Belén Rueda. Foto: J. Antonio.
Belén Rueda se ha unido artísticamente a Tomas Pandur en La caída de los dioses, versión teatral de la película de Visconti en la que tiene ocasión de enfrentarse a su primer personaje de malvada. Este es el segundo espectáculo teatral de una actriz que, a pesar de lo poco que se prodiga en los escenarios, se ha convertido en un gran reclamo de la escena.Pregunta.- ¿Cómo es una mujer tan malvada como Sophie Essenbeck? Respuesta.- Es una mujer mala que toma decisiones importantes muy fríamente. Yo he intentado entenderla, explicarme por qué hacía así las cosas, qué reacciones tenía, lo cual no quiere decir que las justifique. Pero ésta es una obra en la que las emociones siempre están en lo más alto.
P.- ¿Cómo son los ensayos con Tomas Pandur?
R.- Se organizan en varias fases. En la primera te intenta situar en la época, en los personajes, en la Alemania del 34 donde se desarrolla la obra... Te documenta muchísimo, quiere que vislumbremos semejanzas entre la lucha de poder que se da en la familia con la que tiene lugar en las esferas políticas. Después pasamos a hacer un trabajo de mesa, donde puede pedirnos en un momento dado que improvisemos. Por último, acabamos en los ensayos, él tiene una energía brutal y desarrolla un código para cada actor, de forma que consigue sacarte lo mejor.
P.- ¿Es la parte del proceso que más le gusta?
R.- La verdad que sí. Además, Tomas mezcla la interpretación con otras disciplinas artísticas, con el arte, la música, la pintura... todo resulta maravilloso. Hay momentos en que piensas "¡que no se acaben!", pero no nos vamos a pasar ensayando toda la vida. Todo esto tiene un fin, lo hacemos para estrenar.
P.- ¿Es habitual en el cine ensayar tanto los personajes?
R.- Depende del director. Amenábar, por ejemplo, ensaya bastante. Yo soy una de las actrices que más ensaya, también quizá porque me han tocado, por lo general, autores noveles, que hacían su primera película, y que están en una fase en la que no se quieren perder ni una fase del proceso.
P.- ¿Se considera una actriz autodidacta?
R.- Fifty, fifty. He hecho cursos, pero he aprendido mucho trabajando y observando. En el gremio se dice que a los actores nos pagan por esperar un 80 por ciento y el resto, por trabajar. Cuando descanso, me gusta observar a los demás miembros del equipo, y no solo a los actores, también al equipo técnico. Hay escenas en las que uno no sale, pero cuya historia le atañe.
P.- ¿Pero suele preparar sus personajes con ayuda de un coach?
R.- Depende. En cine, sí, porque corres el riesgo de llevar a tus personajes al mismo terreno. Pero en el teatro es diferente. Cuando ruedo películas me gusta presentarle al director varias propuestas y, en este sentido, un coach viene muy bien.
P.- Dígame qué diferencias encuentra entre el cine y el teatro.
R.- El teatro te permite desarrollar mejor el personaje, sin interrupciones. Te sientes dueño de tu propia energía, experimentas una gran sensación de independencia, sientes que puedes llevar la función a un sitio en la que no habías estado el día de antes. El cine, claro, no te da esa libertad, pero cada cosa tiene su dificultad.
P.- Y a usted ¿qué tipo de teatro le gusta?
R.- No sé decirle, el teatro depende mucho del director. A mí me gusta verlo todo. Pandur es un director que me interesó desde que vi Barroco. Luego me lo presentó Blanca Portillo y tenía muchas ganas de trabajar con él. Es diferente y no hay nada casual ni que pase desapercibido en su trabajo. Quizá la palabra teatro tenga la connotación de algo clásico, pero sabes que con Pandur hay innovación.
P.- Parece usted una mujer muy disciplinada .
R.- Sí, lo soy. Estudié ballet clásico y español, y eso te enseña disciplina. Cuando dicen: tiene mucho talento, parece como si no hubiera trabajo detrás. Yo no creo en eso. El talento es importante, pero no basta.
P.- ¿Por qué se prodiga tan poco en el teatro?
R.- Me cuesta mucho. Tengo la suerte de tener una posición en la que puedo decidir. Pero tengo unas hijas que atender. Por otro lado, un actor necesita también tener una vida propia, enriquecerse humanamente.