Hace unos pocos meses golpeaba con fuerza en los medios especializados la noticia de que Nacho Vegas, Raül Fernandez, 'Refree', y Fernando Alfaro habían decidido tirarse juntos la piscina de la autogestión mediante una especie de sello propio, Marxophone. Dos cosas llamaban la atención por encima del resto en esta aventura. La primera era que, sin ser un paso hacia la autoedición propiamente dicha, sí se trataba de un gesto firme y muy audaz por parte de tres músicos a los que no faltan oportunidades para publicar su música a la vez que integrantes del llamado indie, y por ello alejados de las presiones de cualquier multinacional. El gesto parece proceder de un cuestionamiento fuerte y desde luego contribuye a extenderlo: ¿para qué le sirve hoy un sello discográfico, siquiera con criterio no puramente comercial, a un artista medianamente consolidado? ¿A qué contribuye en estos tiempos en que la inversión de esta clase de agente es obligadamente pacata y corta y en un magma global que la pluralidad de casos requiere pluralidad de soluciones?



El segundo aspecto llamativo es el carácter flamantemente híbrido de la nueva etiqueta. Marxophone se corresponde menos con una casa discográfica al uso que con una especie de paraguas simbólico; un sello en el sentido puro de la palabra (señal, signo) bajo el que se agrupa menos el gusto de un fan de determinada música (signo del sello indie unipersonal en España), que una comunidad. De hecho, el modo de funcionamiento de Marxophone aparece como algo modular. La agencia de contratación, management y promoción I'm An Artist, además de tales funciones propias, hace las veces de gestor empresarial y logístico de la cosa. Pero fuera de ese pegamento de realidad no existe otro centro que el ensamblaje horizontal y amistoso. Cada uno de los músicos, unidades multiformes, decide plenamente qué contenidos, en qué tiempos y formatos edita, cuánto capital gasta en grabar o fabricar, o cómo o con quién quiere distribuir los discos. Marxophone es una unión de empresas (en el sentido de intentos y empeños de hacer una cosa) individuales. Es algo mucho más parecido a una cofradía de pequeños pescadores que a una compañía del Entertainment. Su sentido está en la reunión de impulsos, de ilusiones. Y el "sello" únicamente sirve para facilitar la salida de la música que quieran hacer pública sus artistas.



La autogestión discográfica y el montaje de un sello propio no es, claro está, nada nuevo. Desde The Beatles o The Rolling Stones a OK Go o Radiohead, son muchos los grupos o solistas importantes que, llegado el momento, han hecho una reflexión y tomado una decisión parecidas. Hace años ya que viene llamando la atención en los informes anuales el creciente aumento de nuevas compañías fonográficas que se montan en España, generalmente por parte de grupos o solistas que van por libre. Por poner un ejemplo encontrado en Google (aunque no sea muy reciente), en 2003 se crearon 233, casi un 25% más que el año anterior. Posiblemente la gran diferencia entre la autoedición de antes y la de ahora estribe en que aquella era la respuesta de artistas que habían visto pasar su momento comercial y, al no encontrar fácil acomodo en grandes compañías, buscaban otra salida a un material que de otra forma sólo aspiraba al olvido. La autoedición de nuevo cuño es una apuesta por una renovación de los estímulos, una búsqueda no forzada de un contacto distinto con ese público compuesto por apasionados de la música. Algo así se desprende de declaraciones recientes de Nacho Vegas: "Las cosas están cambiando de la misma forma que cuando surgió la escena independiente a finales de los 80. En aquella ocasión, fue una reacción a la rentabilidad a toda costa de las multinacionales, algo que se ha ido contagiando a los sellos indies. Ahora los músicos independientes tenemos que presentar una alternativa para seguir haciendo las cosas con pasión".



Marxophone "entre Parlophone y la revolución", reza el eslogan, olvidando quizá que una especie de rara cítara-robot con macillos también llevó ese nombre allá por 1912. Pero, a la vez que esta aventura, diversos nuevos modos de autogestión independiente y alimentados por el calor del público, desde el micromecenazgo y la financiación en masa a los proyectos de fans (como el Supporter Project del grupo alemán Einstürzende Neubauten), se otean en el horizonte. De ello hablaremos en pronta ocasión y será otra historia.