Joaquín Araújo. Foto: Adrián Ruiz de Hierro
El naturalista, periodista y escritor coordina una mesa redonda en Casa de América por el Día Mundial del Agua
Pregunta.- La mesa redonda de hoy lleva por título El agua ¿un derecho humano? ¿Hacia dónde la conducirá?
Respuesta.- Fundamentalmente hacia una reivindicación de muchísimos colectivos y ONGs y que era también una de las propuestas de la Carta del Agua de la Expo de Zaragoza. Consiste en que el agua es algo que echamos en falta dentro de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que no recoge que ésta no se pueda privatizar bajo ningún concepto. El agua es un ilimitado bien público, no debe tratarse de otra forma que no sea esa. Hay que pelear por que el agua esté libre, por que sea autosuficiente en los procesos de depuración y por que no sea patrimonio de nadie.
P.- En ese sentido, ¿se ha avanzado algo en los últimos años o vamos a peor?
R.- A peor, por el ultraliberalismo rampante. Algunas empresas de abastecimiento lo hacen bien, pero hablamos de uno de los grandes riesgos que corre la humanidad, uno más, y que entraña que se privaticen los elementos básicos para la vida. En adelante serán el aire, la productividad biológica... Habrá una patente para todo eso.
P.- ¿De la Expo de Zaragoza se están recogiendo ya frutos?
R.- Está todo bastante encharcado y estancado, nunca mejor dicho. La Expo estuvo muy bien como centro de debates mundiales, ahí fue espectacular, por la atracción de personajes con capacidad de reflexión que generaron un debate animadísimo. Pero una vez más sus conclusiones están en el papel, no en las cañerías ni en el sistema natural ni en los parámetros básicos.
P.- También la lluvia, que se proyecta hoy dentro de los actos de Casa de América, da cuenta de la crisis del agua de Bolivia. ¿Ha visto la película?
R.- La veré hoy, pero conozco bien la historia. En casi todos los debates, libros y aportaciones sobre este asunto se nombra lo que pasó en Cochabamba, que fue aleccionador, emblemático y esperanzador por esa rebelión popular ante el intento de privatización. La de Bollain es una excelente aportación, es una película que en un tiempo estará dentro de lo que será la cultura ecológica.
P.- ¿Qué tiempos vive hoy el ecologismo?
R.- Por una parte vive una consolidación muy notable en cuanto a las aportaciones en todos los campos. La ecología tiene un cuerpo de características filosóficas muy consolidado: la economía ecológica está mucho mejor, las aportaciones contables también se mejoran, el movimiento social está muy considerado en casi todos los países industrializados... Pero, por otra parte, los indicadores de salud son alarmantes en todo el planeta: Están mal el agua, el aire, la diversidad biológica... No obstante, cada vez sabemos más y estamos más concienciados, pero la apisonadora del desarrollismo, del consumismo y del todo vale pega fuerte.
P.- ¿España suspende estrepitosamente?
R.- En España estamos bastante peor que en casi todo el ámbito político al que pertenecemos. Pero también las cinco grandes ONGs están en su mejor momento y además acaba de salir EQUO, la pretendida opción política del ecologismo. De momento es sólo una plataforma que aún tiene que andar un camino en el panorama político español.
P.- ¿Hace falta un Al Gore para que se hable de cambio climático o usted aboga por otro tipo de formas de concienciación?
R.- Figuras así hacen falta, los medios están ligados a este tipo de personajes llamativos y muy famosos. Pero lo cierto es que casi todos los famosos apoyan las causas ecologistas y, sin embargo, sus mensajes no pesan los suficiente. Sobre todo existe un drama y es que debe haber una transparencia exquisita, una coherencia y unas consecuencias. El liderazgo de Al Gore, que está muy bien dibujado en los últimos tiempos, no era sincero ni transparente, porque es un hombre que tuvo la oportunidad y el poder suficiente como para hacer algo de verdad y no lo hizo.
P.- En España, en este sentido, hay casos como el de Delibes, que fue ecologista antes de que esta materia se convirtiera en una asignatura política.
R.- El suyo es uno de los ejemplos a los que tengo mayor consideración y respeto. Delibes era un ecologista que nunca se iba a presentar a ninguna candidatura pero que sólo con su obra creativa estaba aportando algunas de las bases claras del movimiento por el medio ambiente. Recientemente he plantado un bosque con su nombre en las Villuercas, con tantos árboles como años ha vivido.
P.- ¿Relaciona lo sucedido en Japón con el cambio climático? ¿Estamos escuchando poco a la naturaleza?
R.- Seguro que está relacionado, la ecología es la ciencia que relaciona todo con todo. De cara a un terremoto y a un tsunami no hay posibilidad de predicción, pero el ser humano ha desechado hacer caso al leguaje espontáneo, no lee la naturaleza. Estoy seguro de que alguien pensó en su momento que en una determinada zona no tenía que haber un pueblo, y lo hubo. Pero sobre todo estoy seguro de que los científicos, pues ese es su trabajo, tuvieron que reparar en que en esa zona no tendría que haber una central nuclear. Eso es lo que demuestra que aún nos falta mucho. ¿Merece la pena arriesgar tanto? Porque el riesgo puede ser fascinante para algunos, pero a menudo supone la pérdida de vidas humanas que nunca tuvieron que ver con ese riesgo.
P.- ¿El binomio 'energía nuclear' qué le inspira?
R.- En cuanto a energía impuesta, la nuclear es la mayor inmoralidad de la historia. Soy contrario, sin duda, y lo digo con todo el sosiego y el razonamiento sensato que se pueda uno imaginar.
P.- Para cerrar, y volviendo al agua, ¿Hacia dónde debe caminar el ser humano en esta materia?
R.- En este mundo nada es posible sin que se nade antes. Aquí tiene que nadar todo, las ideas, el pensamiento... Hay que recuperar el respeto al agua y también su calidad, algo básico para el mantenimiento del primero de los derechos humanos y que es el derecho a la vida. El agua es lo que más mata en el planeta, y es una catastrófica contradicción. Además, es el mejor espejo de toda sociedad, si vemos reflejado algo en ella, es que hay esperanza. Y aunque llevemos dos años relativamente buenos, nuestro reflejo no es el mejor.