José Sancho en una secuencia de Crematorio.

Hoy se estrena en Canal + la serie basada en la obra de Chirbes y que él protagoniza

En 2008, una novela de horrible título mereció el Premio Nacional de la Crítica. En 2007, El Cultural ya la eligió como la mejor del año. El escritor Rafael Chirbes tejía en Crematorio, ese libro suyo que a él se le antojaba "antipático", una trama sobre un terrible y desolador escenario de corrupción y destrucción del paisaje costero a golpe de ladrillo. Lo hacía sin recurrir apenas a los diálogos, pausadamente, concediendo todo a la reflexión. Convertirla en cine no era tarea fácil, pero hay quien ha osado y desde esta noche Bertomeu y los suyos se transformarán en personajes de carne y hueso en Canal +. El papel del protagonista, ese "constructor destructor", lo encarna Sancho, que logra aquí uno de sus malos más complejos. Con esta producción las series españolas, así la han vendido, quieren mirar al gigante americano y ya hay quien la compara con Los soprano. Veremos qué tal la audiencia, pero Sancho insiste: "Más allá de los números, este es un tipo de televisión que añoramos todos los que nos dedicamos a esto. Es como una película, y eso también lo pide el público", sentencia.



PREGUNTA.- ¿Qué sabía de Chirbes y de Crematorio antes de que le pusieran el proyecto de la serie sobre la mesa?

RESPUESTA.- No lo conocía ni lo había leído. Hace cosa de un año me llamó Fernando Bovaira y me invitó a un café para hablar del tema. Me compré la novela antes de quedar con él y descubrí un libro muy interesante, pero difícil de llevar al cine. Esa dificultad me inquietó, y accedí a la cita. Luego me contaron cómo pensaban hacerlo, que sería una serie de televisión, pero de lujo, como una película muy larga. Al final le dediqué todo el verano.



P.- En la red, y en pleno boom de la ficción televisiva americana, se habla de Crematorio como la esperanza de las series españolas.

R.- Compararnos es complicado. Yo he visto series americanas y me encantan. Y también he participado en muchas españolas, pero es cierto que esta es diferente, aquí no hay que estar pendiente de la servidumbre de que se vea bien el bote de Cola-Cao, de los sponsors. Crematorio es como una película, luego ya se verá qué pasa con la audiencia.



P.- No todo van a ser cifras. Hablamos de una cadena de pago...

R.- Sí, sobre todo es un tipo de televisión que añoramos los que nos dedicamos a esto. Yo lo llamo cinevisión.



P.- Visto lo visto con los números del cine, aquí puede que nos encontremos con algo similar a lo que ocurrió (y ocurre) en Estados Unidos, que los buenos guionistas, directores y técnicos se pasen a la tele.

R.- Es algo que ya sucede desde hace tiempo. Cuando empezó Cuéntame estaba al frente Tito Fernández, que venía del cine, por no hablar de cuando hicimos Curro Jiménez con Mario Camus o de gente como Romero Marchent o la propia Pilar Miró. Cuando los del cine hacen televisión la tratan con más cariño, como se merece. Ellos ven la tele con ojos de pantalla grande, piensan en el espectador, no en un producto al que mirar de vez en cuando mientras se prepara un cocido.



P.- ¿La televisión sufre maltrato?

R.- Mucho, y eso que es el mejor medio de todos y el más rápido para llegar a las personas. Es más difícil engañar en televisión porque todo es más inmediato. Yo estoy enamorado de ella.



P.- Le han vuelto a poner de malo. ¿Cómo ha trabajado este papel?

R.- No es que me hayan puesto de malo, es que son papeles que afortunadamente elijo yo. Esta no es una película de buenos y malos, sino en general de malos, porque todos se aprovechan del poder de mi personaje, un hombre que va perdiendo afectos pero que no deja de vivir de lo que genera. Tampoco mata a nadie, aunque puede que silencie, pero no es un malo de opereta ni de caricatura. Es un constructor destructor que quiere ser el más poderoso, y eso es algo que vemos todos los días. Y es un personaje bonito, cuanto más malos son, más hay que recordar que un día fueron niños queridos por sus madres.



P.- El escenario que planteó Chirbes en su novela anticipa bien en qué punto estamos ahora. Él dejaba en su libro mucho espacio a la reflexión. ¿Esperan con la serie que el público saque alguna lectura?

R.- El objetivo no era remover conciencias, es una ficción sobre algo que puede verse en la calle, pero una ficción. No obstante, el público reconocerá parecidos de varios personajes con personas reales, esas que van buscando medrar, y verá una costa infectada de casas que no deberían estar. Con todo, el fondo es la familia Bertomeu y sus intenciones.



P.- ¿Entonces para su personaje no se ha inspirado en vidas reales?

R.- No, procuro estar cerca del arte, de la imaginación, sin pintar la cara de nadie. Es un personaje de Chirbes al que yo le he dado voz y cuerpo. Está custimizado por mí.



P.- ¿A Chirbes le ha gustado?

R.- Chirbes estuvo en el rodaje y fue muy transparente, porque sabía y reconocía que iban a ser dos cosas distintas. Le gustó el reparto, el equipo y ha felicitado al director, pero es un autor muy consciente de que son lenguajes diferentes.



P.- Hay quien augura un antes y un después en la ficción televisiva española tras esta serie. ¿Usted entre ellos?

R.- Es difícil que cambie el panorama porque los intereses de las televisiones se centran en la audiencia, pero servirá para demostrar que esto también lo pide el público. Yo ahora estoy con otros dos proyectos televisivos, uno de cierto nivel y otro consumista; hoy me lo pienso mucho, pero sé que hay cadenas con las que es mejor no trabajar, que son basura, una dictadura de contenidos malos, por ejemplo, esa que está dirigida por un italiano. Pero que sigan emitiendo lo que quieran, ellos sabrán. Sólo digo que tiene que haber otra cosa.



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