. No he visto suficientes capítulos como para tener una opinión formada y fiable.



Este rechazo que siento por El séquito no ha impedido en todo caso que me sumerja en la primera temporada de Cómo buscarse la vida en América, libre traducción de How to Make it in America, una serie creada y producida por el mismo equipo de El séquito: Ian Edelman y Mark Whalberg, entre otros. Ante la inabarcable oferta de ficción televisiva existente, son muchas y variadas las razones que pueden llevarle a uno a decidirse por ver una serie en lugar de otra, y en el caso de Cómo buscarse la vida en América (cuyos ochos capítulos de la primera temporada empezó a emitir Canal + en septiembre), tuve claro que había que echarle un vistazo cuando escuché el tema de apertura y vi la intro. El dinamismo fotográfico, la tipografía godardiana, la cualidad documental, el tema de Aloe Blacc... Parecía además la primera serie de televisión -si obviamos The Wire- que, desde su mismo título, es el resultado directo de la crisis económica, y los créditos no ofrecían jerarquía alguna (el nombre de todos los actores y del equipo de producción reciben el mismo tamaño y el mismo protagonismo), lo que da a entender cierto carácter corporativo. Todo en esta intro era demasiado atractivo y sugerente como para dejarlo pasar. ¿Se había hecho ya la gran ficción americana sobre la crisis económica?







Desgraciadamente, no. Cómo buscarse la vida en América es algo más dramática y menos cómica que su predecesora espiritual. Se centra en la fuerte amistad de un par de veinteañeros, Ben Epstein (Bryan Greenberg) y Cam Calderon (Victo Rasuk), que tratan de abrirse camino en el mundo de la moda de Nueva York. Endeudados con el primo de Cam, René, un "streetwise" que acaba de salir de la cárcel, interpretado por el gran Luis Guzmán, casi siempre andan sin dinero y recurren al pillaje callejero para ir tirando, pero eso no impide que se cuelen en las fiestas más fashions de la ciudad o intimen con las mujeres más bellas. A partir del tercer capítulo, se van abriendo otras subtramas que afectan a otros personajes, como la exnovia de Ben, Rachel, que trabaja en un negocio de diseño interior con una peculiar jefa interpretada por Martha Plimpton, o en René, que trata de introducir en el mercado la franquicia de una nueva bebida isotónica.



Básicamente, se trata de una serie que, al calor de una crisis financiera con la capacidad para poner en cuestión los fundamentos sociales de Estados Unidos, se replantea el valor y la veracidad del sueño americano en estos tiempos tan duros. ¿Hasta qué punto es un mito? ¿Es posible todavía creer en ese sueño después de la debacle? Aparte de Ben y Cam, determinados a meter el pie en el cerrado universo de la moda con el diseño de unos jeans, todos los personajes se ven arrastrados por sus propias ilusiones y sueños profesionales. La serie procura ofrecer una visión angular de la sociedad, observando distintas clases sociales, documentando los arduos esfuerzos de una variedad de neoyorquinos por lograr sus propósitos. En la figura de René, la serie concentra el viejo dilema entre hacerse rico por el camino de la legalidad o de la ilegalidad, es decir, la fundación social del progreso americano basado en el crimen. Asistimos al arco narrativo de la clásica historia del sueño americano.



En el territorio de las formas, la serie, aunque entretenida, también es algo decepcionante. Tiene un empaque 'indie' muy diseñado (imagen granulada, rodaje en las calles, montajes fotográficos de situación, etc.), pero su impulso renovador se queda realmente en las apariencias, no es desestabilizador en la manera en que seguramente debía serlo. La serie privilegia el sentimiento 'cool' y el efecto de las apariencias por encima de otros alcances. Y es que básicamente no busca alterar conciencias o poner en cuestión un sistema ya de por sí herido de muerte, sino perpetuar el mismo estilo de vida que ha conducido al actual escenario económico. Cómo buscarse la vida en América no concede mucho espacio a la depresión o el desencanto. Los personajes están en constante actividad, no duermen, comen mal, trabajan mucho pero se divierten todavía más. Es como si nada hubiera cambiado. El optimismo es desbordante. El virus neoliberal (eres lo que tienes) y el deseo hedonista sigue gobernando las vidas de América. En cierto modo, la serie carece de la mentalidad autocrítica que podría exigírsele, ahora que sabemos que gran parte del sueño capitalista se ha colado por el sumidero. Podría haberse escrito en los años ochenta, y nada realmente cambiaría mucho, excepto algunas fugaces escenas grabadas con móvil, claro.